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Campbell nos enseña cómo ver 'La Guerra de las Galaxias'
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Campbell nos enseña cómo ver 'La Guerra de las Galaxias'

«Sea que escuchemos con divertida indiferencia el sortilegio fantástico de un médico brujo de ojos enrojecidos del Congo, o que leamos con refinado embeleso las pálidas

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Campbell nos enseña cómo ver 'La Guerra de las Galaxias'

«Sea que escuchemos con divertida indiferencia el sortilegio fantástico de un médico brujo de ojos enrojecidos del Congo, o que leamos con refinado embeleso las pálidas traducciones de las estrofas del místico Lao-Tse, o que tratemos de romper una y otra vez, la dura cáscara de un argumento de Santo Tomás, o que captemos repentinamente el brillante significado de un extraño cuento de hadas esquimal, encontraremos siempre la misma historia de forma variable y sin embargo maravillosamente constante, junto con una incitante y persistente sugestión de que nos queda por experimentar algo más de lo que podrá ser nunca sabido o contado».

Este es el primer párrafo del prólogo del libro El Héroe de las mil caras, que se publicó por vez primera en 1949 en Estados Unidos, y que corresponde a la página 11 de la décima reimpresión (2006) de la edición que en 1959 hizo el Fondo de Cultura Económica (FCE). Su autor es Joseph Campbell (1904-1987).

Campbell se tituló en literatura, fue profesor, estudioso de los mitos y escritor. Algunos creen que era psicoanalista, lo cual no es correcto según se puede leer en la reseña biográfica que aparece en la web de la Joseph Campbell Foundation. Dicha creencia puede basarse en su manifiesto interés por la obra de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, y en que la edición española del FCE se tituló El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito, otro ejemplo más de la impetuosa creatividad que, de vez en cuando, posee a traductores, editores o distribuidores de películas. Desde la psicología, la evolución de dicha creencia puede ser explicada por la “teoría del rumor” expuesta por los psicólogos Allport y Postman (1988, La psicología del rumor (Psique).

El libro menciona diversos conjuntos de narraciones maravillosas fuera del tiempo histórico, protagonizadas por personajes de carácter divino o heroico, es decir, diversas mitologías que van desde la hindú hasta la esquimal, pasando por la egipcia, greco-romana, japonesa, la de los indios norteamericanos o la irlandesa. Son los ámbitos visitados en su recorrido expositivo acerca del camino de aventura de cualquier héroe en cualquier mitología, sea cual sea la cara que adopte en cada lugar, en cada cultura, en cada tiempo histórico.

El héroe avanza a través de un mundo de fuerzas poco familiares y sin embargo extrañamente íntimas, hasta pasar por una prueba suprema y recibir su recompensaEl autor sostiene que «El héroe mitológico abandona su choza o castillo, es atraído, llevado, o avanza voluntariamente hacia el umbral de la aventura. Allí encuentra la presencia de una sombra que cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar esta fuerza y entrar vivo en al reino de la oscuridad (batalla con el hermano, batalla con el dragón; ofertorio, encantamiento), o puede ser muerto por el oponente y descender a la muerte (desmembramiento, crucifixión). Detrás del umbral, después, el héroe avanza a través de un mundo de fuerzas poco familiares y sin embargo extrañamente íntimas, algunas de las cuales lo amenazan peligrosamente (pruebas), otras le dan ayuda mágica (auxiliares). Cuando al nadir del periplo mitológico, pasa por una prueba suprema y recibe su recompensa. El triunfo puede ser representado como la unión sexual del héroe con la diosa madre del mundo (matrimonio sagrado), el reconocimiento del padre-creador (concordia con el padre), su propia divinización (apoteosis) o también, si las fuerzas le han permanecido hostiles, el robo del don que ha venido a ganar (robo de su desposada, robo del fuego); intrínsicamente es la expansión de la conciencia y por ende del ser (iluminación, transfiguración, libertad). El trabajo final es el del regreso. Si las fuerzas han bendecido al héroe, ahora éste se mueve bajo su protección (emisario); si no, huye y es perseguido (huida con transformación, huida con obstáculos). En el umbral del retorno, las fuerzas transcendentales deben permanecer atrás; el héroe vuelve a emerger del reino de la congoja (retorno, resurrección). El bien que trae restaura al mundo (elixir)» (p. 223-224, Campbell, 2006, El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito, FCE).

Si leemos detenidamente esta larga cita y retenemos sus diversas fases, estaremos provistos de un marco de referencia, que es «un conjunto global, perceptivo, conceptual, afectivo y de acción, que se utiliza para definir el yo, a los demás y el mundo» (Schiff et al., 1975 citado en Stewart, I.; Joines, V.; 2007, AT hoy. Una nueva introducción al Análisis Transaccional; p. 216). El profesor de psicología José Luis Martorell simplifica esta definición diciendo que son «unas gafas para percibirse a sí mismo y a los demás de una determinada manera» (2000, El guión de vida, p. 168)

Provistos de estas gafas facilitadas por Campbell, puede variar nuestra visión al acercarnos a la trilogía inicial La guerra de las galaxias (1977), El imperio contraataca (1980) y El retorno del Jedi (1983). A lo mejor, vemos a Luke Skywalker como un proyecto de héroe atraído hacia el umbral de la aventura por un R2D2 con un holograma de la princesa Leia. Tal vez veamos al maestro Yoda como un auxiliar que proporciona ayuda mágica. Quizás nos parezca que la fiesta final en el poblado de los ewoks es la restauración del mundo. ¿Y qué pasará con nuestra mirada sobre la trilogía de El señor de los anillos? ¿Y sobre El hobbit?

Más allá de de estas películas que, notoriamente, se ubican en un mundo mitológico, ¿qué sucede si utilizamos estas gafas con: Gran Torino (Clint Eastwood, 2008) o Los Miserables (Tom Hopper, 2012)? ¿Qué ocurrirá si miramos con las gafas de Campbell al personaje que interpreta Kevin Kline en Por fin solos, película de 2012, dirigida por Lawrence Kasdan, el guionista de El retorno del Jedi, y que encaja dentro de la temática de la vejez?

La tarea de la psicología es contrastar basándose en la investigación. Si no, lo que enseña está más cerca de la doctrina que de la cienciaUn rumor que oí hace unos años, es que George Lucas, cuando preparaba la primera saga de la familia Skywalker, que se estrenó en 1977, se dirigió a Joseph Campbell en busca de asesoramiento y que éste le dijo que le ayudaría a cambio de no aparecer en los títulos de crédito de la película. Resulta que, al parecer, basándose en la entrevista filmada en 1999 titulada Mitología de Star Wars, Lucas no conoció a Campbell hasta 1983, si bien su trilogía galáctica es una adaptación del viaje del héroe.

La investigación, en este caso bibliográfica, contrasta las creencias, los rumores y los mitos. En algunos casos, como el del anterior párrafo, los diluye. En otros parece que los confirma, como que otro Joseph, en este caso el director Mankiewicz, enviaba los guiones a la revisión de Campbell, según el extra del DVD de Eva al desnudo (1950). La tarea de la psicología es contrastar basándose en la investigación, sea documental o experimental. Si no, lo que enseña está más cerca de la doctrina que de la ciencia, y sus afirmaciones entran en el mundo de los mitos, dónde la llave de acceso está en aceptar la primera afirmación mágica (por ejemplo, que hay un dragón). A partir de ahí, es fácil aceptar lo demás (por ejemplo, espadas portentosas que abren murallas o lágrimas de fénix que curan heridas).

«Sea que escuchemos con divertida indiferencia el sortilegio fantástico de un médico brujo de ojos enrojecidos del Congo, o que leamos con refinado embeleso las pálidas traducciones de las estrofas del místico Lao-Tse, o que tratemos de romper una y otra vez, la dura cáscara de un argumento de Santo Tomás, o que captemos repentinamente el brillante significado de un extraño cuento de hadas esquimal, encontraremos siempre la misma historia de forma variable y sin embargo maravillosamente constante, junto con una incitante y persistente sugestión de que nos queda por experimentar algo más de lo que podrá ser nunca sabido o contado».