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Cuando pasarse de graciosa hace que te despidan del trabajo
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Héctor G. Barnés

Empecemos por los principios

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Héctor G. Barnés

Cuando pasarse de graciosa hace que te despidan del trabajo

Cada semana aparecen nuevas historias que nos advierten sobre el cuidado que debemos tener con lo que escribimos en internet.

Foto: Shea Allen, autora del polémico 'post' por el que ha sido despedida.
Shea Allen, autora del polémico 'post' por el que ha sido despedida.

Es imparable. Cada semana aparecen nuevas historias que nos advierten sobre el cuidado que debemos tener con lo que escribimos en internet, puesto que la mayor parte de ellas tienen un final muy semejante: el despido de aquel que, en un momento de inconsciencia, ha revelado lo que no debía revelar. Sin embargo, en otros casos, no resulta nada claro si el desafortunado trabajador tiene la culpa de lo que le ha ocurrido o si, por el contrario, es la empresa la que ha malinterpretado dichos mensajes. O, simple y llanamente, lo ha utilizado de excusa para librarse de un trabajador molesto.

La historia de la periodista Shea Allen podría enmarcarse en este último grupo. La presentadora trabajaba hasta la pasada semana en WAAY, una cadena local propiedad de ABC, en Hunstville, una localidad de Alabama. Hasta que la semana pasada tuvo la ocurrencia de publicar en su blog personal, bajo el nombre de Confesiones de una reportera pelirroja, una lista de 10 cosas que le habían ocurrido, que había hecho o que pensaba, de su carrera periodística. El texto estaba escrito en un tono inequívocamente humorístico, pero al mismo tiempo, señalaba algunas cosas (como que había presentado noticias sin sujetador, o que odiaba el lado derecho de su rostro) que permitían pensar que el resto de afirmaciones, más comprometedoras, podían ser también ciertas.

La cadena apenas tardó unas horas en poner cartas en el asunto y despidió de manera fulminante a Allen, que replicó que simplemente estaba intentando ser graciosa. Además, amenazó con denunciar a la periodista en caso de que revelase los detalles de su despido. “Pensaba que mi comportamiento me habría hecho merecer al menos una conversación”, explicó a la periodista de The Huffington Post Nancy Redd. “En realidad no pensaba que terminaría así”, explicó en USA Today, donde también añadió que “pensaba que estaba siendo sarcástica y divertida”.

¿Demasiado graciosa o demasiado confiada?

Podría argumentarse, como hace la propia periodista, que aquello que se hace fuera del lugar de trabajo no debería ser causa de despido, pero algunos de los puntos presentes en el mensaje de Allen se referían de manera directa al desempeño de su labor y a su deontología profesional. Por ejemplo, en el segundo punto señalaba que “mis mejores fuentes son las que están secretamente enamoradas de mí”. O el sexto punto, en el que afirmaba que la gente mayor le asustaba y que se negaba a “hacer noticias que tuviesen que ver con ellos o los lugares en los que viven”. En el octavo punto, señalaba que “si empiezas a desvariar y estimo que no eres necesario para mi historia, dejaré de grabar pero te haré pensar lo contrario”.

Las personas mayores me asustan, no me gusta dar noticias sobre ellas

Otros puntos del texto podrían interpretarse, sin embargo, desde un prisma más irónico. Es el caso, por ejemplo, del que afirmaba que trabajaba mejor en directo “cuando no tiene ni un guión ni ninguna idea” de lo que habla; que en alguna ocasión había aparecido en cámara sin sujetador y que había conseguido entrenarse para adoptar una posición que la hiciese parecer mucho más delgada ante la cámara. Además, añadía que las historias felices y tiernas sobre cosas buenas le deprimían. Desde luego, el texto era descarado y humorístico a partes iguales, pero quizá Allen fue demasiado lejos en alguna de sus informaciones (o infravaloró las posibilidades de que el artículo cayese en manos de sus superiores).

Invocando la libertad de expresión

La autora del texto ha exhibido su enfado en varios medios de comunicación americanos. En Times, señaló que “los jefes quieren que explotes todas las redes sociales que puedas y sacar tanto contenido como sea posible. Pero, al mismo tiempo, he hecho algo durante mi tiempo libre en la red, en un espacio que he diseñado personalmente y me han despedido por ello”.

Además, decidió volver a publicar la lista original después de quitarla de la página, y añadió un “sin excusas” antes del título. “Quité el post porque por un momento me llevaron a engaño sobre quién soy realmente y por qué lucho. Para que quede claro, no pido disculpas por el siguiente re-post. Es divertido, satírico y probablemente ofenderá a la gente más conservadora. Pero no es un invento y se trata de una mirada genuina dentro de mi mente retorcida”. Y continuaba citando el argumento por el que ha conseguido más apoyos en el mundo del periodismo, la “libertad de expresión” que, recordaba, “está permitida, da igual cuál sea tu profesión”. Desde luego, la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos la ampara, aunque quizá su ironía haya ido demasiado lejos.

Es imparable. Cada semana aparecen nuevas historias que nos advierten sobre el cuidado que debemos tener con lo que escribimos en internet, puesto que la mayor parte de ellas tienen un final muy semejante: el despido de aquel que, en un momento de inconsciencia, ha revelado lo que no debía revelar. Sin embargo, en otros casos, no resulta nada claro si el desafortunado trabajador tiene la culpa de lo que le ha ocurrido o si, por el contrario, es la empresa la que ha malinterpretado dichos mensajes. O, simple y llanamente, lo ha utilizado de excusa para librarse de un trabajador molesto.

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