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Mata más gente el tabaco que los aviones: es mejor vivir sin miedo
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Carlos Matallanas

Mi batalla contra la ELA

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Mata más gente el tabaco que los aviones: es mejor vivir sin miedo

Este domingo decidí que iba a encabezar de esta forma la nueva entrada de mi blog. La determinación la tomé a bordo de un Airbus de la familia A320, el mismo que se estrelló ayer en Francia

Foto: Ilustración: Jesús Learte Álvarez
Ilustración: Jesús Learte Álvarez

(Vayan por delante mis condolencias a los familiares y amigos de las víctimas del accidente aéreo de este martes.)

El título de este artículo estaba elegido desde este domingo. Como el futuro siempre es incógnita, lógicamente tampoco esta vez nada hacía prever que la incontrolable actualidad pudiera, de manera dramática y tan cercana, dotarle de suprema literalidad a la frase. Al menos, tal día como hoy, el lector pinchará para leer este artículo con una predisposición mental y consternación por lo sucedido muy diferente al sentir que habría tenido de haber escrito yo este artículo la semana pasada, por ejemplo. Hace siete días, la frase se entendería desde la distancia de lo trágico, con tintes más metafóricos.

“Mata más gente el tabaco que los aviones” es el inicio de una ingeniosa canción de uno de los artistas más ingeniosos del actual panorama musical español. Como he dicho, este domingo fue cuando decidí que iba a encabezar esta nueva entrada de mi blog. La determinación la tomé a bordo de un Airbus de la familia A320, el mismo que se estrelló ayer en Francia. En los instantes previos a poner el modo avión de mi móvil antes de encenderse los motores de la aeronave, revisé por última vez el correo. Tenía el habitual de Jesús Learte para ir adelantando el motivo de la ilustración. Lo último que hice sobre suelo español fue contestarle, y le conté quequería escribir para dejar patente mi visión ante la vida, por la cual entiendo que no merece la pena pasar por ella atenazado por el miedo.

El tema sobre el que hablar este miércoleslo había elegidoinmediatamente después de comenzar a recibir y a leer comentarios en relación a mi artículo de la semana pasada. Avisé entonces que era un ejercicio de análisis totalmente personal y amateur desde el punto de vista científico, y que no era mi intención atemorizar a los sanos ni crear falsas esperanzas entre los enfermos como yo. Con los segundos no ha habido ninguna excepción, y quienes me han contactado, lo han hecho para contar su caso concreto, que afianza alguna de las sospechas sin respuesta que exponía en aquel texto. Pero entre lo sanos, ha habido bastantes muestras de cierto pánico, sobre todo apuntando al dentista y a las anestesias. Algo, por cierto, que ya me había demostrado más de un conocido en los últimos meses.

Pues de eso quería escribirles. Asumiendo cierta parte de responsabilidad, queríahacerun nuevo llamamiento a la calma porque, desde mi punto de vista, sería absurdo dejar de hacerse un tratamiento dental necesario por el temor a desarrollar ELA. Si fuera algo tan sencillo de explicar (causa-efecto) no estaríamos aquí, la ELA sería algo controlado y no tendría sentido esta lucha que tantos hacemos por tratar de desenmascarar a esta asesina escurridiza y con mil caras.

Durante el vuelo del domingo, perfilé mentalmente el artículo,pero esperaría al martes a darle forma definitiva. Unas horas después, al llegar al hotel en tierras británicas, el wifi me trajo la buena noticia de que Jesús ya tenía hecho el dibujo, el mismo que ven ahora bajo el titular.

Este marco de actualidad refuerza más si cabe lo que quiero transmitir, porque lo he puesto en práctica ahora más si cabe en mi trayectoria personal

En esta breve visita, en la que he acompañado a Marta a un congreso médico, quería aprovechar para repasar el ejemplo del explorador Ernest Henry Shackleton, uno de los protagonistas de la carrera por llegar al Polo Sur que mantuvo en vilo a medio mundo a principios del siglo XX. Su ejemplo de valentía y determinación, pero sobre todo de tranquilidad y prudencia en los momentos más críticos que un ser humano puede afrontar, le elevaron a la categoría de héroe popular. Está detrás en cuanto a relevancia histórica respecto a Roald Amundsen (el flamante ganador de aquella competencia polar que duró años) y a Robert Falcon Scott (el principal perdedor y protagonista de un trágico y recordado final), pero las hazañas de Shackleton en la Antártida tienen un carisma diferente al de estos, mayor si cabe. Aparte de servirme demi viaje de avión para hablarles del miedo irracional a volar como metáfora, quería usar pasajes de lavida del exploradorque me instruyeron hace unos años, ponerlos en público para ilustrar mi manera de enfocar sin temoresalgo tan fatal como es tener esclerosis lateral amiotrófica.

Pues en el mismo instante en el que iba a iniciar este texto en la habitación del hotel, el canal BBC News que tenía puesto de fondo en la tele anuncia la última hora que todos ya conocen. Un Airbus A320 con 150 personas a bordo que volaba de Barcelona a Düsseldorf se estrella en los Alpes franceses. Algo tan súbito y que pasa a copar la actualidad rápidamente también afecta, como no, a lo que uno pueda escribir en relación al miedo en la vida. Y más con un título escogido como el que ya estaba en mi cabeza, y más aún con la necesidad de tener que volar este mismo miércoles en una aeronave hermana de la accidentada, en un trayecto muy parecido en distancia al que cubría ese avión y con una compañía de la misma categoría dentro del mercado que Germanwings.

Así que, tras asimilar la noticia, repasé mi esquema mental y acabé decidiendo que debía contarles todo tal cual había pasado, que es lo que estoy haciendo en estas líneas. Decido también mantener el titular. Decido que este marco de actualidad tan crudo refuerza más si cabe lo que quiero transmitir, porque lo pienso desde siempre, porque lo he puesto en práctica ahora más si cabe en mi trayectoria personal. Decido que es importante explicar todo esto, porque la gente más infeliz creo que no es la que menos tiene o la que más avatares negativos le toca afrontar, sino aquella que vive constantemente intentando controlar lo incontrolable. Si así enfocas el día a día, con miedo a la desgracia, nada de lo incontrolable que te pase te cogerá prevenido y preparado. Parece una paradoja, pero es lo que yo al menos tengo comprobado.

La vida consiste en avanzar, para ir mejorando, sintiéndonos mejor cada día, más completos y serenos. Y es clave tener siempre presente que nuestra convivencia con los demáses finita. Claro que es necesario hacer una evaluación de riesgos antes de apostar por un camino u otro. Eso separa el arriesgarse para mejorar de la simple temeridad de actuar sin pensar y por impulsos. Pero el enfoque se tuerce cuando en la evaluación de riesgos se le da demasiado peso a peligros muy poco probables, y llega a ser perjudicial en el momento que esa pequeña probabilidad consigue hacer que aparezca el miedo. Porque seguramente en ese momento dejaremos de avanzar, atenazados por el pavor de que la mala fortuna se cruce en nuestro camino.

Uno es más libre y feliz si logra dominar sus temores y sus fobias

Un par de horas antes de enterarme del accidente aéreo, leía con interés la segunda operación preventiva de Angelina Jolie. La primera se enmarcaba dentro del alto riesgo que tenía de reproducir un cáncer de mama como el que acabó con su madre a los cincuenta y tantos. Entonces se abrió un debate tenso, pero parecían existir razones importantes para que finalmente se entendiese esa decisión como lógica desde el punto de vista médico. La nueva entrada en quirófano, sin embargo, me despertaba otras dudas, porque uno puede llegar a sospechar que ese temor comprensible al cáncer de mama se haya ampliado de manera irracional a otros órganos en la mente de la actriz. Ella resumía su decisión con la frase contundente de “el conocimiento es poder”, quiera decir eso lo que quiera decir. Pero ya ven, unos me escriben para trasladarme su miedo a las anestesias a raíz de lo que leyeron sobre la ELA (nada demostrado, solo meros hechos que deben ser confirmados en relación a mi enfermedad), mientras otras personas deciden meterse en un quirófano (con sus correspondientes riesgos) de manera simplemente preventiva. Está claro que el baremo del peligro y del miedo es muy diferente según el caso. En definitiva, es totalmente subjetivo.

Por eso, solo me queda decirles que en mi opinión no vale la pena vivir con miedo. Que uno es más libre y feliz si logra dominar sus temores y sus fobias. Que si tienen que ir al dentista, vayan. SI tienen que coger un avión, lo cojan. Porque, por suerte, la muerte y la desgracia no son predecibles. Otro tipo ingenioso decía que “no siempre que uno piensa que se va a morir, se muere uno”. Esta obviedad remarca la gran capacidad de supervivencia del cuerpo humano, una máquina hecha para vivir pero dominadapor un cerebro que es capaz de imaginar peligros en cualquier lado. El final nos espera a todos igual, lo que no sabemos nunca es cuándo y en qué forma. Pero si vivimos cada día sin miedo y salimos a la calle con la intención de realizar nuestros sueños, el día que nos sorprenda la muertenos cogerá con los deberes siempre hechos. Es tan peligroso ser un temerario y atentar peligrosamente contra tu salud de forma desproporcionadacomo vivir atenazado sin salir del sillón de casa parapetado en quimeras para alargar la vida.

Como ven, me he quedado sin espacio para hablarles de Shackleton. A la mano de cualquiera que quiera está su biografía (no me refiero solo a la Wikipedia, sino a algo más profundo y completo, que el personaje lo merece, se lo aseguro) para saber sobre él y sus dos portentosas hazañas de heroísmo y humanidad en sendas expediciones a la Antártida. Por cierto que este anglo-irlandés, después de dedicarse con pasión a algo tan arriesgado y que dio forma a su vida, acabó pereciendo a los 47años por una de las causas más habituales y repentinas que hay de morirse, un ataque al corazón. Es evidente que la muerte le encontró con la satisfacción de haberse enfrentado y vencido a todos sus miedos en la vida. Y de eso se trata, ¿no?

Este miércoles me subiré de nuevo a un avión. Lo haré 24 horas después de la desgracia aérea de los Alpes, con dolor por los relatos que se van conociendo de las vidas que se han truncado de un plumazo. Pero lo último que se me pasará por la cabeza es que mi aeronave va a correr similar desenlace. Con esa actitud por bandera, si te pasa alguna vez lo menos probable pero más desgraciado, seguramente no tengas nada importante de lo que arrepentirte, y los que te quieren te recordaran feliz y completo. Además, ¡qué miedo voy a tener a volar! ¡Si mata más gente la ELA que los aviones!

Si desea colaborar en la lucha contra la ELA puede hacerlo en la web delProyecto MinE, unainiciativapara apoyar la investigaciónque parte de los propios enfermos.

(Vayan por delante mis condolencias a los familiares y amigos de las víctimas del accidente aéreo de este martes.)

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