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Alumnos que enseñan el camino para humanizar nuestro frenético mundo
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Carlos Matallanas

Mi batalla contra la ELA

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Alumnos que enseñan el camino para humanizar nuestro frenético mundo

Creo en el constante proceso de transmisión de principios, no sólo de conocimientos, en el que se basa el avance de nuestra especie. Por eso intento colaborar con todo aquel que me lo pide

Foto: Ilustración: Jesús López Learte
Ilustración: Jesús López Learte

En las últimas semanas, he participado directa o indirectamente en dos proyectos llevados a cabo por estudiantes y de los que voy a hablarles a continuación. Ambas propuestas se diferenciaban en apariencia y finalidad, pero tenían una esencia común: con ellas, gente joven y en edad de aprendizaje académico dieron fenomenal ejemplo de que los valores importantes del ser humano siguen siendo asumidos por los que vienen detrás. Que para nada esta nueva era aún inclasificable en la que estamos inmersos va a tener fácil borrar de la faz de la tierra lo que de verdad importa.

Yo creo en ese constante proceso de transmisión de principios, no solo de conocimientos, en el que se basa el avance de nuestra especie. Colaboro con la misma ilusión e implicación con un medio de tirada nacional que me quiere entrevistar que con un grupo de estudiantes que me contacta con timidez para hacer un trabajo sobre mí o sobre mi enfermedad para una asignatura concreta de su carrera. Dentro de las posibilidades que el tiempo y el espacio me dejan, intento atender y ayudar a todo el mundo, y ya son decenas las veces que así lo he hecho desde que mi situación de salud es pública.

Por eso acepté con convencimiento la invitación para ser ponente en unas Jornadas celebradas en la Universidad Complutense bajo el nombre de ‘Al otro lado del pijama’. En ellas, seis alumnas de enfermería deseaban hacer una reflexión pública sobre la necesaria humanización de la atención sanitaria, ya que, al parecer, tras sus prácticas en la sanidad pública, entendían que había bastante espacio para la mejora. Y lograron un rotundo éxito.

Se inscribieron más de 600 estudiantes y, el pasado jueves, el auditorio Ramón y Cajal de la Facultad de Medicina reflejaba una entrada digna del mejor concierto, obra de teatro o comparecencia de un gran pensador de nuestros días. La afluencia ya de por sí sorprendió a los propios profesores, y fue el primer gran éxito de sus organizadoras, al conseguir seducir a tantas personas a través de la necesidad de dialogar sobre temas que yo, al menos, no creía que fueran tan atractivos para la mayoría de jóvenes.

Un gran banquete de humanismo

Los ponentes, divididos en dos mesas a lo largo de la mañana, éramos gente anónima que tenía alguna visión que ofrecer sobre el apartado humano de la atención a los enfermos en nuestros días. Tuvimos la palabra desde personas que hemos sufrido una enfermedad de gravedad o que viven con una discapacidad importante o que están al cuidado de un familiar en esta situación, hasta profesionales acostumbrados a tratar a gente que afronta o sus últimos días de vida o un accidente crítico del que pelea por salir desde la sala de cuidados intensivos.

Un menú que puede parecer duro desde el punto de vista emocional, pero que acabó siendo un gran banquete de humanismo para los que allí estuvimos. El clima creado, el silencio con que escuchaba el auditorio repleto y su colaboración a través de inteligentes preguntas que alimentaron el debate evidenciaron el éxito rotundo de unas jornadas que deseo que tengan una continuación. De hecho, se llegó a plantear desde el escenario a los dirigentes educativos la posibilidad de incluir mucho mayor peso de estos planteamientos en los programas de las carreras de ciencias de la salud, donde prácticamente sólo se deja espacio para el conocimiento técnico y científico. Algo extraño tratándose de unas profesiones cuyo componente emocional y de las relaciones humanas es crucial y básico.

Es más importante la predisposición y principios que se tengan a la hora de querer enseñar algo que los medios de que se disponen para hacerlo

En los 20 minutos que tuve para mi intervención, Marta leyó un discurso escrito por mí que, por petición de algunos asistentes, se puede leer íntegro pinchando aquí. Es extenso y no sé si interesará a mucha gente de la sanidad y la docencia lo que pienso al respecto, pero de esta manera ya queda registrado en el mundo virtual y cualquiera que lo desee puede acceder a él. Muchas gracias a todo el personal implicado en las jornadas y en especial a Rocío, la alumna con quien he mantenido el contacto durante los preparativos de este evento al que, de corazón, nos hizo una tremenda ilusión asistir tanto a Marta como a mí.

Precisamente en el discurso hablaba de la necesaria educación en valores que se debe dar desde las primeras etapas de la educación académica, y el otro proyecto del que les quería hablar me sirve de perfecto ejemplo de lo que creo puede transformar nuestra sociedad, y llevarla a otra que sea cada vez más justa, libre y culta.

Creatividad, acción y servicio

Este otro proyecto no contó con mi presencia física ni mi colaboración directa, pero me consta que mi figura ayudó a que se realizara, y me llena de orgullo algo así, faltaría más. Los alumnos de bachillerato del Liceo Europeo llevaron a cabo una campaña solidaria para recaudar fondos para la lucha contra la esclerosis lateral amiotrófica. Para continuar con la campaña del cubo de agua helada y tras conocer casos más concretos como el mío, desarrollaron una iniciativa que buscaba crear nuevas pulseras solidarias, esas de goma tan usuales en tantas enfermedades o reivindicaciones sociales. Como la clave de tales pulseras es su mensaje, los alumnos trabajaron en un concurso entre ellos para idear frases llamativas con las que innovar a este respecto.

Todo se hizo dentro de la asignatura obligatoria ‘Creatividad, acción y servicio’, algo que ya deja claro el singular método educativo que maneja este centro privado situado en Alcobendas (Madrid), y que es una de las pocas gratas excepciones que se salva en el informe Pisa que tan mal deja nuestro país en materia educativa.

La enseñanza pública de calidad no necesita grandes desembolsos para dotar a todos los centros de un equipamiento vanguardista

Su ideario se basa en el de la Institución Libre de Enseñanza y en este caso, por motivos económicos, no es un colegio al acceso de todos los jóvenes, por supuesto. Pero las buenas ideas no cuestan dinero, y es más importante la predisposición y principios que se tengan a la hora de querer enseñar algo, que los medios de que se disponen para hacerlo. Es decir, la enseñanza pública de calidad no necesita grandes desembolsos para dotar a todos los centros de un equipamiento vanguardista, como si de un colegio privado se tratara. En mi modesta opinión, antes necesita una regeneración integral del sistema educativo que mejore el aprendizaje no solo a la hora de afrontar los conceptos de las asignaturas más sesudas, que por supuesto hay que seguir aprendiéndolos, sino también aumentando el peso de los valores cívicos, humanos y éticos más básicos y fundamentales. Solo así se crean personas completas, más felices y tan próximas a la bondad social como se pueda.

Y para eso, da igual la condición del centro educativo, porque no cuesta dinero, solo hay que tener la idea y la voluntad de hacerlo. Lo perfecto sería crearlo desde arriba, con una ley de educación que se basara en todo ello y diera instrumentos efectivos para tal transformación de la enseñanza en nuestro país. Pero a la vista está que no es mayoritario este pensamiento, y una de las mayores evidencias de las grietas que existen aún hoy en nuestra sociedad se ve al contemplar cómo no se ha sido capaz, en casi 40 años de democracia, de crear un consenso al respecto.

No es sólo el gesto

Mi experiencia personal fue algo peculiar, porque fui alumno de un estilo de enseñanza bastante minoritaria en nuestro país pero que para nada te hacía sentir un privilegiado. Más bien al contrario, la fuerza de ese modelo eran simplemente las ideas de quienes lo llevaban a cabo, porque todo lo físico, instalaciones y medios, dejaban bastante que desear, por debajo de cualquier colegio o instituto público. Pero visto con la distancia, uno le da un tremendo valor a cómo le enseñaron a pensar, más allá de lo académico y lo tangible, y a valorar las cosas de manera diferente. Por ejemplo, nunca tuvimos un patio muy moderno ni material deportivo de última generación, pero a cambio contamos con el enorme privilegio de dar durante años las clases de educación física entre los árboles de la Casa de Campo. Y es tan largo el etcétera que no viene al caso profundizar en él.

No es sólo el gesto, que también, es el poso que seguro les deja para ser cada vez mejores personas

En definitiva, ese mismo talante diferente y soñador intuyo en los chavales que han impulsado en el Liceo Europeo la citada campaña de las pulseras, con la que se ha donado más de 3.000 euros a Fundela. Se las quitaron de las manos cuando las vendieron en un show de talentos que convocaron para que alumnos de todas las edades del centro participaran llevando sus propuestas artísticas sobre un escenario el mes pasado. Mi hermano Javier había acudido al colegio unas semanas antes para hablarles de nuestro caso y de la ELA, y me consta que su sensibilización con la lucha que tantos enfermos y profesionales llevamos a cabo es mayúscula desde entonces.

Las frases que ganaron el concurso de ideas y que se pueden leer en las pulseras finalmente fabricadas fueron ‘Mi mente aún vuELA’ y ‘I want to break free’ (‘quiero ser libre’). Como digo, se vendieron muy rápidamente, al precio de2 euros,y he de decir que hasta mi abuela se quedó con ganas de tener más después de repartirlas por todo su barrio. Muchas gracias al Liceo Europeo y en especial a los alumnos protagonistas, por su esfuerzo e implicación. No es solo el gesto, que también, es el poso que seguro les deja para ser cada vez mejores personas, que en el fondo es de lo único que se trata este invento, ¿verdad?

PD: mi cariñoso recuerdo a mi ‘cole’, el Santa Cristina de Puerta del Ángel, perteneciente a la Fundación Hogar del Empleado y que hace unos meses echó el cierre sin que pudiera despedirme de él. Duele más porque tampoco volví nunca a dar un simple ‘gracias’. Pues eso, desde aquí, mi simbólico y eterno agradecimiento. Por siempre potenciar todas mis virtudes y trabajar sin descanso para pulir todos mis defectos.

Si desea colaborar en la lucha contra la ELA puede hacerlo en la web delProyecto MinE, unainiciativapara apoyar la investigaciónque parte de los propios enfermos.

En las últimas semanas, he participado directa o indirectamente en dos proyectos llevados a cabo por estudiantes y de los que voy a hablarles a continuación. Ambas propuestas se diferenciaban en apariencia y finalidad, pero tenían una esencia común: con ellas, gente joven y en edad de aprendizaje académico dieron fenomenal ejemplo de que los valores importantes del ser humano siguen siendo asumidos por los que vienen detrás. Que para nada esta nueva era aún inclasificable en la que estamos inmersos va a tener fácil borrar de la faz de la tierra lo que de verdad importa.