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Carlos Matallanas

Mi batalla contra la ELA

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Tres muestras de apoyo que debo agradecer en voz alta

Aprovecho para dar las gracias a tres compañeros de El Confidencial. No quiero que nadie se enfade por no estar en la lista, no soy muy consciente de todas las personas que me tienen tanta estima

Foto: Ilustración: Jesús Learte Álvarez.
Ilustración: Jesús Learte Álvarez.

La noticia de mi enfermedad impactó en todos los círculos donde me movía. En eso no hay diferencias entre unos enfermos y otros. Según van asimilando qué es eso de la ELA, los lamentos y la pena aparecen rápidamente entre quienes te conocen a poco que te tengan un mínimo de afecto. Pero también las ganas de ayudar en esta lucha.

Como en todo, y más allá del grado de cercanía, cada persona lo lleva según su forma de ser. Siempre repito que no hay guiones sobre la manera de afrontar la enfermedad, ya sea en primera o en tercera persona. Por eso jamás se me ocurrirá juzgar a nadie por su reacción. A mí, desde el otro lado, me gustaría que no se hiciese, porque cada persona es un mundo y, por tanto, no tienen sentido las comparaciones.

Eso no quita para que sienta que hay gente que me tiene muy presente a diario, y hasta me he llevado gratas sorpresas por ello. No hablo de mi círculo más íntimo, que por supuesto es lógico que viva lo que me pasa de cerca y con preocupación, sino de personas con lazos algo más lejanos pero que me han demostrado un apoyo que me enorgullece especialmente.

A esos niveles de cercanía, donde sobran las palabras, no es necesario recordarles lo que valoro el apoyo y cuánto lo agradecemos Marta y yo

Mi familia colabora en todo cuanto está en su mano para dar a conocer la enfermedad y ayudar a que la solución de la ELA esté un poco más cerca. Lo mismo pasa entre mis viejas amistades, donde han llegado en algún cumpleaños colectivo a renunciar a todos los regalos y donar ese dinero a la investigación. Y como ese hay muchos más gestos parecidos. Detalles por los que a esos niveles de cercanía, donde sobran las palabras, no es necesario recordarles lo que valoro el apoyo y cuánto lo agradecemos Marta y yo.

La gente del fútbol me brindó un homenaje inolvidable en Navidad. Y hoy aprovecho este miércoles para dar públicamente las gracias a tres compañeros de El Confidencial. No quiero que nadie se me enfade por no estar en la lista, ya que no soy muy consciente de todas las personas que me tienen tanta estima. Sé que las PulsELAs, por ejemplo, poblaron la redacción, donde se me recuerda con mucho afecto. Pero estos tres ejemplos sí me constan con detalle y de ahí que los resalte.

Compañeros y amigos

Tuvo que ser una antigua compañera de ambos quien me escribiera un correo hace unos meses para informarme de que Elena Sanz me acababa de nombrar en la presentación de su libro. Elena no quería ni molestarme. El caso es que ella, encargada de la sección de Vivienda del periódico, comenzó junto a su pareja Tony a darle a eso del 'running' con tanto tesón que terminó por contar su experiencia en un 'blog' personal. Tan interesante, por dar importantes nociones sobre conciliación de la maternidad, el trabajo y el deporte como forma de vida, que le ofrecieron convertirlo en un libro.

Me enteré por ese correo que la oferta de la editorial le llegó el mismo día en que yo mandé el 'e-mail' colectivo donde informé a todo El Confidencial que sufría ELA y que eso me obligaba a dejar de ser compañero suyo. Me explicaba esa vieja compañera que, debido a eso, Elena se decidió a escribirlo sin dudarlo. Y no solo eso, sino que todos los beneficios los dedicaría a la investigación de mi enfermedad. Por ello, sin decirme nada en todo este tiempo, en la presentación habló de mi caso y de la importancia de que esto no caiga en el olvido. El libro se llama ‘Confesiones de una runner’, editorial Larousse. Ante algo así, ¿qué se puede decir?

En un solemne acto de entrega de premios, a Anaí no se le ocurrió otra cosa que decir que ese galardón no lo merecía ella, sino que me correspondía a mí

A diferencia de Elena, que ya estaba en El Confidencial cuando entré en 2007, Anaí Gracia llegó varios meses después, justo cuando el periódico comenzó a crecer a ritmo frenético. Esa mejora empresarial tendrá muchos padres, pero está claro que los jovenzuelos que hemos remado a diario tenemos un papel muy relevante. Todos fuimos creciendo y mejorando individualmente, y Anaí lo hizo tanto que este año fue elegida, por la Asociación de la Prensa de Madrid, Mejor Periodista de 2014. Ella y José María Olmo destaparon el caso del pequeño Nicolás en nuestras páginas virtuales.

Pues en un solemne acto de entrega de premios el mes pasado, con mandatarios regionales y miembros relevantes del periodismo, a Anaí no se le ocurrió otra cosa que decir que ese galardón no lo merecía ella, sino que me correspondía a mí. No sé qué más palabras de cariño o reconocimiento usó, el caso es que me llegaron por varios canales testimonios de asistentes al acto emocionados. Aparte de ser un escaparate ideal para amplificar la lucha que estoy afrontando, fue sobre todo un acto de generosidad inmenso. Repito: ante algo así, ¿qué se puede decir?

Siempre uno más en El Confidencial

Lo último que cubrimos siendo yo coordinador de la sección de Deportes fue el Mundial de Brasil 2014. La cobertura incluía un especial visualmente espectacular cuya preparación llevó varios meses, en los cuales tuve unas reuniones esporádicas con los encargados del diseño. David Gutiérrez era quien lo llevaba a cabo, y ese puñado de encuentros ha sido mi única relación con él.

Por eso, si cabe aún más que en las otras ocasiones, me sorprendió tanto cuando me enteré de que en su boda, celebrada este verano, había decidido que en vez de regalar el típico recuerdo a los invitados, la pareja iba a donar ese montante a la investigación de la ELA. Así lo hizo y además informó a los asistentes mediante unas tarjetas junto al menú. Un detalle que me hace hasta sentir pudor por ser yo el responsable de que se produzca, pero que al final me llena de orgullo porque significa que el mensaje que quiero transmitir desde el primer día, que esta lucha nos incumbe a todos, está calando en la gente. Y vuelvo a repetir: ante algo así, ¿qué se puede decir?

A mí solo me sale una palabra: gracias.

Si desea colaborar en la lucha contra la ELA puede hacerlo en la web del Proyecto MinE, una iniciativa para apoyar la investigación que parte de los propios enfermos.

La noticia de mi enfermedad impactó en todos los círculos donde me movía. En eso no hay diferencias entre unos enfermos y otros. Según van asimilando qué es eso de la ELA, los lamentos y la pena aparecen rápidamente entre quienes te conocen a poco que te tengan un mínimo de afecto. Pero también las ganas de ayudar en esta lucha.

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