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Los caprichos del bonus: tú sí, tú no, tú ¿qué has hecho por la acción?
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Sonia Franco

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Sonia Franco

Los caprichos del bonus: tú sí, tú no, tú ¿qué has hecho por la acción?

Ya estamos en esa época del año en que nuestros jefes han de decidir si nos merecemos o no el soñado bonus que, por supuesto, casi

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Los caprichos del bonus: tú sí, tú no, tú ¿qué has hecho por la acción?

Ya estamos en esa época del año en que nuestros jefes han de decidir si nos merecemos o no el soñado bonus que, por supuesto, casi todos nos hemos gastado de antemano. Porque nosotros lo valemos.

Pero en esta ocasión, el variable se presenta huidizo, ya sea porque nuestra empresa va peor de lo previsto, por los caprichos de los que mandan o por aquello de que "ya que estamos en crisis, mejor ni hablamos de bonus". Espero que tu caso no encaje en ninguno de los que veremos más abajo aunque, visto lo visto, es probable que sí.

Despidos prebonus

Poco antes de Navidad, mi amiga Charo brindaba no ya por un 2012, sino por un 2013 mejor.

—¿Por qué te adelantas tanto?, le pregunté.

—Porque el 16 de enero el banco me despide.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

—Sabemos que van a echar a gente y, lógicamente, lo harán antes de repartir los bonus.

Acertó. La despidieron a ella y a todo su equipo en la fecha de marras. Con cajas destempladas y sin bonus, que en banca de inversión supone un porcentaje muy suculento del salario. Historias de la crisis.

Pito pito gorgorito

Patxi anda desanimado, como todos los años por estas fechas. Es de los que se toma muy en serio la evaluación de su equipo y procura ser justo: sabe que el bonus tendrá una incidencia importante en su motivación del año siguiente. Sin embargo, le llevan los demonios porque es su superior el que tiene la última palabra.

—¿Por qué quieres darle el 100% a Carlos?, le pregunta.

—Es el que más se ha esforzado este año. Hemos acabado a tiempo varios proyectos gracias a él, contesta Patxi.

—Pero te ha dicho que se quiere ir del equipo…

—Bueno, es que se va a postular para un puesto en el extranjero. Pero eso no tiene nada que ver con su trabajo del año pasado.

—Quita, quita. ¿Vamos a premiar a un tío que se nos va? Ni hablar. Vamos a ponerle un poco más a Sarita, que cada año trabaja mejor.

Patxi se muerde la lengua. Si por él fuese, Sara, Sarita, ya estaría fuera del departamento. Pero es única bailándole el agua al jefe y contándole todos los cotilleos. Así que todos los años tiene garantizado el 100% del bonus, cuando no más. Porca miseria.

Todo sea por y para el jefe

El marido de Marga lleva un año en paro y sus perspectivas laborales no son buenas. Ella, sin embargo, trabaja en el departamento financiero de una empresa familiar que va viento en popa. Tanto es así que el beneficio neto va a crecer un 15% en el año y la compañía se plantea prepararse para salir a bolsa cuando mejore la situación de los mercados.

Así que Marga ha decidido destinar su bonus, que supone entre el 10 y el 30% de su salario fijo, a pagar un MBA para su marido, de modo que recupere oportunidades en el mercado laboral. De hecho, él ya ha empezado a ir a clase tras pedir un crédito personal al banco que pretende amortizar en cuanto ella cobre el variable.

Pero en los últimos días han surgido rumores en el departamento de Marga. Se dice que el comité de dirección ha decidido anular todos los bonus excepto los suyos propios. De este modo, podrán presentar unas cuentas más saneadas cuando empiece el papeleo de cara a la salida a bolsa.

Marga, indignada, y dos de sus compañeros han decidido visitar a un abogado laboralista a ver si tienen alguna oportunidad de triunfar en una demanda si se confirma el rumor. Pero tienen pocas esperanzas.

Y yo, ¿qué tengo que ver con el beneficio?

Paul –pronunciado a la española- no ha recibido nunca un bonus. Tiene 32 años y 2011 ha sido el primer año en que ha entrado en el programa de remuneración variable de su empresa. Estaba bastante emocionado con la perspectiva de destinar la bonificación a la entrada para un Mini Cooper descapotable, pero la semana pasada recibió un jarro de agua fría: no hay bonus para nadie porque la compañía no va a cumplir ni los objetivos de EBITDA ni de evolución de la cotización, lo que anula de un plumazo el cumplimiento de los objetivos individuales.

Paul no da crédito. Él trabaja en Recursos Humanos y se encarga, entre otras cosas, de la relación con los empleados expatriados. Su jefe le ha felicitado varias veces en el último año por las iniciativas que ha puesto en marcha y el nivel de satisfacción de sus colegas con su trabajo.

—¿Cómo narices puede incidir lo que yo hago día a día en las acciones de la empresa? ¡¡¡Ni aunque haga el pino puente!!!, dice, indignado.

¿Quién dijo que el mundo laboral fuese justo?

Ya estamos en esa época del año en que nuestros jefes han de decidir si nos merecemos o no el soñado bonus que, por supuesto, casi todos nos hemos gastado de antemano. Porque nosotros lo valemos.