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Desaprender para tener éxito… dentro de diez años
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

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Sonia Franco

Desaprender para tener éxito… dentro de diez años

Mi amiga Vega nunca deja de sorprenderme. A los veintipocos, cuando todos estábamos dándolo todo para llegar a ser alguien en nuestras carreras, ella decidió que

Mi amiga Vega nunca deja de sorprenderme. A los veintipocos, cuando todos estábamos dándolo todo para llegar a ser alguien en nuestras carreras, ella decidió que quería una vida tranquila, se presentó a unas oposiciones y se dedicó a trabajar de 9.00 a 15.00. A los treinta y tantos y con tres niños, se coló por la puerta grande en el mundo corporativo y se lanzó a una desenfrenada carrera de ejecutiva. Y ahora, con los cuarenta recién cumplidos, vuelve a rompernos los esquemas.

–A mí lo que me preocupa no es perder mi trabajo hoy, sino haber dejado de ser empleable dentro de diez años.

–¿Y eso?

—Estamos tan acongojados con la crisis, que perdemos de vista los cambios tan tremendos que se están viviendo en el mundo laboral. Y cuando queramos darnos cuenta, puede ser tarde.

–¿Y qué propones?

–El único camino es desaprender. Olvidarnos de las verdades absolutas que hemos mamado y empezar de nuevo. Ya mismo.

¡Como si fuese tan fácil! Aunque hay muchos expertos que así lo creen. Eduardo Punset, en El viaje al poder de la mente, insiste en una forma distinta de afrontar el futuro: tirar por la borda gran parte de lo que sabemos para poder aprender cosas nuevas. De algún modo, se trata de vaciar el disco duro de todo aquello que nos ha servido hasta un determinado momento pero que ha dejado de ser útil y ocupa espacio en nuestra mente.

Una crisis tan profunda como la actual es perfecta para afrontar un cambio así. Si además de la económica vivimos una crisis social, institucional, política y de valores, el cambio no sólo debería ser posible, sino también aconsejable.

¿Y por qué no empezar por prepararnos para ese nuevo entorno laboral que predice no sólo Vega, sino multitud de gurús? Se trataría de prestar atención a las cosas que ya están cambiando en nuestro entorno laboral e intentar imaginar en qué van a desembocar en diez o quince años. El objetivo es no estar fuera de juego cuando nuestro mercado de trabajo se haya empapado de los usos y costumbres de otros más eficaces.

¿Qué es lo que deberíamos desaprender?  Mmmm. Veamos.

A esperar las instrucciones del jefe. Si hay algo en que están de acuerdo los expertos, es que el mundo será para los proactivos y los creativos. Los que se limitan a obedecer órdenes cada vez lo van a tener más crudo.

A marcharme el último. Calentar el sillón pasa de moda a pasos agigantados. La productividad se medirá cada vez más en función del trabajo que se saque adelante y no por las horas que se pasen en la oficina.

A aspirar a un puesto para toda la vida. No hay marcha atrás: la vieja idea de que tu primer y último trabajo sean en el mismo sitio se aleja a pasos agigantados.  Hay que estar dispuesto a cambiar no sólo de empresa, sino de puesto, a medida que desparecen los antiguos empleos y se crean nuevos perfiles. Y ya de paso, de ciudad, de país o de sector. Flexibilidad, ante todo.

A atragantarnos con la tecnología. Ah, se siente. Hay pocas frases que den tanta sensación de estar anclado en el pleistoceno como “soy un analfabeto tecnológico y a estas alturas no voy a cambiar”. Y  aunque los Facebook y Twitter que conocemos hoy pasen por distintas etapas -es posible que ni existan en diez años-, tendremos que esforzarnos por estar a la última y que nuestras credenciales online sean impecables.

A cogerme todos los Puentes. Vacaciones de 30 días ininterrumpidos, Semana Santa y Navidades de una semana, San José, el Corpus, la Constitución… En mercados cada vez más globales, los proyectos deberán estar listos cuando tengan que estarlo, independientemente de los festivos que pillen en medio.

A esconder la vida privada. “Lo siento, jefe, pero hoy salgo antes para ver la función de Navidad de la niña” es una frase que cada vez tiene menos estigmas. Está demostrado que los empleados con una vida personal plena son los más productivos.

Que los objetivos, planes y proyectos se queden en papel mojado. Es el fin de los paripés, de los largos brainstormings que luego se quedan en nada. ¿Quién tiene tiempo para eso?

Que todo el networking que necesito esté a golpe de clic. Pues no. Todos somos fans de LinkedIn, pero cada vez está más claro que no podrá sustituir nunca la camaradería que genera el cara a cara.

Mi amiga Vega nunca deja de sorprenderme. A los veintipocos, cuando todos estábamos dándolo todo para llegar a ser alguien en nuestras carreras, ella decidió que quería una vida tranquila, se presentó a unas oposiciones y se dedicó a trabajar de 9.00 a 15.00. A los treinta y tantos y con tres niños, se coló por la puerta grande en el mundo corporativo y se lanzó a una desenfrenada carrera de ejecutiva. Y ahora, con los cuarenta recién cumplidos, vuelve a rompernos los esquemas.