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Sonia Franco

Pase sin Llamar

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Sonia Franco

Imprescindible buena presencia

Christian es el fundador y CEO de una empresa de 40.000 empleados. Es guapo, sexy, rico y tiene todo lo que desea. Marcus es un empleado

Christian es el fundador y CEO de una empresa de 40.000 empleados. Es guapo, sexy, rico y tiene todo lo que desea. Marcus es un empleado más en una empresa gris. Feo, desgarbado y con aparentemente poco carácter, se conforma con una vida rutinaria sin grandes expectativas.

Ambos tienen dos cosas en común: se lían con la guapa y protagonizan dos de los éxitos de la temporada, Cincuenta sombras de Grey y La Delicadeza. El primero es una trilogía que ha arrasado en el mundo editorial, con cerca de 20 millones de copias vendidas, y ya ha colocado los derechos para la película a Hollywood. El segundo, una deliciosa novela francesa que hace unos meses fue llevada a la gran pantalla.

El éxito de ambos libros, al igual que el de Christian y Marcus, procede de factores muy distintos. El primero podría clasificarse como literatura erótica (algunos prefieren llamarlo 'porno para mamis'): Christian Grey (al que imagino en el cine encarnado por Jude Law o Patrick Dempsey) es controlador y tiene un oscuro pasado que le llevó al sadismo, por lo que pretende convertir a la joven y virgen Anastasia Steele (voto por Emilia Clarke, la Kalesi de Juego de Tronos) en la perfecta sumisa. El segundo pertenece al género romántico-naif: la bella y encantadora ejecutiva Nathalie (como no, Audrey Tautou) se queda viuda y se tropieza, literalmente, con uno de los empleados que tiene a su cargo, el anodino y sueco Marcus (François Damiens). Él no hace nada para seducirla pero lo logra, simplemente estando ahí y mostrando su lado sensible, tierno y bondadoso.

Ni los malos cambian ni los buenos triunfan

Para bien o para mal, ambos libros resultan poco realistas, pero aciertan de lleno con las fantasías de las mujeres. En Cincuenta sombras de Grey, la protagonista enamora de tal modo al galán, que le redime de su pasado, le libera de sus cadenas y consigue hasta que le guste el sexo light¿Qué mujer no ha soñado con enamorar a un hombre hasta tal punto que cambie por ella? En La Delicadeza, la heroína se olvida del envoltorio y no hace caso del qué dirán para enamorarse de un hombre que la sociedad juzga inferior a ella pero que tiene todas las papeletas para hacerla feliz. ¿Qué mujer no ha soñado con enamorarse de su mejor amigo, la persona con la que más a gusto está en el mundo, a pesar de su aspecto de osito de peluche?

Pero la realidad es la que es: los Christian de este mundo no cambian y los Marcus no triunfan. Los Christian ocupan el despacho que hace esquina y los Marcus, la mesa junto a la fotocopiadora. Los Christian llegan arriba porque lo desean y porque es lo que espera todo el mundo de ellos, dados su aspecto y su carácter. Los Marcus ni se lo plantean, ya que desde que los demás se burlaban de ellos en el colegio, han optado por ser invisibles.

Y así es como la mayoría de las personas acaban con un Christian dominante, controlador y no demasiado escrupuloso como jefe, y riéndose, en el peor de los casos, o ignorando en el mejor al Marcus de turno. Mientras tanto, sueñan con que un buen día tendrán un jefe que les escuche, les entienda y sepa sacar lo mejor de cada cual sin sospechar siquiera que esa persona pueda ser el gris y anodino Marcus que hoy confunden con el mobiliario. Para que eso ocurriese, algún Christian debería darle una oportunidad y, claro, está demasiado ocupado comprando la empresa en la que trabaja la bella Anastasia Steele, que cumple a diario todos sus sueños eróticos, para luego convertirla en consejera delegada antes de cumplir los 23.

Volvamos al mundo real. Un mundo en el que aún hay anuncios laborales que dicen “imprescindible buena presencia”. Un mundo en el que los guapos ganan más dinero. Un mundo en el que ser buena persona es considerado poca cosa. Así nos va.

Christian es el fundador y CEO de una empresa de 40.000 empleados. Es guapo, sexy, rico y tiene todo lo que desea. Marcus es un empleado más en una empresa gris. Feo, desgarbado y con aparentemente poco carácter, se conforma con una vida rutinaria sin grandes expectativas.