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"Yo no tengo la culpa": las personas imposibles existen
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Sonia Franco

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Sonia Franco

"Yo no tengo la culpa": las personas imposibles existen

María dirige el departamento de medios de una empresa madrileña. Recientemente ha tenido que hacer recortes por la situación económica y ha decidido deslocalizar los servicios

María dirige el departamento de medios de una empresa madrileña. Recientemente ha tenido que hacer recortes por la situación económica y ha decidido deslocalizar los servicios web. Recurrió a sus conocidos para que le recomendasen diferentes opciones, habló con distintas compañías, pidió presupuestos y se quedó con la empresa que mejor espina le dio: los responsables ofrecían una imagen muy profesional, parecían tener muy buenas ideas y daban la impresión de ser muy eficientes.

La relación resultó complicada desde el principio. Los fallos eran constantes, pero María los achacó al necesario proceso de adaptación. Pasaban las semanas y aquello apenas mejoraba, así que le pidió cuentas al proveedor. Él daba explicaciones, sí, aunque apenas inteligibles para un profano en el mundo de la informática. Lo que sí quedaba claro es que la culpa no era nunca suya: una vez la web estaba siendo atacada por piratas chinos, otra el problema era que los que la habían diseñado eran unos chapuceros… Las excusas nunca faltaban y la web no acababa de funcionar bien. De modo que María y sus compañeros empezaron a desconfiar del proveedor.

No obstante, decidieron darle un voto de confianza y esperar un tiempo a ver si las cosas mejoraban. Los problemas del principio se fueron solucionando, pero surgían otros. Cada vez que se les encargaba un nuevo proyecto, aparecían nuevos problemas que, por supuesto, escapaban por completo de la responsabilidad del proveedor.

–Es como si yo hablase en chino y ellos, en japonés. No hay manera de entendernos –se quejaba María.

El resultado es que todo se resolvía tarde y mal, por lo que la frustración de María y su equipo iba en aumento. Hasta que decidieron poner fin al contrato. Ahora trabajan con una nueva empresa y las cosas van sobre ruedas.

–Si surgen problemas, se resuelven sin necesidad de buscar culpables. Tenemos una relación fluida y de confianza. Como debe ser.

Desde pequeñitos buscamos el modo de inculpar a otros como mecanismo de autodefensaMaría ha conocido por las malas a un tipo de persona que resulta muy frustrante en el entorno laboral: la que nunca tiene la culpa de nada. Estoy segura de que todos os habéis cruzado alguna vez con alguien así. El típico compañero que se las arregla para que parezca que sus errores los ha cometido otro. El clásico proveedor que encuentra siempre una excusa para no responsabilizarse de aquello que le atañe. El consabido jefe que culpa al eslabón más débil de la cadena cuando sus superiores le llaman la atención. ¿Quién no ha hecho esto alguna vez, me diréis? De acuerdo. Desde pequeñitos buscamos el modo de inculpar a otros como mecanismo de autodefensa. El problema es cuándo se convierte en una costumbre tan arraigada que no asumimos nuestras responsabilidades.

¿Cómo reconocer a estas personas?

Para empezar, hay que saber que existen: hay quien las denomina personas imposibles y se las reconoce porque siempre buscan culpabilizar a otro de sus propios errores. Son desafiantes, no atienden a razones, no reconocen defectos y, además, son una fuente inagotable de argumentos que respaldan sus puntos de vista. Hablan de ti a tus espaldas, son muy dogmáticas y casi siempre están envueltos en algún drama. Con ellos es difícil mantener un diálogo que no acabe en la confrontación. No es ya que no sepan hacer autocrítica, sino que no aceptan críticas, ni constructivas ni destructivas, porque no consideran que deban mejorar en nada su comportamiento. Desde su punto de vista, las cosas tienen una lógica aplastante, por lo que no entienden que tú no lo veas del mismo modo. ¿Lo peor en un entorno laboral? La cantidad de tiempo y energía que nos obligan a consumir.

¿Cómo lidiar con este tipo de personas?

Ante todo, mucha calma. Perder la paciencia y gritarles es darles motivos para reafirmarse en sus puntos de vista. Como no atienden a razones, a menudo hay que tratarles como niños: es imposible luchar contra ellos con las armas normales que se usan con los adultos. La paciencia, la tolerancia y la humildad son tus mejores aliados. Pero la mejor de todas las soluciones es deshacerse de ellos o permanecer a distancia, ya que la relación con una persona imposible es precisamente eso: imposible.

–Si hubiese sabido antes que este tipo de personas existe y está tipificado, no hubiese tenido dudas –dice María sobre su proveedor– Hubiese roto la relación de inmediato y me hubiese ahorrado un montón de tiempo y de disgustos.

¿Y tú? ¿Reconoces alguna persona imposible en tu entorno laboral? No valen políticos, que esos ya se sabe que jamás se responsabilizan de nada…

María dirige el departamento de medios de una empresa madrileña. Recientemente ha tenido que hacer recortes por la situación económica y ha decidido deslocalizar los servicios web. Recurrió a sus conocidos para que le recomendasen diferentes opciones, habló con distintas compañías, pidió presupuestos y se quedó con la empresa que mejor espina le dio: los responsables ofrecían una imagen muy profesional, parecían tener muy buenas ideas y daban la impresión de ser muy eficientes.