Es noticia
La dudosa utilidad de las quejas (y sus beneficios secundarios)
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Psicólogos 4YOU
Daniel Peña

Psicólogos 4YOU

Por

La dudosa utilidad de las quejas (y sus beneficios secundarios)

Por increíble que parezca, las quejas pueden ser útiles. Es sorprendente que una actividad tan deprimente y paralizante pueda tener alguna utilidad, pero es así. El

Pero no es el único beneficio de la preocupación. Cuando nos enfrentamos a una situación interpersonal de conflicto (ej., no estamos de acuerdo con alguien), tendemos a obtener mejores resultados de nuestro “adversario” cuando mostramos emociones negativas como la preocupación o la queja. Parece ser que transmitimos la sensación de que necesitamos ayuda, y esto provoca una mayor condescendencia por parte de los demás. Dicho de otra manera, ceden por que les hemos dado pena, no por que estén realmente convencidos.   

El lado oscuro de la queja

Sin embargo, las quejas tienen grandes inconvenientes. El primero es que generalmente ocultan un problema mal planteado. Es probable que nos estemos quejando porque no tenemos suficiente control o influencia sobre las causas del problema o porque está formulado de forma que no podemos hacernos cargo de él (ej., planteado en términos demasiado vagos o abstractos).

El segundo es el emocional. La preocupación y la queja producen un estado de hipervigilancia sostenida, algo así como si estuviera a punto de pasar algo malo constantemente. Esto hace que durmamos mal, que nos duela la cabeza y que tengamos problemas digestivos. Y por si todo esto fuera poco, además es contagioso.

Quejarse genera pequeños beneficios en el corto plazo, pero trae severos problemas con el tiempoEl último es el efecto sobre nuestro carácter, sobre nuestro estilo general de afrontar los retos y problemas en nuestras vidas. Ya dijimos que cuando la preocupación se alinea con la negatividad, produce efectos engañosos, generando la sensación de agilidad o facilidad mental que nos llevará a buscar este estado negativo en siguientes ocasiones, dando lugar a una peligrosa espiral de negativismo. Cuanto más negativos seamos, más oportunidades tendrá la preocupación para mostrar su “utilidad”, y cuanto más tiempo pasemos preocupados, más negativos nos estaremos volviendo.

Eliminando la queja innecesaria

La cuestión, una vez más, es que hay que elegir. Ahora sabemos cómo funciona la queja, ¿no? Sabemos que provocará pequeños beneficios en el más corto plazo, y que traerá problemas más severos después. Correremos el riesgo de volvernos pasivos, temerosos, asustadizos e inseguros. Así que hay que elegir. Nuestro consejo es que durante unos días esté atento a cómo se habla a sí mismo y a los demás. Que observe con detalle cuántas veces se queja y cuanto tiempo pasa dándole vueltas a todo lo que le preocupa.

Es todo un privilegio poder influir sobre nuestros problemas, así que no desperdicie la oportunidadUna vez que sea consciente de cuánto, cuándo y cómo lo hace (es el primer paso para romper un hábito o automatismo complejo) puede seguir estos sencillos pasos para deshacerse de la queja innecesaria. Empiece por preguntarse para qué iba a quejarse. Si quería conseguir algo de la persona que tenía delante (ej., más conversación, un favor, una palabra de tranquilidad…) busque un camino más directo, sea asertivo, “pida” lo que necesite y asuma que los demás pueden decirle que no, pero pídalo. Si iba a quejarse porque realmente tiene un problema, pregúntese si ese problema es importante y si tiene usted algo que hacer, es decir, si puede usted influir sobre las causas de dicho problema. Si puede hacer algo, ¡hágalo ya! Cuanto antes. No lo aplace ni se lo piense más. Es todo un privilegio poder influir sobre nuestros problemas, así que no desperdicie la oportunidad. Por otra parte, si no hay nada que pueda hacer, déjelo cuanto antes. No se preocupe, recuerde que no había nada que hacer. Quejarse no va a cambiar las cosas.

Por último, si no sabe muy bien por qué iba a quejarse pero estaba a punto de hacerlo, ¡no lo haga! Lo mejor que podría pasarle es que le fuera bien y así tuviera la sensación de que ha servido de algo. Recuerde que eso es precisamente lo que pone en marcha la espiral del negativismo. Busque en su memoria cualquier razón para sentirse privilegiado o agradecido y céntrese en ella.

Y permítanos una última sugerencia. La próxima vez que alguien le responda “bien” cuando usted pregunte “¿qué tal?”, alégrese por esa persona, muestre interés por lo que le hace sentir bien, y si tiene oportunidad, agradézcaselo. Recuerde que podía haberse quejado y no lo ha hecho, y eso siempre es de agradecer.

Pero no es el único beneficio de la preocupación. Cuando nos enfrentamos a una situación interpersonal de conflicto (ej., no estamos de acuerdo con alguien), tendemos a obtener mejores resultados de nuestro “adversario” cuando mostramos emociones negativas como la preocupación o la queja. Parece ser que transmitimos la sensación de que necesitamos ayuda, y esto provoca una mayor condescendencia por parte de los demás. Dicho de otra manera, ceden por que les hemos dado pena, no por que estén realmente convencidos.