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El miedo a engordar, denominador común de los trastornos alimenticios
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El miedo a engordar, denominador común de los trastornos alimenticios

Los trastornos de alimentación se han convertido en una de las principales preocupaciones para los padres de los adolescentes de hoy en día. Es muy común

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El miedo a engordar, denominador común de los trastornos alimenticios

Los trastornos de alimentación se han convertido en una de las principales preocupaciones para los padres de los adolescentes de hoy en día. Es muy común oír a los chicos de esta edad decir que no les gusta su cuerpo, o incluso que odian su aspecto físico. Los medios de comunicación alertan del peligro de estos trastornos y los padres lógicamente se asustan. Pero realmente ¿qué es un trastorno de alimentación? ¿Podemos prevenirlo? En efecto, los adultos algo podemos hacer.

Existen varios tipos de trastornos de alimentación; todos hemos oído hablar de anorexia y bulimia. Sin embargo, hay un denominador común en todos ellos, el miedo a engordar. En el momento en que la preocupación por el peso y la figura se transforma en miedo intenso a engordar, podemos empezar a tomar medidas para que el niño o adolescente no desarrolle un trastorno de alimentación.

Para desarrollar este tipo de trastorno tienen que confluir una serie de factores de vulnerabilidad en la misma etapa, es decir, en un momento vital determinado. Estos factores se van fraguando poco a poco a lo largo de la vida del niño y es cuando confluyen en una etapa concreta cuando puede desarrollarse el trastorno. Que la persona tenga algún factor de vulnerabilidad no quiere decir que vaya a sufrir el trastorno, pero si se dan varios a la vez, de forma potente, sí aumenta la probabilidad de su aparición .

Factores desencadenantes

Un factor de vulnerabilidad, y en ocasiones desencadenante del trastorno, es hacer dieta. Cuando la dieta es muy restrictiva hay más probabilidad de que haya ingesta compulsiva (comer con ansiedad), en forma de atracón. El hipercontrol es lo que lleva al descontrol. Seguidamente, la persona se siente culpable y quiere compensar lo que ha ingerido por ejemplo, haciendo mucho ejercicio físico de forma compulsiva. Cuanto más aumenta la restricción, más lo hace el miedo a engordar, y cuanto más miedo a engordar tengo, más me cuesta comer, con lo que este círculo se retroalimenta. La dieta siempre debe ser realizada cuando realmente sea necesaria, debe estar prescrita por un especialista y ser equilibrada.

Otro factor de vulnerabilidad es el perfeccionismo. Las personas que son perfeccionistas consideran que, para que algo esté bien hecho, tiene que estar perfecto. Esto lleva a la persona a ser muy exigente consigo misma, a tener miedo a cometer errores, a ver las cosas como todo o nada y a utilizar una gran carga autocrítica. El perfeccionismo está en la base de todos los trastornos de alimentación. En ocasiones, este factor puede ser visto por los demás como algo muy positivo, porque el niño o adolescente se esfuerza mucho y saca muy buenas notas, es muy responsable y trabajador. Sin embargo, no logra sentirse a gusto consigo mismo porque siempre considera que podría haberlo hecho mejor. Por ejemplo, si saca un 9, no está satisfecho porque no es un 10. Está muy bien querer superarse y luchar por las cosas que uno quiere en la vida, pero las metas deben ser realistas. La persona perfeccionista se critica mucho por sus errores, no se felicita cuando las cosas le salen bien, no confía en sí mismo/a, no se siente seguro/a y seguirá teniendo miedo a fracasar, aunque haga las cosas bien.

El siguiente factor de vulnerabilidad es la necesidad de aprobación. El chaval necesita saber que los demás están contentos con lo que él hace o con lo que él es. Está muy pendiente de lo que piensan de él, no da su opinión y se comporta de forma sumisa para que los demás no se enfaden. Tiene mucho miedo al rechazo de los demás, teniendo más en cuenta las opiniones de los demás que las suyas propias.

Percibir los defectos y no las virtudes

La baja autoestima también está en la base de este trastorno. Sabemos que un chaval tiene baja autoestima cuando le cuesta valorarse a sí mismo, cuando no muestra confianza en lo que hace y cuando ve rápidamente sus defectos y le cuesta mucho ver sus virtudes.

La impulsividad también es considerada como factor de vulnerabilidad. Tomar decisiones apresuradamente y sin pensar en las consecuencias a largo plazo son características de este factor. Para estas personas, imperan las consecuencias inmediatas y quieren las cosas al momento. Suelen empezar las cosas y no las terminan. Les cuesta mucho anticipar las consecuencias de sus actos.

Otro factor que también puede influir haciendo vulnerable al adolescente respecto a un trastorno de alimentación es la baja tolerancia a la frustración, la cual suele manifestarse cuando el chaval se siente mal de forma desproporcionada cuando las cosas no le salen como pretende. Bajo este factor, la persona muestra poca capacidad de aguante, y no es capaz de relacionar correctamente el medio y el fin: no hay correspondencia entre esfuerzo y deseo. Le cuesta aceptar los límites y siente que si lo desea, tiene que ser. Confunde el deseo con la realidad.

Los niños copian los comportamientos de los adultos

La necesidad de control es otro factor de vulnerabilidad que consiste en tener la necesidad de tenerlo todo controlado, de estar siempre seguro de todo. La persona tiene miedo a no saber manejar o resolver las situaciones que se le plantean y se siente muy mal si las cosas no salen exactamente como  esperaba o quería. Toleran muy mal la incertidumbre.

Es muy importante ser un ejemplo para nuestros hijos. Si hay algún factor con el que los papás se han sentido identificados, es importante abordarlo desde el autoanálisis. Es cierto que hay muchas veces en que es difícil controlarnos, pero cuanto más conscientes seamos de nuestros comportamientos, mejor podremos abordarlos. Los niños aprenden del comportamiento de los adultos que tienen cerca. Tal y como ellos nos ven enfrentarnos a las cosas, así lo harán ellos.

Por lo tanto, recomendamos que los papás observen si sus hijos cuentan con estos factores de vulnerabilidad y si ellos mismos los tienen. Si es así, no duden en abordarlos acudiendo a un terapeuta para trabajar el factor en sí mismo y para prevenir la aparición de un trastorno de alimentación.

Los trastornos de alimentación se han convertido en una de las principales preocupaciones para los padres de los adolescentes de hoy en día. Es muy común oír a los chicos de esta edad decir que no les gusta su cuerpo, o incluso que odian su aspecto físico. Los medios de comunicación alertan del peligro de estos trastornos y los padres lógicamente se asustan. Pero realmente ¿qué es un trastorno de alimentación? ¿Podemos prevenirlo? En efecto, los adultos algo podemos hacer.