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Xavier García Albiol es una buena elección, como le dijo Verstrynge a Pablo Iglesias
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Esteban Hernández

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Xavier García Albiol es una buena elección, como le dijo Verstrynge a Pablo Iglesias

La hostilidad con que se ha acogido el nombramiento de Albiol como candidato popular arroja algunos interrogantes sobre la izquierda y su capacidad estratégica. Y dice mucho de la del PP

Foto: García Albiol, llegando al Ayuntamiento de Badalona. (EFE)
García Albiol, llegando al Ayuntamiento de Badalona. (EFE)

La elección de Xavier García Albiol como candidato popular a las elecciones catalanas ha sido acogida por sus competidores con enorme hostilidad, ya que demuestra, en su opinión, que el PP estáregenerándose hacia la derecha más cerril y que ha decidido ganar votos sin tener en consideración los medios utilizados. Las declaraciones de Albiol acerca de la inmigración son, dicen, un buen ejemplo de cómo la derecha española continúa conservando un impulso xenófobo que saca a relucir cada vez que tiene ocasión. De hecho, la izquierda considera al PP como un partido formado por franquistas agazapados que se liberan de sus inhibiciones en cuanto alguien les da pie para expresar lo que realmente piensan, y lo cierto es que algunos populares hacen todo lo posible por ratificar esas creencias. Pero el caso de Albiol es distinto, y hacen mal quienes lo analizan desde esta perspectiva. Por varios motivos.

El UKIP en Cataluña

Su nombramiento tiene un elemento táctico que no puede ignorarse. Ciudadanos ha ganado el espacio de centro al PP en Cataluña, por lo que un candidato más templado aportaría bastante poco. Los de Rivera parecen tener bien cerrado ese reducto electoral, y más en el territorio donde son fuertes por antonomasia. En ese contexto, un giro hacia el populismo de derechas no parece mala opción, porque es el campo político que está triunfando en Europa. Las encuestas del PP eran malas, hacía falta un cambio y Albiol estaba disponible: tenía experiencia municipal, un nombre hecho y un perfil combativo. Idóneo para probar algo de la fórmula UKIP en terreno catalán.

Prohibir los toros, retirar el busto del Rey o hablar de Concejalía de Ciclo de Vida, Feminismos y LGTBI son los asuntos que hicieron irrelevante a la izquierda

En España, la opción populista ha sido patrimonio de Podemos, que es quien mejor ha conectado con los descontentos, y quien mejor se ha posicionado entre una clase media que desciende de nivel social y entre unas clases populares urbanas que se sienten sin lugar en este nuevo mapa laboral y económico. Pero sus recientes éxitos electorales en las municipales han servido también para que florezcan una clase de discursos poco aceptados entre esas capas sociales: dedicarse a prohibir los toros, a retirar bustos del Rey, a sustituir la Concejalía de Juventud por la de Ciclo de vida, Feminismos y LGTBI, o a negarse a estar presentes en manifestaciones religiosas son el tipo de cosas simbólicamente útiles pero en realidad banales que llevaron a la a la izquierda a convertirse en irrelevante en el panorama político de las últimas décadas. Son este tipo de asuntos, a juzgar por las últimas encuestas, los que están deteriorando su apoyo electoral, mucho más que el golpe sobre la mesa burocrático e irracional que el Eurogrupo dio sobre Grecia.

El motor de la política contemporánea

El problema de fondo lo podríamos definir así: hay un buen número de ciudadanos descontentos, que se ven sin demasiadas posibilidades, que no confían en el futuro, que demandan un cambio en sus condiciones de vida (en especial en las económicas) y que conforman una fuerza electoralmente disponible para quien sepa conectar con ellos. Ese ha sido el motor que ha impulsado a los partidos emergentes europeos y el que configurará la política de los próximos años, si no hay un giro en las políticas económicas que frenen la desigualdad y que permitan una vida mejor a una mayoría de ciudadanos.

La de Albiol no es una mala elección, dado el éxito en Europa de los populismos, y menos aún en Cataluña, donde el PP tiene bastante poco que hacer

Hasta ahora, ha habido varios modos de ganarse el voto de estos electores. Uno ha sido el de Syriza, abogando por una Unión Europea diferente y prometiendo liberar recursos para dedicarlos a los necesitados en lugar de a pagar una deuda insostenible; muy cerca ha estado la de Podemos, sólo que han insistido fundamentalmente en la corrupción del sistema y en la necesidad de un cambio, a menudo inespecificado, y no tanto en elementos económicos. La tercera forma ha sido la de los partidos populistas de derecha, apostando por un regreso a las viejas fronteras, abogando por la salida de la UE y atacando, a veces con ribetes xenófobos, las políticas de inmigración que permiten la llegada de demasiadas personas a un barco que tiene exceso de pasajeros.

La doble cara de la beligerancia

Esta es la vía (dejando lo de Europa al margen) que ha elegido el PP para Cataluña. No parece electoralmente una mala decisión, dado su éxito en Europa, y menos aún en un entorno como el catalán, donde los populares tienen bastante poco que hacer. Es cierto que la beligerancia allí les ha dado réditos en el resto de España, pero les ha perjudicado mucho localmente, por lo que las expectativas están muy bajas, y cualquier cambio les puede venir bien. Albiol es otra apuesta, más ligada con los tiempos europeos, que quizá sea útil.

Verstrynge dijo en Fort Apache que esos votantes se los llevaba Podemos o el alcalde de Badalona, y el PP le ha hecho caso

Pero el nombramiento de Albiol ha hecho que la izquierda muerda la presa, y sin ninguna intención de soltarla, a juzgar por su recepción en las redes. Sin embargo, cabría advertirles de un par de tendencias típicas de la política contemporánea que convierten esa actitud en una mala idea. En primer lugar, porque significa hacer lo mismo de siempre: señalar con a los demás como racistas, xenófobos y tal no es atacar a Albiol, sino también a sus votantes y a mucha otra gente de las clases desfavorecidas preocupada por el aumento de la inmigración. La vieja izquierda, en lugar de entender qué piensan esas personas, analizar los problemas y darles una solución, optó por la vía cómoda, insultarles, y eso llevó a que los barrios obreros franceses y británicos que antes les votaban hoy lo hagan a Le Pen y Farage. No han aprendido mucho. Recuerdo a Verstrynge diciendo en Fort Apache, el programa dirigido por Pablo Iglesias, que o se llevaba Podemos a esos electores o lo hacía el alcalde de Badalona, y parece que el PP le ha hecho más caso que Podemos.

El ejemplo de Donald Trump

Pero, en segundo lugar, es mala táctica porque, por algún motivo extraño, cuanto más criticas a alguien, más pareces encumbrarle. Le ocurrió a Pablo Iglesias: Podemos no hubiera cobrado tanta visibilidad sin la torpe estrategia del PP de atacarle incruenta e injustificadamente desde el minuto uno. Le está pasando a Donald Trump: pocos políticos han sido tan denigrados como el malencarado millonario estadounidense y después de una campaña enorme (y merecida) de satirización de su figura, las encuestas para las primarias de New Hampshire le sitúan en cabeza, doblando en intención de voto al segundo clasificado, el tercer Bush. Creo que este tipo de cosas no las ha valorado el PP al recoger como líder a Albiol, pero parece que otros pueden hacerle la campaña.

La elección de Xavier García Albiol como candidato popular a las elecciones catalanas ha sido acogida por sus competidores con enorme hostilidad, ya que demuestra, en su opinión, que el PP estáregenerándose hacia la derecha más cerril y que ha decidido ganar votos sin tener en consideración los medios utilizados. Las declaraciones de Albiol acerca de la inmigración son, dicen, un buen ejemplo de cómo la derecha española continúa conservando un impulso xenófobo que saca a relucir cada vez que tiene ocasión. De hecho, la izquierda considera al PP como un partido formado por franquistas agazapados que se liberan de sus inhibiciones en cuanto alguien les da pie para expresar lo que realmente piensan, y lo cierto es que algunos populares hacen todo lo posible por ratificar esas creencias. Pero el caso de Albiol es distinto, y hacen mal quienes lo analizan desde esta perspectiva. Por varios motivos.

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