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Rajoy y su estrategia: ataca a Podemos y acaba ayudando a su verdadero enemigo
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Esteban Hernández

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Rajoy y su estrategia: ataca a Podemos y acaba ayudando a su verdadero enemigo

La campaña del miedo que está utilizando el PP se le está volviendo en contra: debilita a Pablo Iglesias pero da sus votos al rival que puede quitarle el triunfo en las generales

Foto: Rajoy ha alertado con frecuencia de la catástrofe que supondría un gobierno PSOE-Podemos. (Reuters)
Rajoy ha alertado con frecuencia de la catástrofe que supondría un gobierno PSOE-Podemos. (Reuters)

Si hay algo que sepamos seguro de las campañas electorales contemporáneas es que sabemos muy poco: la velocidad de los procesos suele hacer inútiles la mayoría de las previsiones y los análisis definitivos de hoy son prescindibles mañana por la mañana: lo que hasta hace nada parecía un evidente ascenso de Podemos, hasta situarle como primera fuerza política, apunta a un desinflamiento de la iniciativa, devolviéndola a los parámetros de una IU algo más reforzada; lo que parecía una debacle en toda regla del PSOE apunta ahora hacia su consolidación como opción real de gobierno, gracias a los pactos; y la pérdida masiva de votantes del PP, que podía conducirle a la oposición, hoy se antoja improbable.

Pero eso es ahora, y queda mucho hasta las generales. Por ejemplo, las elecciones catalanas, donde un buen resultado de Podemos tendría el efecto de parar la caída y de poner entre paréntesis los resultados de las encuestas y donde las cifras de PSOE/PSC y PP contarán con un efecto más simbólico que real. Además, habrán de tenerse en cuenta factores poco previsibles pero importantes, como las novedades sobre corrupción que vayan sacándose de debajo de la alfombra o la evolución que tenga la economía en los próximos cien días. En fin, demasiados elementos desconocidos como para aventurar un pronóstico claro.

El PP está seguro de seguir la estrategia adecuada, la de mostrarse como único garante de la estabilidad, la sensatez y la seguridad frente a la tentación Podemos

Los partidos, sin embargo, exhiben menos dudas, especialmente los dos mayoritarios, que están especialmente contentos después de haber atravesado el paraje nebuloso al que les condujeron las formaciones emergentes. El PSOE está vivo, lo cual es mucho, y conserva alguna opción de ganar. El PP está seguro de que formará el próximo Gobierno si Ciudadanos no se lo impide negándole el apoyo tras las elecciones.

El verdadero responsable de la insensatez

Los populares, que manejan como probable un porcentaje de voto entre el 30-35%, lo que les daría la Moncloa, están seguros de seguir la estrategia adecuada, la de mostrarse como únicos garantes de la estabilidad, la sensatez y la seguridad frente a las enormes amenazas, cercanas a la catástrofe, que se ceñirían sobre España si cayésemos en la 'tentación Podemos'. Hasta ahora, su principal baza para la campaña ha sido señalar con el dedo a los de Pablo Iglesias, insistiendo en los riesgos que nos causaría su presencia en el Gobierno, pero resaltando siempre que el verdadero responsable de esa insensatez sería Pedro Sánchez, el gran beneficiado del ascenso de los podemitas. Sin embargo, en los últimos días, y como consecuencia de las encuestas que señalan la debilidad de Podemos y el ascenso de los socialistas, el acento se ha puesto mucho más en el PSOE que sus probables aliados, ya que lo perciben como el único rival que les puede expulsar de Moncloa.

La paradoja es que cuanto más se critique a Podemos, más se refuerza a Pedro Sánchez; cuanto más caigan los de Iglesias, más votantes recogen los socialistas

Este desplazamiento revela una de las debilidades de la estrategia del miedo del PP, que se le puede volver (una vez más) en contra. Tanta insistencia en los peligros a que nos conduciría una España dirigida por Iglesias está siendo efectiva, pero con la consecuencia de iniciar el trasvase de votos a los socialistas. Esa es la paradoja: cuanto más se atice a Podemos, más se refuerza a Pedro Sánchez; cuanto más caigan los de Iglesias, más votantes recogen los socialistas. Y eso es un problema serio en un contexto de porcentaje bajo de votos para cada partido. Ciudadanos sigue una línea estable, y no parece que vaya a caer por debajo de ella, máxime cuando las elecciones catalanas los harán más visibles y especialmente si, como parece más que probable, obtienen buenos resultados. Y Ciudadanos es el principal competidor del PP en el espectro del centro derecha.

El foco se pone en el PSOE

En este bipartidismo doble, PP/Ciudadanos contra PSOE/Podemos, cuanto más se debilita a un integrante del binomio, más fuerte se hace al otro. Ese es el dilema del PP, que tiene que estirar la cuerda, pero con cuidado para que no se rompa. Esa es la razón que explica la cada vez mayor hostilidad de los de Rajoy para con los de Pedro Sánchez, la insistencia en que han llegado al poder pactando con radicales de todo tipo en las autonómicas, y que han dado su apoyo en las capitales importantes a partidos que pueden poner a España en riesgo y que dada su enorme ambición son capaces de hacer cualquier cosa con tal de ganar.

Esta campaña del miedo cuando funciona, ofrece réditos, pero cuando no, multiplica las animadversiones y rebota con enorme fuerza

Pero la cuestión de fondo, el verdadero riesgo de su estrategia, es que con una campaña tan fuerte continúan granjeándose enemigos, y el sentimiento anti PP está tan acentuado que muchos votantes no ven mal todo tipo de asociaciones pre y postelectorales con tal de sacar a Rajoy de la Moncloa. Una hostilidad que probablemente vaya en aumento de aquí a los comicios, además. Eso es peligroso porque puede activar algo que a los populares les resulta bien conocido, porque lo han sufrido en Madrid o en Zaragoza. En la capital, gran parte del voto fue a Carmena porque las encuestas anunciaron una semana antes que la cabeza de lista de Ahora Madrid tenía opciones reales de sacar del Ayuntamiento a Esperanza: importó menos el partido al que pertenecía que la convicción del votante en que un triunfo anti PP estaba al alcance de la mano. El riesgo para los populares es que una situación de esta índole se repita, y están haciendo todo lo posible. Esta campaña del miedo cuando funciona, ofrece réditos, pero cuando no, multiplica las animadversiones y rebota con enorme fuerza.

Si hay algo que sepamos seguro de las campañas electorales contemporáneas es que sabemos muy poco: la velocidad de los procesos suele hacer inútiles la mayoría de las previsiones y los análisis definitivos de hoy son prescindibles mañana por la mañana: lo que hasta hace nada parecía un evidente ascenso de Podemos, hasta situarle como primera fuerza política, apunta a un desinflamiento de la iniciativa, devolviéndola a los parámetros de una IU algo más reforzada; lo que parecía una debacle en toda regla del PSOE apunta ahora hacia su consolidación como opción real de gobierno, gracias a los pactos; y la pérdida masiva de votantes del PP, que podía conducirle a la oposición, hoy se antoja improbable.

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