Es noticia
La fórmula perfecta para subir en la empresa
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Tribuna
Esteban Hernández

Tribuna

Por

La fórmula perfecta para subir en la empresa

"Si quieres ascender laboralmente, tienes que actuar y vestir como la gente a la que te quieres parecer". ¿Es este el mejor consejo que se puede dar a quien quiera progresar? Quizá sí

Foto: Si quieres subir, ya sabes: donde fueres, haz lo que vieres. (iStock)
Si quieres subir, ya sabes: donde fueres, haz lo que vieres. (iStock)

El escritor, conferenciante e 'influencer' de LinkedIn Jeff Haden ha publicado un artículo en 'Business Insider' en el que resalta la importancia de la apariencia como elemento diferencial a la hora de ser contratado o de ascender en una empresa, a partir de una anécdota personal. Haden trabajaba en un taller de una fábrica, y, durante una conversación con un jefe de servicio, le pidió que le contase sus aspiraciones. Haden quería subir algún peldaño en la compañía, y hacerse supervisor y así lo expuso. El jefe le preguntó por su formación y por su experiencia profesional, y le dijo que eso estaba muy bien, que le gustaba la gente que tenía sueños pero que había algo imprescindible que le faltaba. “Mira a tu alrededor”, le dijo. “¿Te das cuenta de cómo se visten los supervisores? ¿De cómo se peinan? ¿De cómo actúan? Pues nadie va a pensar en ti como un supervisor hasta que no te vean como uno de ellos. Y ahora, desde luego, no lo pareces”.

Haden arguyó en términos lógicos, señalando que debería importar más el buen desempeño profesional que el aspecto, pero su superior le brindó una explicación que entiende irrefutable. “En un mundo perfecto sólo importaría lo bien que hagas tu trabajo. Pero no vivimos en un mundo perfecto, de modo que sigue mi consejos. Si deseas que te promuevan a un puesto concreto, asegúrate de parecerte a la gente que ocupa ese puesto”.

La ropa, la actitud y el peso

Su experiencia profesional posterior le ha llevado a tener que contratar a mucha gente, y no siempre esta máxima se ha cumplido. Del mismo modo que ha promovido a personas que cumplían con esos criterios estéticos y no han funcionado bien, con otros que se adecuaban a esas características las cosas sí han marchado adecuadamente. A pesar de ello, entiende que como quienes contratan son las personas, lo normal es que su elección quede determinada por los factores que les dan seguridad, y nada como tener enfrente a alguien que se parece a uno mismo para creer que se está tomando la decisión correcta. Por eso se fijan en asuntos poco relevantes como la ropa, la actitud, los gestos, la altura, el peso o la edad que poco tienen que ver con la capacidad profesional.

La mayoría de los empleados con aspiraciones eligen la apuesta más sencilla: la de ofrecer una imagen de sí mismos prestigiosa, atractiva y seductora

Como esos prejuicios están plenamente operativos, concluye, mejor que dejes de ser tú mismo, y no pienses que tu talento, experiencia o capacidad van a abrirte las puertas de un empleo o de un ascenso. Lo pragmático es comportarte como se espera que te comportes, es decir, como los demás, y adoptar la apariencia que posee la gente con la que aspiras a equipararte.

Dar servicio o darse brillo

El consejo puede ser pobre, pero es efectivo. Vivimos en la economía de la persuasión, donde las relaciones públicas, la imagen y el 'marketing' se convierten en las actividades principales, y donde se relega lo ligado a la producción y al buen hacer el submundo de la 'commodity'. Así se debilitan enormemente las características sólidas, como el profesionalismo y el buen desempeño y se priorizan los elementos simbólicos, como la marca, el estatus que irradian los bienes, la visibilidad que nos ofrece una cierta posición, la apariencia física o unas costumbres determinadas. En esa tensión entre dar servicio y dar brillo, la mayoría de las firmas, y la mayoría de sus empleados, formulan la apuesta más sencilla: la de ofrecer una imagen de sí mismos prestigiosa, atractiva y seductora.

Te exigen que te diferencies, pero al final lo único que quieres es que actúes, te vistas y te comportes como hacen los demás

Como resultado, nuestra trayectoria profesional queda marcada por nuestro capital estético, lo que no se refiere sólo o principalmente a la belleza física sino a ese conjunto de 'habitus' que nos hacen saber vestir adecuadamente, exhibir la sonrisa precisa o tener a mano los recursos necesarios como para saber qué palabras utilizar y cuándo: te piden que te diferencies, que ofrezcas valor añadido, que consigas hacer marca de ti mismo, y al final lo único que te exigen es que actúes, te vistas y te comportes como hacen los demás. Este es el mundo de la innovación...

El escritor, conferenciante e 'influencer' de LinkedIn Jeff Haden ha publicado un artículo en 'Business Insider' en el que resalta la importancia de la apariencia como elemento diferencial a la hora de ser contratado o de ascender en una empresa, a partir de una anécdota personal. Haden trabajaba en un taller de una fábrica, y, durante una conversación con un jefe de servicio, le pidió que le contase sus aspiraciones. Haden quería subir algún peldaño en la compañía, y hacerse supervisor y así lo expuso. El jefe le preguntó por su formación y por su experiencia profesional, y le dijo que eso estaba muy bien, que le gustaba la gente que tenía sueños pero que había algo imprescindible que le faltaba. “Mira a tu alrededor”, le dijo. “¿Te das cuenta de cómo se visten los supervisores? ¿De cómo se peinan? ¿De cómo actúan? Pues nadie va a pensar en ti como un supervisor hasta que no te vean como uno de ellos. Y ahora, desde luego, no lo pareces”.

Recursos humanos Burocracia
El redactor recomienda