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La encuesta que revela el pozo en el que se está metiendo Podemos (y la izquierda)
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Esteban Hernández

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La encuesta que revela el pozo en el que se está metiendo Podemos (y la izquierda)

Es época de grandes preguntas y de respuestas atrevidas, especialmente para la izquierda. En ese escenario, Podemos busca explicación a los detalles en lugar de fijarse en el cuadro

Foto: Pablo Iglesias, saliendo del consejo de coordinación de Podemos. (EFE/ J.J.Guillén)
Pablo Iglesias, saliendo del consejo de coordinación de Podemos. (EFE/ J.J.Guillén)

La capacidad que tiene Podemos para sorprenderme es grande. Ayer supimos que acaban de encargar una encuesta entre sus bases para conocer cuáles han sido las causas del fracaso electoral, una idea bastante absurda en principio, porque preguntar a quienes te han votado por qué hay otros que no lo han hecho no parece que vaya a arrojar mucha luz, salvo que en lugar de averiguar las causas quieras consensuarlas. Hay otra opción, pero es todavía peor: en la medida en que cada facción del partido tiene ya decididas las explicaciones (si eres errejonista, fue por la confluencia con IU, si eres pablista, fue por una campaña moña, etc.), una encuesta de esa clase serviría sobre todo para saber con qué apoyos internos cuenta cada cual.

[Lea aquí: 'Podemos, el final de la inocencia']

En realidad, este hecho no hace más que subrayar una realidad previsible. Las guerras por el territorio, que son típicas en las organizaciones, y que quedan bien retratadas aquí, multiplican su intensidad cuando las cosas se tuercen. Podemos no es una excepción. Y dada su particular configuración como partido, en el que han confluido tendencias de lo más dispar, era aún más probable que así ocurriera.

[Lea aquí: 'Podemos, IU y sus confluencias celebran un cónclave secreto para reconquistar las calles']

El futuro del partido

Políticamente, estas miserias internas tienen poco recorrido, porque afectan a sus protagonistas y a sus seguidores, pero a casi nadie más. Ahora que Podemos carece de importancia parlamentaria a la hora de formar Gobierno, el interés de sus enemigos sobre las divisiones disminuye, como el de la mayoría de la gente que no les ha votado. Y en cuanto al futuro del partido, esas tensiones deberían ser fructíferas para recomponerse, encontrar un nuevo marco político, un liderazgo firme y una oferta más atractiva. Deberían serlo, pero es improbable.

En el caso de Podemos, quizá sea menos interesante averiguar por qué ha perdido ahora un millón de votos que conocer por qué lleva tanto tiempo fracasando

Lo de Podemos ha sido llamativo desde el primer instante, porque ejerció (y de modo voluntario) de pantalla en la que todos los descontentos proyectaban sus deseos, de forma que cada cual tenía una idea formada sobre lo que Podemos debía hacer y proponer. Ese carácter de polo positivo fue difuminándose poco a poco hasta convertirse en su contrario. Sus adversarios políticos comenzaron a tomarle como diana en la medida en que les era útil y sus partidarios prefirieron subrayar qué estaban haciendo mal: las críticas proliferaron, antes y después de Vistalegre.

Los análisis internos

Ahora toca el turno de explicar por qué las encuestas no acertaron, por qué no funcionó la campaña y por qué perdieron más de un millón de votos. Y todo el mundo tiene su explicación (dentro y fuera del partido), porque nada ha generado tantas teorías en nuestro país últimamente como Podemos. Pero en lo que se refiere a los análisis internos, va a ser muy complicado que acierten, porque se limitarán a un estudio coyuntural, relacionado con las expectativas fallidas de un momento concreto, como fue el 26-J, y a una lectura política que racionalizará las explicaciones para que convengan a la facción que resulte vencedora en la pelea interna.

Los partidos extrasistémicos en Europa son, al menos, los segundos más votados. En España, Podemos es la tercera fuerza, y a distancia

Las preguntas estrechas suelen obtener respuestas de poco recorrido. Y en el caso de Podemos, quizá sea menos interesante averiguar por qué ha fracasado ahora que conocer por qué lleva tanto tiempo fracasando. Desde luego, puede argumentarse que esta tesis es muy atrevida, porque 71 diputados para una formación nueva es un éxito, y porque solo las expectativas infladas provocaron el desánimo la noche del 26-J. Esta es una lectura correcta, pero solo si se quiere ver una parte del cuadro.

Las dos claves

Hay dos claves que permiten entender mejor el argumento. La primera es europea: de los partidos emergentes, Podemos es el que peor resultado ha tenido. Suiza, Austria, Francia, Grecia e Italia son países en que las formaciones extrasistémicas son una clara segunda fuerza o incluso han ganado las elecciones. En España, son terceros. Incluso en el Reino Unido, donde el Ukip no es un partido dominante, las tesis de Farage han influido tanto culturalmente que obligaron a su principal rival, el partido conservador, a poner en marcha un referéndum, y fueron fundamentales en la salida de los británicos de Europa. Solo ese hecho debería hacer que alguien en Podemos (y en la izquierda en general, que es la que está fracasando en este inicio del siglo XXI) se pregunte en qué han fallado para que en España no haya un segundo partido que sea extrasistémico. Dejemos de lado si esto es bueno, malo o regular: es el signo de los tiempos. Y cuando el viento sopla a favor, el partido que representa a esas fuerzas aquí está muy por debajo del resto en cuanto a resultados.

Podemos hizo lo más difícil, salir del mundo invisible de la izquierda extraparlamentaria y crear la sensación de ser una alternativa. Después decayó

La segunda clave tiene que ver con la política nacional. España es una de las más golpeadas por la crisis, con un paro elevadísimo y un claro descenso en el nivel de vida de las clases medias y de las trabajadoras. La evidencia de los casos de corrupción y el cansancio de una clase política que es percibida como ineficiente han sumado elementos para la indignación en un país que está harto. En ese escenario, Podemos hizo lo más difícil, salir del mundo invisible de la izquierda extraparlamentaria, conseguir cinco escaños en las europeas y generar la sensación de que había una alternativa que podría llegar a ser poderosa en el futuro. Poco después, las expectativas eran ratificadas por unas encuestas que los situaban como primer partido en intención de voto. Probablemente estuvieran infladas, pero eran la formación de moda y ni siquiera Ciudadanos se había convertido en partido nacional, por lo que quizá no se alejasen tanto de la realidad. En resumen, en un momento de gran descontento social, ellos estaban en lo más alto.

Sí, hay un problema

Un par de años después, el paro sigue estando ahí, las dificultades de subsistencia material también, las complicaciones de mucha gente para pagar el alquiler, luz, agua, calefacción, transporte, etc. con unos salarios cada vez más bajos también, los ingresos de autonómos y pequeñas tiendas siguen cayendo, la clase media sabe que probablemente deje de serlo pronto y los escándalos de corrupción no han decaído. Todo sigue más o menos igual, salvo en el caso de Podemos, que ahora es la tercera fuerza y sin visos de llegar mucho más lejos.

¿Hay alguien que no viva en Arganzuela que se sienta identificado con el lenguaje que utilizan?

De modo que sí, hay un problema económico grave, la gente sigue descontenta, Bruselas sigue amenazando con más recortes y la gente vota al PP, que es el partido en el Gobierno, y no a Podemos, que se había significado como la única alternativa real. Habrá muchas causas y cada cual tendrá una opinión al respecto. Yo puedo ofrecer una anécdota y una reflexión. La anécdota es la que protagonizó Echenique hace un par de días lanzando un mensaje interno en el que escribía frases como estas: “soy muy del amor y de los cuidados”, “se buscará en un primer momento la solución mediada, amorosa, consensuada y de sentido común“ o “para que crezca el amor no solo hay que regarlo sino también extirpar las malas hierbas de las violencias enquistadas”.

Poder constituyente

Dejando al margen otras consideraciones, ¿hay alguien que no viva en Arganzuela que se sienta identificado con este lenguaje? ¿Quién leches habla así en nuestro país si no es un activista? ¿Cómo vas a generar simpatías entre tu electorado potencial si los términos que manejas les resultan incomprensibles? Y este es un problema serio de Podemos, de los mismos autores de “proceso constituyente”, “régimen del 78” y “la patria es la gente”.

La política actual, que es mucho más transversal, se rige por lógicas alejadas de los marcos conceptuales de los intelectuales que dirigen Podemos

La reflexión tiene que ver con los cambios sociales que estamos viviendo. Quienes defienden en Podemos posturas menos líquidas abogan por ganar votantes entre las clases obreras, los inmigrantes o los 'ninis', es decir, las capas que están en el suelo de la pirámide social. Pero esta no es la realidad contemporánea, que se halla mucho más mezclada. Un estudio realizado a raíz del Brexit señala que la mayoría de los británicos ha pasado a considerarse de clase obrera, incluso cuando su empleo es el de un profesional o pertenece al terreno de la gestión, y señala cómo las variables de clase, siendo influyentes, no se parecen en nada a las del pasado a la hora de dirigir los votos hacia partidos concretos. Eso es evidente en España, donde mucha gente dice ser de clase media cuando sus ingresos son típicos de clase trabajadora, y cuando muchas personas que están entre quienes más ganan dicen ser de clase media. En ese contexto, el PP ha ganado en muchos barrios obreros y en muchas ciudades de provincia, mientras que ni Podemos ni el PSOE han logrado triunfar en los barrios de clase media alta (salvo Malasaña, claro). Elementos como estos son determinantes en la política actual, que es mucho más transversal, que se rige por otras lógicas, como explicamos en este artículo, y que se hallan muy alejadas de los marcos conceptuales de los intelectuales que dirigen Podemos, mucho más dados a exponer sus tesis en congresos y museos que en los barrios.

Pero estas no son preguntas que la izquierda se está formulando. En una época en que la derecha populista está arrasando en Europa y la derecha parlamentaria, gobernando en muchos lugares, su idea consiste en imponer la ley del silencio mediante mensajes amorosos y lanzar una encuesta a sus afiliados con el objetivo de ver con qué apoyos cuenta cada facción dentro de las bases. En época de grandes preguntas y de respuestas atrevidas, vuelven al pasado.

La capacidad que tiene Podemos para sorprenderme es grande. Ayer supimos que acaban de encargar una encuesta entre sus bases para conocer cuáles han sido las causas del fracaso electoral, una idea bastante absurda en principio, porque preguntar a quienes te han votado por qué hay otros que no lo han hecho no parece que vaya a arrojar mucha luz, salvo que en lugar de averiguar las causas quieras consensuarlas. Hay otra opción, pero es todavía peor: en la medida en que cada facción del partido tiene ya decididas las explicaciones (si eres errejonista, fue por la confluencia con IU, si eres pablista, fue por una campaña moña, etc.), una encuesta de esa clase serviría sobre todo para saber con qué apoyos internos cuenta cada cual.

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