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Chanquete ha muerto

El desafío de Anna Biller en 'The love witch': "El cuerpo de la mujer controla al hombre"

La directora californiana estrena en España. Su personaje protagonista es una femme fatale que desafía el poder patriarcal con pociones, conjuros y golpes de cadera. Ella misma nos lo cuenta

Anna Biller

Las tetas de mujer tienen un efecto hipnótico. Arrastran y atraen la visión de una persona independientemente de su sexualidad o su género. No me cabe duda de que esto es una construcción cultural, pero la realidad es que los bailes de pechos de Elvira, el escote de Tura Satana o los pezones de Romina Power han formado parte de mi educación sentimental. El sexplotation –películas de temática moralmente cuestionable y recargadas de escenas eróticas– cosificaba los cuerpos de las mujeres, sí, pero también nos sacó de la segunda fila en las producciones audiovisuales para darnos un papel protagonista más allá del estereotipo de princesa insípida o acompañante del personaje principal.

Sus personajes femeninos estaban diseñados para el disfrute visual del hombre pero, seguramente sin pretenderlo, crearon a su vez iconos feministas que cuestionaban los roles clásicos – y sin efecto en el argumento- que las mujeres interpretaban en las producciones mainstream. Si nos iban a hacer enseñar cacho igual, que lo hacían con frecuencia, que menos que fuera un papel atractivo y con enjundia. Hablando claro, mola más ser Tura Satana en 'Faster, Pussycat! Kill! Kill!' que Audrey Hepburn en 'Vacaciones en Roma' y, quiero dar por hecho, que hay unanimidad en esto.

Tráiler de 'The love witch'

La directora californiana Anna Biller es una esteta, una reconocida feminista que en 'The Love Witch', su segundo largometraje, rescata el Technicolor y la estructura de las películas de explotación para criticar el peligro que entraña para las mujeres el mito del amor romántico y el decaimiento de los personajes femeninos en Hollywood. Ella misma comenta: “Creo que en los 60 las mujeres empezaron a perder su poder en el cine y a dejar de ser vistas como personajes con conflictos internos, incluso malvadas, y se las empezó a mostrar solo como meros cuerpos.”. Elaine (Samantha Robinson), su protagonista, es a las novelas románticas lo que el Quijote a las de caballería. Esta bruja del amor es una Madame Bovary moderna que toma el té en un salón victoriano ataviada con una pamela rosa y que charla sobre lo necesitada que se encuentra de un hombre que la ame. “Suenas como si te hubiera lavado el cerebro el patriarcado” le recrimina su amiga Trish. Elaine no dudará en utilizar conjuros o pócimas para cazar un marido ni en vengar su dignidad si se siente engañada y humillada.

Aunque a Biller no le agrada la comparación con los directores de la época que popularizaron el género, es inevitable hacerlo. El gusto de la directora por esa estética tan característica del thriller erótico y el gótico vintage es más que evidente. Ella misma diseñó todo el vestuario renacentista, el armario de Elaine y parte del atrezo, como la alfombra de pentagrama que está hecha a mano. Aun así, encuentra que el contenido de sus películas se acerca más a los clásicos que contaban historias de mujeres interesantes que a los habituales del sexplotation. “Mucha gente comparó a Elaine con los objetos sexuales creados por el hombre que aparecían en el cine a principio de los años 70 y yo la veo más como una mujer del cine clásico, como una de aquellas grandes actrices y no como a una simple sex symbol.”

La femme fatale no nace, se hace

“En muchísimas películas las mujeres no son nada, solo objetos sexuales, incluso en muchas de las películas independientes más aclamadas las mujeres no tienen diálogos, apenas tienen frases, es como si solo tuviesen que ser sexis para que simplemente se las vea.” reconoce Biller con cierto acento de frustración. Elaine es sexy, pero también es inteligente, estratega y ambiciosa. Ella sabe, así se lo han enseñado, que sin utilizar su físico y potenciar su juventud, le será imposible conseguir un hombre que quiera pasar el resto de su vida a su lado y así lo explica su directora: “El cuerpo es una de las pocas cosas que tiene una mujer para poder controlar a un hombre. Para poder ser iguales, para que realmente exista igualdad, no puede ser que sean ellos quienes manejen el control del poder real en el mundo. Que esto sea así, que tengamos más posibilidades de conseguir cosas usando nuestro cuerpo en lugar de nuestro conocimiento, o nuestras experiencias, es culpa de los hombres.”

Lo curioso es que –aun a sabiendas de que lo primero que se pide a una mujer es que sea atractiva– se penaliza moral y socialmente que haga uso de su físico como si de una cualidad más se tratara, de una línea en el curriculum. ¿Cómo es posible que se exija una edad y una apariencia concreta y a la vez se castigue a quien hace uso de ella? En los medios de comunicación y en las obras audiovisuales parece solo existir un único tipo de mujer: joven, delgada, blanca y guapa. Las presentadoras de televisión se esfuman de las pantallas al acercarse a los cuarenta y en las películas hasta los papeles de madre son interpretados por actrices cada vez más jóvenes. Las consecuencias se imponen silenciosamente en forma de desórdenes alimenticios, operaciones estéticas y jeringas con botox. En 'The Love Witch' queda patente que el hombre –como cuerpo que legisla, ordena y manda, ya me entienden– no ha dejado a la mujer muchas más opciones para medrar. Su cuerpo es el arma imprescindible para colarse entre las grietas del patriarcado y conseguir escalar en una sociedad en la que el conocimiento de una mujer se pone constantemente en duda.

El personaje de Samantha Robinson te hace preguntarte si la femme fatale nace o se hace. Aunque el relato cultural ha generado la idea de que la maldad es innata al género femenino, Anna Biller da la vuelta al estereotipo y analiza el origen de esta atracción fatal: es el amor romántico y las expectativas que genera en la mujer lo que las puede transformar en seres sedientos de atención y romance y lo que nos aboca a una competición infinita por la mirada masculina. En definitiva, han creado un monstruo. “Las femme fatale tienen el control de sus actos, de su destino. Utilizan al hombre para conseguir sus objetivos, mientras que los objetos sexuales no tienen ningún control. A las sex symbol las utiliza todo el mundo” apunta Biller. Quizá aquí encontremos el porqué se castiga a las mujeres que utilizan sus encantos. El estereotipo de la tonta- guapa fascina porque otorga total control al hombre. Puede usarlas y pasar a la siguiente. Una mujer atractiva y estratega desafía su posición de poder. “Es casi como una religión el sentido del amor que Elaine que demanda, mientras que los hombres solo ven un objeto sexual y, por tanto, nunca van a poder amarla. Si lo piensas, es una película muy realista en el sentido de que nada de lo que pasa es algo mágico. No es más que la dinámica habitual entre un hombre y una mujer.” afirma la directora. “Realmente la película es sobre eso, sobre tener el control”.

El estereotipo de la tonta-guapa fascina porque otorga total control al hombre. Una mujer atractiva y estratega desafía los desafía

En 'The Love Witch', Elaine está dispuesta a entregar a sus amantes todo lo que el amor romántico le ha enseñado que demandan: será una puta en la en la cama y una esclava en los asuntos domésticos pero nada es gratis. A cambio, ellos deberán comportarse como el príncipe azul que los cuentos le prometieron. Como en la vida misma, ya sabemos que esa figura es un oxímoron, la zanahoria que se coloca delante del burro pero que nunca podrá catar. “Tenemos que ser esposas y puta a las vez. Es una especie de truco: los hombres pueden acceder a todo tipo de mujeres, incluso casados o no. Creo que seguimos viviendo en un mundo en el que el sexo es usado en contra de las mujeres.”

Las dificultades de ser mujer y dirigir

La falta de tradición de ver la vida a través de los ojos de una mujer, la invisibilización de las obras que mostraban nuestro punto de vista a lo largo de la historia, impide entender o analizar obras críticas con el sistema que se nos impone. Quizá, eso tenga que ver con que haya tenido que pasar casi una década desde que Biller rodó Viva, su primer largometraje, hasta que The Love Witch ha cobrado vida. “Nadie, ningún estudio, mostró el más mínimo interés en mí después de mi primera película, después de VIVA. No pude conseguir ninguna reunión, ni una sola reunión en todo Hollywood. Y es algo extraño porque todo el mundo consigue reuniones…”

Tampoco sorprende entonces que en diversas ruedas de prensa por festivales de todo el mundo, nuestro Sitges incluido, Biller mostrara su frustración al no sentirse comprendida. Lejos de captar la ironía con la que muestra la desventaja con la que partimos en el juego del amor o las pocas opciones que hemos tenido para ascender socialmente – “una mujer solo puede llegar a ser respetable si vive como un hombre respetable”, la crítica – eminentemente masculina - dejaba patente con sus preguntas que solo había visto a una femme fatale contoneando sus curvas.

A ver si más pronto que tarde, ser joven y enseñar las tetas deja de ser necesario para captar la atención. Que el envoltorio, queridas amigas, no sea más que un accesorio prescindible. Que las Elaine del mundo descubran que ni el amor ni su cuerpo deben ser lo único en su vida. Y que así sea de verdad.

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