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Luis Enrique no quiere ser Guardiola

El técnico asturiano renueva temporada tras temporada. No quiere terminar como su antecesor, que acabó su cuarto año en el banquillo extenuado

Luis Enrique abraza a Guardiola en un duelo de esta temporada (Reuters)

Arranca este 2017 con faena pendiente en el FC Barcelona. Se trata de escalar una montaña abrupta, como sin duda será afrontar la renovación de Leo Messi. Para bien o para mal se escribirá mucho sobre la continuidad o no del astro argentino. La opción de volver a Argentina, la tentación china o los adinerados árabes dibujados en entidades futbolísticas europeas se convierten en peligrosos factores de riesgo para el final feliz. En esta estación en curso, o en la siguiente, Bartomeu deberá desempolvar su mejor versión oratoria para lograr un avance en la que será la negociación del año.

Se presupone que dinero tendrá que soltar, y mucho. Pero no sólo se convence con pasta, que también. El presidente del club debe volver a ganarse la confianza de una familia que ha sido condenada por delinquir. No será el único esfuerzo que tendrá que realizar. Si duro será lo de Messi, qué decir de la renovación del actual entrenador, esta con menos cintura en el tiempo. El técnico concluye aquel contrato firmado en pleno proceso preelectoral. Entonces, Luis Enrique se posicionó con ‘Bartu’. Hoy, da largas que, por cierto, tampoco importunan a quienes agradaría su continuidad, pero que tampoco lamentarían profundamente el prematuro adiós.

Luis Enrique y Bartomeu se han citado para hablar durante la primavera, para cuando esté desahogado el calendario. La decisión es de quien se sienta en el banquillo. La aprobación, de quien se sienta en el palco. El asturiano es un hombre más querido en la grada que en el vestuario, dónde se le empezó a aceptar cuando dejó de incordiar a las estrellas, especialmente a Messi.

Sin embargo, en la tribuna sí cuenta con un gran reconocimiento popular apoyado en esa fabricada dosis de antimadridismo que siempre ha sabido explotar. A este forzado o no sentimiento se une que ha conseguido ocho de diez trofeos en sus dos temporadas completas al frente del Barça, circunstancia que le aproxima a las dos grandes referencias de la entidad: Cruyff y Guardiola. Con un recorrido irregular en los banquillos, los resultados se posicionaron a su lado y los títulos cayeron uno tras otro. La arriesgada apuesta de Zubizarreta terminó por pesar más en la figura de quien lo eligió que en la del propio protagonista.

Durante el tránsito del Barça de Luis Enrique no se puede avanzar sin retroceder hasta la famosa noche de San Sebastián. Aquella derrota en Anoeta, hace ahora dos años, provocó la destitución del director deportivo, además de hacerse públicas las desavenencias entre el entrenador y el astro del club. Cuando parecía que se forzaría la salida del asturiano, el equipo reaccionó, el entrenador asumió que líder sólo hay uno y la entidad logró consumar el histórico triplete.

La relación entre Messi y Luis Enrique es ahora mucho mejor que en su primera temporada juntos (Marta Pérez/EFE)

Tintes de película dramática

El resumen final tras dos años y medio al frente del FC Barcelona es de un primer curso increíble, un segundo muy bueno con “tintes de película dramática rematado con final más que feliz” —en palabras del técnico— y un tercero de consolidación del proyecto, aún por resolver en cuanto a los trofeos y a los resultados concluyentes se refiere. Lo que sí relata el interesado es que se ha encontrado con “jugadores únicos”, capaces de situar a cualquiera en la cúspide de su profesión.

La obsesión del ocupante del banquillo es despedirse del Barça de la mejor manera posible. En su cruzada interior duda si marcharse o continuar una temporada más. Si por él fuera, firmaría contratos de dos, tres o cuatro semanas como máximo. Luis Enrique explica que es la mejor manera de vivir enchufado, y si no se rinde… a la calle. Con este ejemplo nada viable, su reflexión pasa por dos frentes: el deportivo y el mental. Si ha conseguido (o está en la pelea) los objetivos en forma de títulos en un aliciente para continuar. Pero aquí debe valorar su estado de ánimo para mantenerse en un puesto de desgaste diario. Sólo al final de abril sabrá en qué grado de energía se encuentran su cuerpo y su mente.

Al final, es un asunto de mera batería, de capacidad para realizar el trabajo, de ánimo, pero también de convivencia. Si algo tiene claro el estratega asturiano es que él no quiere repetir el error de Guardiola y forzar un cuarto año que podría ser malo para todos, tal y como sucedió con quien terminó marchándose fundido y desengañado. Pep sufrió el clásico desgaste del cargo con la pérdida de fuerza consabida, pero también partió para evitar enfrentarse con las estrellas del camerino y llevarse un mal sabor de boca y un peor recuerdo. Aquellos quienes hasta ese último año habían vivido de los éxitos ocultando los vicios generados durante el proceso del día a día. Y estas cuitas ocupan a Luis Enrique: un curso más podría estropearlo todo.

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Se viene especulando que de continuar, Luis Enrique aceptaría únicamente renovar por una temporada. De esto dependerá en grado sumo la relación de convivencia que mantenga con la plantilla. Si se mantiene el estadio de respeto que ahora impera, por qué no. Pero el nivel de energía que necesita un entrenador del Barça es el máximo, de ahí que el protagonista quiera esperar hasta el final para conocer si su estado de ánimo le motiva a seguir o a marcharse. Por eso, el ciclo del asturiano tiende a cerrarse ya que desliza síntomas de agotamiento.

Entretanto, la dirigencia asume con calma la decisión del entrenador. Si sigue, estupendo; si se marcha, no será un drama. La dirección deportiva del club va a trabajar al margen de la decisión de Luis Enrique, reforzando las posiciones que consideran que deben mejorar. Los aspirantes a la sucesión —Valverde, Sampaoli, Koeman o Eusebio— calientan motores para el reto. Ya se ha comprobado que no sirve cualquiera, que hay que lidiar lo suyo dentro y fuera de la caseta porque se manejan ante un cargo eléctrico. Conocido es que para cualquier técnico, llegar a dirigir al Barça es entender más que nadie que ha aterrizado en algo más que un club.

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