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Peio H. Riaño

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Peio H. Riaño

Preguntas para el futuro de la Feria del Libro

El trastorno bipolar del sector editorial quedaba al descubierto el día en que la organización de la Feria del Libro pensó en César Rendueles, autor de

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El trastorno bipolar del sector editorial quedaba al descubierto el día en que la organización de la Feria del Libro pensó en César Rendueles, autor de Sociofobia (Capitán Swing) –el mejor ensayo de 2013-, para la conferencia inaugural de la edición que hoy termina.

El profesor de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid habló del “gobierno de los libreros”, lanzó un “elogio anticapitalista del mercado”, y lo hizo en el corazón del comercio del libro: una feria. El Diccionario de la Real Academia Española dice que feria es un “mercado de mayor importancia que el común, en paraje público y días señalados”. También la define como “fiestas que se celebran para la ocasión” y que –ejem- es un “paraje público en que están expuestos los animales, géneros o cosas para su venta”.

Sus palabras triscaron como lo hace el cuero del látigo: “El marketing por encima de los editores, los libreros y los bibliotecarios ha llevado al libro a la catástrofe”. Había editores escuchándole, pero no los dueños de las empresas con sus balances de resultados. Efectivamente, la mayor demostración del hambre de venta quedaba inaugurada con su disertación, porque la hilera de casetas en el Paseo de Coches del Retiro es imprescindible para que a los autores, editores y libreros les salgan las cuentas. Y también para los telespectadores que van al encuentro de sus mitos en los últimos años.

Pidió Renueles que pensáramos en la Feria del Libro como modelo de edición, pidió cambiar al IBEX 35 por libreros, editores, bibliotecarios y lectores, pidió que nuestra economía se pareciese más a una biblioteca. Pidió, como sólo él sabe hacerlo, un mundo mejor, en el que, nos imaginamos a César Rendueles y otros tantos autores como él participando en la formación de nuestros hijos. Un mundo en el que educación y cultura no fueran planetas de galaxias distintas, sino ciudades de un mismo país conectadas por una red de autopistas de primera y sin peajes. La intervención del filósofo no hizo más que desatar una tormenta de preguntas que no han parado de crecer en estos tres fines de semana.

¿Es el éxito comercial un desastre cultural? ¿Es la Feria del Libro el mejor lugar para proponer un estupendo programa de actividades totalmente al margen del mercado? ¿Qué ocurre cuando mezclas una conferencia de Víctor García de la Concha, un concierto de violín y clarinete por componentes del trío musicales, una charla sobre los componentes y procesos que afectan a la durabilidad de los documentos de papel, con la firma de libros de la presentadora de informativo de A3 Mónica Carrillo, Raquel Sánchez Silva, Mario Vaquerizo, Dani Mateo o Christian Gálvez?

¿Por qué lo llamamos literario cuando queremos decir editorial? ¿Debe asumir el papel del fomento cultural un mercadillo de libros? ¿Es la cultura el envoltorio agradable que rebaja el tufillo legítimo de la venta? ¿Por qué necesita la venta justificarse con la cultura? ¿Puede una feria ir en contra de su esencia y convertir la compra por impulso en costumbre? ¿Quién sigue defendiendo que un best-seller arrastra al consumidor a otros libros?

¿Por qué confundimos la oportunidad de relación del editor con sus clientes, con el fomento a la lectura de la sociedad? ¿Queremos festivales, ferias o encuentros? ¿Por qué insistir en el hecho cultural en una feria, cuando las editoriales que más facturan lo han abandonado por un producto televisivo?

¿Cómo es posible que una organización privada que monta la mayor estructura de venta editorial del año se sienta en la obligación de fomentar la lectura y las administraciones públicas sigan reduciendo sus iniciativas en este sentido? ¿Por qué las administraciones local y regional, que han cortado el suministro de novedades en las bibliotecas públicas durante los últimos años, quieren vincularse a la Feria del Libro de Madrid? ¿Cómo es posible que no haya patrocinadores para una conferencia en la que un agente literario y un editor hablan sobre la publicación de un libro o una mesa redonda titulada “Escribir en euskera, publicar en castellano”?

¿Cómo es posible que las dos únicas iniciativas públicas dedicadas a atender el libro en la capital estén condicionadas por el mercado y sus distribuidores? ¿No es posible la cultura al margen de los puntos de venta? ¿No es posible un encuentro literario como el Festival Eñe en un centro público? ¿Dónde están los lugares que no esperan de nosotros nuestro dinero? ¿Dónde? ¿Para qué han quedado, para alquilarlos a marcas que quieran promocionar sus productos en un “entorno único”?

¿Por qué la Feria insiste en contraprogamar actividades contra los gustos del público? ¿Por qué no tienen conferencias y encuentros con su multitudinario público Mónica Carrillo, Raquel Sánchez Silva, Mario Vaquerizo, Christian Gálvez, Dani Mateo o Jorge Javier Vázquez?

¿Cómo tenemos que explicar a los gestores de lo público que, por el bien del futuro de esta sociedad, hay que tomar dosis ingentes de la sabiduría de Juan Eduardo Zúñiga mientras podamos y hacer lo posible para escucharle más de una vez al año decir: “Leemos inicialmente para buscar distracción, y así lo creemos. Luego llega la evidencia de que lo hacemos para aprender a vivir, para distanciarnos del dolor, para identificarnos con otras vidas”? ¿Cómo lograremos llevar a buen puerto la petición del filósofo y encumbrar a los editores, los libreros, autores y los bibliotecarios?

El trastorno bipolar del sector editorial quedaba al descubierto el día en que la organización de la Feria del Libro pensó en César Rendueles, autor de Sociofobia (Capitán Swing) –el mejor ensayo de 2013-, para la conferencia inaugural de la edición que hoy termina.

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