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Peret no inventó la rumba
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Peio H. Riaño

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Peio H. Riaño

Peret no inventó la rumba

Grandes enigmas de la Historia: ¿Quién coronó primero el Everest, Hillary o Mallory? ¿Fue El Pescaílla el inventor de la rumba catalana o Peret? Misterios irresolubles

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Grandes enigmas de la Historia: ¿quién coronó primero el Everest, Hillary o Mallory? ¿Fue el Pescaílla el inventor de la rumba catalana o Peret? Misterios irresolubles que dan para un titular y su contrario. Aquí nos decantamos por la opción B, la que cuenta que los gitanos de la calle Cera ya jugueteaban con la rumba en juergas dos décadas antes de que la industria musical abriera la espita del porrompomperismo catalán. La que dice que Onclo González dio con la fórmula y su hijo Antonio González Batista, el Pescaílla, se cayó en la marmita de la pócima y de ella bebió Pere Pubill Calaf, Peret, que incluyó un ingrediente nuevo: el ventilador, coreografía colorista con la que aporreaba la guitarra.

Uno llegó antes que el otro a las anchoas, a pesar de sus trayectorias musicales calcadas. Así que la preguntita –¿quién inventó el chisme?– se las trae entre los supervivientes que tratan de mantener el rumbo de la rumba. Que eso no se pregunta, niño, que es algo innato en los gitanos catalanes, que animaban a la jet en sus discotecas. En aquellos saraos no aparecían macarenas llorando, lamentos ni tarantos que aguaran la fiesta de ese flamenco destilado en juerga. En realidad, la vida no era tan dura para unos pocos.

Vídeo: Lola Flores y el Pescaílla, en 'Galas del sábado'

Y entre los dos, el tercero en discordia:Josep María Valentí, el Chacho. En un encuentro que pasará a la mitología de los egos desbocados, Peret paseaba con el Chacho por las calles donde calmaban el hambre con ración doble de diversión, enuno de los capítulos del magnífico programade La 2,Mapa sonoro. Peret se planta en un momento dado y despachasin reparos la historia del género señalando la ventana de un apartamento: “Ahí nació la rumba. Calle Salvadors 12, 4º primera”, y toca el timbre, valiente, como lo hace quien llama al pasado y sabe que no le va a responder el Peret de hace cincuenta años, contando otra película a la del Peret del presente.

El padre de todos

“Yo tengo muchos hijos espirituales –esta vez los dos músicos toman un aperitivo en un bar–, pero tengo más hijos musicales. Este [señalando de aquella manera al Chacho] es un hijo mío, por eso cuando me dice 'hermano' le digo 'no', yo soy tu papi. De todos ellos, el que más rumba catalana ha hecho es el Chacho”. Nada más que añadir, su señoría.

El esquema estaba ensayado: guitarras, palmas y bongos. La chimichanga del rock, mambo y flamenco funcionaba a las mil maravillas y Peret, reivindicando un origen gitano menos evidente que el del Pescaílla, se hace con las televisiones y las radios de los años sesenta. Antonio y sutrulerenle-trulerenletienen un éxito sin tantas burbujas. Todavía hoy resulta increíble que su versión de la chica de Ipanema no haya ascendido a los cielos de la cultura popular para rezarle lo que haga falta.

Pero el champán les duró poco a todos, apenas una década, entre 1966 y el destape. A los diez años los éxitos se agrían, como ya saben. La muerte de Franco abre las puertas a las salas de fiestas a las señoritas que enseñan sus encantos y acaban con la cuota gitana. Puestos a elegir, la jet prefiere las pezoneras que las guitarritas. Y ya en los ochenta, el rey Peret se hace pastor de la Iglesia de Filadelfia, aterrizan Los Chunguitos y Los Chichos, y la rumba… se hace “carcelaria”.

Se acabó la fiesta

Hay un arco temporal que abre por el último suspiro de la rumba y cierra por su declive, entre Brighton, 1974, y Barcelona, 1992. Sí, de Eurovisión a los Juegos Olímpicos, en un santiamén. El género pasó de ser el preferido del franquismo –que contraprogramaba la canción protesta en casa y difundía más allá de los Pirineos la imagen de un país con una dictadura de fiesta, sol y playa– a la salsarrosa de la ceremonia interplanetaria, a la que no faltaron ni Los Manolos para darle al playback de "Gitana hechicera".

Vídeo: Peret participa en Eurovisión en 1974 con "Canta y sé feliz"

En una y en otra, siempre, dando alegría con la rumba. O eso parecía. En realidad, "Canta y sé feliz", tema elegido para participar en aquel Eurovisión que encumbró a ABBA, con "Waterloo", no es una canción alegre. Ni en broma. Y eso debió de entenderlo –vaya usted a saber cómo– el jurado. O bien alguien les sopló la estrofa en la que Peret canta eso de “si la canción que yo canto no te llena de alegría, por más cosas que te diga, no sirve de na”. O bien les chirriaron las patillas, los pantalones campana, el pelo moreno rizado, las gitanas al coro, y, sobre todo, ese vestuario de luto para reivindicar la “alegría”.

"Canta y sé feliz" es un imperativo de tomo y lomo, un placebo para pasar el mal trago de ricino. Una sonrisa forzada. “Si no tienes quien te quiera, ni decirle a quien te quiero, buscar amor con dinero ¡no sirve de na!”. Meeeec, error. La felicidad con condiciones y con poso de culpa funcionaba a pleno rendimiento con el franquismo, pero fuera de él no tenía nada que hacer –ni siquiera con ventilador a todo trapo– contra la celebración del amor sin peros y en inglés de los suecos. “Waterloo, fui derrotada, tú ganaste la guerra”; “Waterloo, prometo amarte para siempre”; “Waterloo, conocer mi destino es estar contigo”.

Evangelizar en medio de una de las mayores fiestas pop de la globalización capitalista, con rubias y rubios, lentejuelas y brillantina, taconazo, guitarras eléctricas y baterías, sólo podía acabar en derrota: “Decir que estás en Europa no sirve de na si no cantas a la vida, si no tienes alegría de vivir”… Marca España, “gracias a la vida que me ha dado tanto”.

Grandes enigmas de la Historia: ¿quién coronó primero el Everest, Hillary o Mallory? ¿Fue el Pescaílla el inventor de la rumba catalana o Peret? Misterios irresolubles que dan para un titular y su contrario. Aquí nos decantamos por la opción B, la que cuenta que los gitanos de la calle Cera ya jugueteaban con la rumba en juergas dos décadas antes de que la industria musical abriera la espita del porrompomperismo catalán. La que dice que Onclo González dio con la fórmula y su hijo Antonio González Batista, el Pescaílla, se cayó en la marmita de la pócima y de ella bebió Pere Pubill Calaf, Peret, que incluyó un ingrediente nuevo: el ventilador, coreografía colorista con la que aporreaba la guitarra.

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