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'Mozart in the jungle': sexo, estupefacientes y batutas locas
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Aloña Fernández Larrechi

Desde Melmac

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Aloña Fernández Larrechi

'Mozart in the jungle': sexo, estupefacientes y batutas locas

Las producciones ambientadas en el mundo de la industria son la nueva moda. Desde el hip hop de 'Empire' al country de 'Nashville' pasando por el jazz de 'Treme'

Foto: El reparto de 'Mozart in the Jungle' en una imagen promocional
El reparto de 'Mozart in the Jungle' en una imagen promocional

No son policías, ni abogados, ni médicos, pero en las últimas temporadas se han convertido en la historia que no puede faltar en la parrilla de cualquier cadena. Sus vidas tampoco son ejemplares ni precisamente didácticas, pero consiguen despertar el interés del espectador gracias a un ingrediente mucho más banal, la fama. Y el atractivo crece cuando el protagonista cae en desgracia. No, no estoy hablando de la dichosa telerrealidad, sino de las series de televisión ambientadas el mundo de la música, una moda que en los últimos años ha ido sumando producciones en casi todas las cadenas. Y continuará haciéndolo en los próximos meses gracias a Scorsese, el rock & roll y la HBO.

Estetipo de producciones, a medio camino entre el musical y el drama, son en su mayoría productos en los que los problemas sentimentales y familiares del protagonista de turno tienen casi tanto peso como su faceta musical. Pero entre sonrisas y lágrimas hay tiempo para conciertos, ensayos, momentos de inspiración e inacabables giras que convierten a la estrella en un viajero incansable cuyo destino es el próximo escenario. Afortunadamente también existen series que, además de ofrecer vistosos números musicales y recopilatorios con los que expandir su “marca”, tienen tiempo para profundizar en el compromiso del músico con su arte, sus preocupaciones o la frágil posición que ocupa en la industria que se construye gracias a otros como él.

La última en sumarse a esta lista, y quizá la que menos se ciñe a esa especie de estándar, es Mozart in the Jungle, que el próximo lunes estrenará en nuestro país Canal + Series. Creada por Roman Coppola, Jason Schwartzman y Paul Weitz, esta serie de diez episodios que ya tiene una segunda temporada confirmada se basa en las memorias de la oboísta Blair Tindall, Mozart inthe Jungle: Sex, Drugs and Classical Music. Con Gael García Bernal y Lola Kirke en los papeles protagonistas, la producción narra las vivencias de Hailey Rutledge (Kirke) tras encontrar trabajo en la prestigiosa Filarmónica de Nueva York, que acaba de estrenar director, el excéntrico Rodrigo de Souza (Bernal).

Sin ser una comedia al uso, más bien es una dramedia, Mozart in the Jungle plantea al espectador la historia de una joven soñadora que debe enfrentarse a los celos y las costumbres de los componentes de la orquesta en la que aspira a trabajar. Pero además tiene que soportar a un jefe impredecible y sobrevivir en la siempre apasionante ciudad de Nueva York. Por su parte, Rodrigo, una especie de parodia de las excentricidades “propias” de la dirección, tiene que superar al legendario maestro que antes ocupó su puesto y ganarse la confianza de aquellos que apostaron por él. Aunque para ello deba convertirse en el centro de atención de los actos sociales con los que se trata de asegurar el futuro, y la financiación, de la Filarmónica.

Culebrones con hip-hop y country

Sin la pompa propia de la música clásica y con más ganas de atrapar al espectador, en enero llegaba a FOX una de las sorpresas de la temporada, Empire. Sin ser una serie brillante, porque no lo es, la primera incursión televisiva del director Lee Danielsha batido varios récords de audiencia y se despidió hasta la próxima temporada con dieciséis millones de espectadores, siete millones más que en su estreno. La razón del éxito, una versión moderna, culebronesca y afroamericana del Rey Lear, en la que el protagonista es Lucious Lyon, fundador y director de Empire Entertainment. Lyon, interpretado por Terrence Howard, descubre que sufre una enfermedad incurable, y desde ese momento trabaja para decidir a cuál de sus tres hijos cede el testigo del legado familiar. Pero sin duda el plato fuerte de esta producción convenientemente condimentada con ritmos pop, R&B y hip-hop, responsabilidad del productor Timbaland Mosley, es Cookie Lyon, una mujer temperamental y deslenguada dispuesta a cualquier cosa con tal de conseguir aquello que considera suyo.

Con menos ritmo y más melodía la ABC estrenó en 2012, Nashville, que narra las vidas de varios cantantes y músicos del género country. Protagonizada por Connie Britton y Hayden Panettiere, la serie, que regresará en otoño con su cuarta temporada, contrapone las ansias triunfales de la estrella musical del momento con las preocupaciones de una artista consagrada que trata de asumir que ha llegado el momento de ceder el trono del country. A ambas les acompañan grandes compositores que añoran un lugar en el escenario, también aquellos que no han nacido para ocuparlo, así como jóvenes promesas que se someten a todo con tal de vender un disco.

A pesar de que ambas series podrían aprender mutuamente de sus errores y sus aciertos, Empire y Nashville tienen muchas cosas en común. En las dos la industria queda retratada como esa cruel causa por y para la que vive el artista. Éstos son marionetas que viven en un ciclo constante en el que debe crear un disco, publicarlo, promocionarlo y pensar en el siguiente. Y los compositores son seres sensibles y normalmente incomprendidos que, en su desamparo, encuentran su fuente de inspiración. La serie de FOX lo envuelve en un duelo de traiciones y venganzas familiares en los que poco (o mucho) importan los lazos de sangre, mientras que la de ABC se asienta en las vidas personales de sus protagonistas, más románticas, menos impredecibles. Una forma como otra cualquiera de buscar un público objetivo a través de la misma fórmula: ficción y música.

El jazz sobresaliente, el mediocre musical

Unos meses antes de que una banda sonora televisiva y country se hiciese un hueco en el Billboard americano, la NBC se atrevió con su propia serie musical, en su versión más pura. Es decir, un metamusical que narraba el sufrimiento y las alegrías de una compañía de Broadway que trata de poner sobre el escenario un musical sobre la vida de Marilyn Monroe. A pesar de que el reparto contaba con nombres como el de Anjelica Houston o Debra Messingy a lo largo de sus dos temporadas planteó vistosos números musicales, el desastroso guion que debía fundamentar lo que se ponía en pantalla llevó a la serie a la tumba.

En el lado opuesto de la balanza se encuentra la primera serie musical de la década, la producción de HBO Treme. Creada por David Simon, (para los despistados, el padre de The Wire) la serie narra los esfuerzos por salir adelante de los supervivientes del huracán Katrina en Nueva Orleans. Profesores, abogados, cocineros, disc-jockeys, músicos callejeros y estrellas del jazz tocados de por vida por una desgracia que tratan de olvidar, para poder así seguir adelante, siempre con la música presente. Khandi Alexander, Melissa Leo, Kim Dickens o Wendell Pierce fueron parte de un reparto que contó con visitas ilustres del mundo del jazz como John Boutte, Dr. John, Kermit Ruffins y Elvis Costello entre otros.

Como cabría esperar con tan selectos nombres y ante el bagaje del creador, Treme es una serie compleja, para paladares exquisitos, en la que la música no es una excusa, sino un sentimiento muy vivo que consigue impregnar toda la pantalla. Y cuando no suena, lo que cuenta es interesante, real y más creíble, aunque televisivamente menos apetecible, que cualquiera de las producciones que llegaron después. Así que HBO puso punto y final al retrato del Nueva Orleans más actual en 2014, con una cuarta temporada de cinco episodios. Porque en la televisión, como en la música, el negocio es el negocio, y entre estrellas del hip-hop o del country, un “cantautor” como David Simon debe conformarse con atraer a los paladares más selectos, mientras otros se esfuerzan por ser productos de moda. Y nada más.

No son policías, ni abogados, ni médicos, pero en las últimas temporadas se han convertido en la historia que no puede faltar en la parrilla de cualquier cadena. Sus vidas tampoco son ejemplares ni precisamente didácticas, pero consiguen despertar el interés del espectador gracias a un ingrediente mucho más banal, la fama. Y el atractivo crece cuando el protagonista cae en desgracia. No, no estoy hablando de la dichosa telerrealidad, sino de las series de televisión ambientadas el mundo de la música, una moda que en los últimos años ha ido sumando producciones en casi todas las cadenas. Y continuará haciéndolo en los próximos meses gracias a Scorsese, el rock & roll y la HBO.

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