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'Fear The Walking Dead' y otras series (un poco) asquerosas
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Aloña Fernández Larrechi

Desde Melmac

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Aloña Fernández Larrechi

'Fear The Walking Dead' y otras series (un poco) asquerosas

Sangre, vísceras y cuerpos mutilados para horrorizar al espectador. El spin-off de la popular serie de zombies llega dispuesta a arrasar

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Una de las principales intenciones de cualquier creador que se precie es que su obra tenga el poder de despertar algún sentimiento en aquel que la observa. En el caso de la ficción audiovisual lo deseable es que el espectador apriete los puños cuando la acción se desata y el protagonista corre peligro, que se ría cuando esté previsto que lo haga, y no antes, o que trate de ocultar sus lágrimas cuando se desencadene el drama. Y también, cómo no, que se horrorice cuando el terror se apodere de una secuencia, ya sea en forma de bicho asqueroso o gracias a algún ser humano que de rienda suelta a sus instintos más primarios. De nada le servirá al televidente apartar la mirada o cerrar los ojos, seguramente el montador de turno insista en ofrecerle, cuando se crea libre de peligro, un extenso y específico plano, en el que alguna víscera, o algún órgano, esté demasiado lejos de donde sería deseable.

Al igual que la aparición de nuevos canales de televisión en la industria de la ficción serializada ha permitido que en la actualidad se vea más sexo y más carne de lo habitual en la pequeña pantalla, también ha dado forma a las escenas más sangrientas, incómodas y repugnantes que cualquier creador pueda imaginar. Pero lejos de espantar a los espectadores, estas producciones cuentan con su legión de seguidores que, conscientes de que es preferible no comer mientras ven su serie favorita, desean comprobar una vez más dónde está el límite de lo asqueroso. Un límite que quizá contribuya a marcar Fear The Walking Dead, la producción que estrenará AMC el próximo domingo y que en nuestro país podremos ver en AMC España.

Medios tiene para hacerlo, ya que la serie protagonizada por Kim Dickens y Cliff Curtis es un spin-off, o serie derivada, de la maestra en el arte de lo repulsivo, The Walking Dead. Y aunque los spin-off son productos cuya necesidad es siempre cuestionable, Robert Kirkman y Dave Erickson, los creadores de Fear The Walking Dead, proponen en su historia un escenario muy interesante para los seguidores de la serie original, unos quince millones de espectadores tan sólo en Estados Unidos. La nueva producción se traslada desde Atlanta hasta Los Ángeles, y transcurre en la época en la que el brote zombie comienza a aparecer en las ciudades. Esos primeros momentos de desconocimiento e incertidumbre inicial que The Walking Dead omitió porque Rick, el protagonista, se encontraba en coma. Travis y Madison son los personajes principales, una pareja con hijos de matrimonios anteriores que deciden rehacer sus vidas mientras trabajan en una escuela de secundaria. Hasta que estalla el apocalipsis zombie y se ven obligados a dedicarse exclusivamente a sobrevivir.

A pesar de tratarse del arranque de la plaga zombie, que como comprobamos en la serie original termina llegando hasta la esquina más recóndita de Estados Unidos, los creadores no han resistido la tentación de mostrar al espectador unas cuantas vísceras en el episodio piloto. Pero al igual que The Walking Dead es mucho más que una serie de zombies, y su verdadera preocupación son los límites del ser humano cuando su vida se ve amenazada, su spin-off quiere seguir su ejemplo. A partir de Travis y Madison, y los problemas que ambos tienen con sus respectivos hijos, Fear The Walking Dead explorará los miedos del ser humano desde una perspectiva más familiar y problemática que su predecesora. Aderezado todo ello con unos cuantos zombies. Si mientras Rick trataba de construir un futuro para sus hijos, no han faltado escenas sangrientas en The Walking Dead, con cabezas decapitadas conservadas en acuarios, jóvenes masacrados cuando aún estaban vivos y hachas a modo de diadema, en el spin-off encontraremos repugnantes muertos vivientes mientras la familia protagonista afronta los momentos más trascendentales de su existencia.

El ser humano también es repulsivo

Sin embargo, la náusea no es exclusiva del caníbal resucitado en el que se convierten los humanos tras morir, y son varias las producciones que consiguen incomodar al espectador gracias a horas de maquillaje, ambientación o efectos especiales. En The Strain, la adaptación de la novela homónima de Chuck Hogan y Guillermo Del Toro, Nueva York se encuentra amenazada por una especie de vampiros que cada noche salen de sus guaridas para alimentarse y propagar el virus. Para conseguirlo no utilizan los habituales colmillos, sino que lanzan a su víctima un aguijón retráctil de una longitud considerable, que desde su transformación albergan en su garganta. Y para combatirlos el doctor Goodweather y todo su equipo, entre los que se encuentran un exterminador de ratas, una hacker y un anciano cazavampiros, utilizarán balas de plata y afiladas espadas con las que cortarán cabezas. Todo ello queda convenientemente reflejado en la adaptación televisiva de la historia, que ya deja claras sus sangrientas intenciones en la cabecera de la producción que en España emite Mediaset.

Los vampiros guapos y musculados que creó Charlaine Harris y llevó a la televisión Alan Ball, también dejaron un encarnizado reguero de cuerpos tras de sí a lo largo de siete temporadas. Con Sookie, Bill, Eric y compañía descubrimos que una escena es mucho más vistosa cuando se tiñe de rojo, ya sea a través del vómito, una estaca o los vistosos efectos de la plata en el cuerpo de los vampiros, menos humeantes y más explosivos que los de sus iguales en The Strain. Al respecto de técnicas similares utilizadas en series diferentes, llama la atención el novedoso interés de los creadores porque veamos globos oculares en su totalidad. Los espectadores de Hemlock Grove, la producción de Netflix sobre hombres-lobo, la también vampírica Buffy Cazavampiros o Gotham han podido “disfrutar” de la visión de uno o los dos ojos de algún personaje fuera de sus órbitas. Por no hablar del particular piquete de ojos que hace dos temporadas consiguió revolver los estómagos de los seguidores de Juego de Tronos más tolerantes.

Y al igual que los zombies no son los únicos que provocan en el espectador una mueca de desagrado, las series fantásticas no son las únicas que recurren a escenas repulsivas y asquerosas. No hay más que recordar los inicios de Walter White y Jesse Pinkman en el mundo criminal, cuando por un momento pareció buena idea disolver un cuerpo en una bañera llena de ácido fluorhídrico. Hasta que el muerto, el suelo y la propia bañera comenzaron a descomponerse y llegaron al piso inferior. Algo más cerca queda el desagrado que provocó el verano pasado el realismo con el que Steve Soderbergh traslada al espectador el arranque de la medicina moderna a principios del siglo XX en The Knick. Sus intervenciones quirúrgicas, tan explícitas como sangrientas, son paradójicamente de las pocas secuencias que tiene justificada su crudeza. Pero eso no impidió que fuesen muchos los que abandonasen la producción.

Antología del horror y canibalismo

Otros son más precavidos y se valen del título de la producción para mantenerse lejos de aquellas series que saben que no van a resultar de su agrado. Ryan Murphy y Brian Falchuck ya avisan con el título de su antología, American Horror Story. Los mayores miedos del ser humano se encuentran en cada uno de sus capítulos, ya sea en forma de aterrador payaso, a través de un terror exclusivamente psicológico o con los actos más deplorables cometidos por su propia especie. A lo largo de sus cuatro temporadas, y con una quinta pendiente de estreno, la serie de FX ha explorado en los miedos y las atrocidades que puede llevar a cabo la mente humana. En escenarios tan diferentes como psiquiatricos con experimentos que derivan en seres mutantes, circos animados por criaturas deformes o casas encantadas, con órganos vitales sobre la mesa de la cocina. Algo de lo que sabe mucho uno de los personajes más repulsivos y espeluznantes de la ficción universal, el doctor Hannibal Lecter.

El psiquiatra forense creado por Thomas Harris que alcanzó la fama mundial en la piel de Anthony Hopkins, ha estado haciendo de las suyas durante tres temporadas en la pequeña pantalla, gracias a la serie de la NBC Hannibal. Con el danés Mads Mikkelsen a cargo del rol del médico sociópata y caníbal, la producción ha elevado el listón de lo incómodo gracias a aquellos que se mutilan a sí mismos para alimentar al perro, torturadores expertos en corbatas colombianas y “sonrisas de Glasgow” o inquietantes cellos humanos. Y por si no fuese suficiente, las inquietudes gastronómicas de Hannibal, asesorado por el chef español José Andrés, acercan a nuestras mesas los ingredientes más insospechados, entre los que no faltan pierna humana, lengua, sesos, hígados y demás casquería. Hay series que simplemente no se ven, se sufren.

Una de las principales intenciones de cualquier creador que se precie es que su obra tenga el poder de despertar algún sentimiento en aquel que la observa. En el caso de la ficción audiovisual lo deseable es que el espectador apriete los puños cuando la acción se desata y el protagonista corre peligro, que se ría cuando esté previsto que lo haga, y no antes, o que trate de ocultar sus lágrimas cuando se desencadene el drama. Y también, cómo no, que se horrorice cuando el terror se apodere de una secuencia, ya sea en forma de bicho asqueroso o gracias a algún ser humano que de rienda suelta a sus instintos más primarios. De nada le servirá al televidente apartar la mirada o cerrar los ojos, seguramente el montador de turno insista en ofrecerle, cuando se crea libre de peligro, un extenso y específico plano, en el que alguna víscera, o algún órgano, esté demasiado lejos de donde sería deseable.

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