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Guía de la mala arquitectura: las piedras delatoras
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Guía de la mala arquitectura: las piedras delatoras

Usos y abusos del granito y clones timoratos en el primer capítulo de la serie de horrores arquitectónicos de Juan Urrutia

Foto: Hasta las piedras te delatan
Hasta las piedras te delatan

Caso 1. Cántico al granito pulido

"Hasta las mismas piedras me delatan…" W. Shakespeare, 'Macbeth'.

¡Y vaya si te delatan!

Desde los balaustres torneados y lustrosos, pasando por el orden gigante marcado por las pilastras ligeramente más oscuras, pero no decididamente más oscuras, y las relucientes plaquetas que recubren su fachada, hasta el remate superior en el que parecen adivinarse unas a modo de metopas de la misma piedra que las pilastras, este cántico al granito pulido merecería ser la sede social de “Fulánez e Hijos S.L. trabajos en cantería fina” situada en algún polígono industrial.

Su parte baja ornada con una columna redonda de acero brillante y esos vanos que parecen renegar de lo que tienen encima (o viceversa) lo sitúan, junto con lo anteriormente expuesto, de pleno derecho en esta columna.

Pero no se encuentra en un polígono industrial ni es la sede social de Fulánez e Hijos S.L. Es un hotel, bien calificado por cierto en páginas especializadas y está en la muy corta pero, por lo demás, muy agradable calle Gil de Santiváñes, paralela a Villanueva, entre Serrano y la calle Cid.

A lo mejor, una vez allí alojado y en buena compañía a ser posible, la mayor o menor belleza de su exterior importa poco. Puede que nada.
Se preguntarán ustedes, ¿es que acaso no se debe usar el granito para revestir un edificio nuevo en la almendra central de Madrid?

Nada de eso, se puede, e incluso se debe…siempre que se sepa cómo hacerlo. Vean si no con cuanto acierto lo emplearon Ignacio Vicens y José Antonio Ramos en este inmueble situado en la esquina de Claudio Coello con Hermosilla.

Esa curva que nos invita a recorrerla, el distinto tratamiento de la piedra, áspera y como de cantera en el zócalo y más suave en las plantas superiores, la estupenda organización de los vanos, grandes donde deben serlo y no tanto y bien ritmados donde no conviene, las cornisas que delimitan los pisos y el remate que lo contiene todo, nos llenan de alegría y consuelo.

Enhorabuena.

Caso 2. Clonación y ocultismo

"Sólo un imbécil no juzgaría por las apariencias". Oscar Wilde

Pues si tenía razón Oscar Wilde (que la tenía, porque las apariencias son todo cuanto llega desde el exterior a nuestro cerebro a través de los sentidos, única puerta de entrada, salvo en el caso de algunos místicos) bien pobre juicio nos merece la CEOE, ocupante, y quizá propietaria, de este edificio.

Cutre, mezquino, timorato, ramplón. Parece diseñado con el uso exclusivo de una de esas herramientas que tienen los programas CAD y que permiten copiar un objeto y repetirlo ad nauseam en lugares predeterminados. De los materiales empleados nada diremos: se comentan solos. Esa planta baja opaca y oscura que parece hablarnos de falta de transparencia y ocultismo… Los edificios hablan y cuentan muchas cosas.

Está, pero no se molesten en ir a verlo, en la calle Diego de León esquina a Príncipe de Vergara.

Señores empresarios: bien sabemos que hay crisis, pero, ¿no valdría la pena cambiar esa fachada y sustituirla por otra que nos hable de emprendimiento, transparencia, investigación, desarrollo e innovación, tal y como rezan sus mantras favoritos?

Si van a recurrir al crowfunding cuenten conmigo: estoy dispuesto a contribuir con un euro. Incluso con dos si me apuran. De nada.

Y ahora verán como con sencillez, buen criterio compositivo, equilibrio y elegancia, se puede resolver un edificio de oficinas en una esquina del centro de Madrid que bien podría ser equivalente a la esquina anterior. Debió ser construido algo antes del citado.

Está en Paseo de Recoletos esquina a Bárbara de Braganza y no he conseguido hasta ahora descubrir su autor o autores. Pero lo haré y si puedo les daré mi enhorabuena.

Gracias por pensar y gracias por saber.

Caso 1. Cántico al granito pulido

"Hasta las mismas piedras me delatan…" W. Shakespeare, 'Macbeth'.

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