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Los nazis no quemaron tantos libros como nosotros
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Alberto Olmos

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Los nazis no quemaron tantos libros como nosotros

Aunque creemos que nuestra sociedad valora y protege los libros, lo cierto es que cada año se destruyen en España miles de ejemplares en procesos regidos por la más fría matemática

Foto: Quema de libros: uno de los deportes favoritos de los nazis.
Quema de libros: uno de los deportes favoritos de los nazis.

Fue al acudir a mi biblioteca habitual cuando caí en la cuenta de que en España se destruyen anualmente tantos libros como pudieron destruir los nazis, la Inquisición o Shi Huandi juntos. La diferencia con aquellos aniquiladores de textos es que ahora no se acarrean los ejemplares hasta una plaza y se les prende fuego, dando un espectáculo de barbarie sumamente fotográfico, sino que se trituran en algún almacén de las afueras, calladamente, para hacer luego con la pulpa de papel productos nuevos y útiles, como servilletas, cajas de palomitas o posavasos de edición limitada.

El día que tuve esta iluminación, una amable bibliotecaria se acercó a mí para enseñarme unos libros que había apartados en un anaquel con ruedas. Enseguida vi la palabra fatal escrita en un folio adherido al mueble: expurgo.

La bibliotecaria me instó a husmear entre aquellas decenas de libros condenados y a salvar alguno. Consideraba que yo, como escritor, algún derecho de adopción tenía. Aproveché el trajín para preguntarle cómo funcionaba aquello del expurgo. Funcionaba mucho mejor que las hogueras de los nazis.

Foto: Vista de la obra 'Una historia del futuro', del artista francés Saype. (EFE)
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Sacrilegio

La imagen de libros ardiendo se cuenta entre aquellas que nuestra sociedad considera sacrílegas. Cualquier ciudadano, sobre todo si no lee, se lleva las manos a la cabeza al conocer que un régimen dictatorial ha iniciado la destrucción de determinados libros que considera contrarios a su ideología o a sus creencias. Sin embargo, de una u otra manera, aquí también estamos todo el día destruyendo libros.

Según me contó la bibliotecaria, los libros arrojados al expurgo son aquellos que sentencia un simple algoritmo: tres años sin lectores. Si un libro no se mueve de la estantería en tres años, se saca definitivamente de ella para tirarlo. Las bibliotecas no pueden revender libros, ni donarlos ni regalárselos a sus usuarios. Además, necesitan espacio para las novedades.

Los libros arrojados al expurgo son aquellos que sentencia un simple algoritmo: tres años sin lectores, sin moverse de la estantería

Así las cosas, tuve que llevarme un libro a casa; me lo llevé como quien se lleva a un huérfano de la mano.

Era 'Ilustrado', de Miguel Syjuco, publicado por Tusquets en un año remotísimo: 2010. Nadie lo había abierto desde noviembre de 2012.

Sin eternidad

En principio, un escritor, cuando publica un libro, aunque no venda, aunque no sea citado entre los mejores títulos del año por los suplementos, incluso aunque nadie le diga que lo leyó con gusto, siempre puede acogerse a la vanidad de saberse en las bibliotecas. Un lector del futuro quizá se tope con mi libro dentro de 10 años, se consuela, y me lea.

Pero lo cierto es que nadie leerá ya 'Ilustrado' en mi biblioteca, y no es improbable que esta novela en concreto haya sido expurgada de todas las bibliotecas de Madrid, y hasta de España entera. Que Jorge Javier Vázquez escriba novelas y las bibliotecas quieran tener ejemplares de su libro (“porque es lo que la gente nos pide”) resulta de gran ayuda para que autores literarios como Syjuco acaben en la basura.

Muchas editoriales hacen exactamente lo mismo que las bibliotecas: si un libro no alcanza tales cifras de venta en tal periodo de tiempo, se destruye

A este empequeñecimiento de una voz hay que unir el que promueve en paralelo otro algoritmo de liquidación. Muchas editoriales hacen exactamente lo mismo que las bibliotecas: si un libro no alcanza tales cifras de venta en tal periodo de tiempo, se destruye. Copio a continuación la carta que envía un sello editorial a sus autores, llegado este momento:

"Apreciados/as amigos/as,

Adjunto les enviamos carta solicitando permiso para destrucción de libros.

Por favor, rogamos su respuesta a la mayor brevedad posible".

Los/as propios/as autores/as se ven obligados/as a dar el tiro de gracia a su obra.

Historia universal

Así que pobre Syjuco, y pobres todos los autores: sus libros desaparecen de la mayor parte de las librerías en tres meses; después, la editorial destruye los ejemplares no vendidos; finalmente, hasta ese poquito de eternidad que significaba estar en la biblioteca de Moratalaz es aniquilado por el expurgo. Solo quedan tres ejemplares realmente indestructibles: los que acaban en la Biblioteca Nacional si el libro ha solicitado un ISBN.

Porque los ejemplares vendidos que sobreviven en casa de alguien corren casi siempre la misma suerte. Fernando Báez publicó hace años una 'Historia universal de la destrucción de libros' (Destino), donde daba cuenta de los Shi Huandi que en el mundo han sido. Sin embargo, ¿qué pasa con la destrucción privada, particular, de los libros? ¿No sumamos uno a uno cifras igualmente pavorosas de libros destruidos? ¿Quién no ha tirado uno y 100 libros a la basura, al contenedor de papel o a una estufa? Yo mismo he destruido decenas de libros, para qué engañarnos.

Los libros pesan y las mudanzas se suceden; las modas se olvidan y aquella novela deja de dar lustre a nuestra biblioteca; un niño derrama la Coca-Cola sobre el poemario que nos regalaron.

Al menos en la hoguera había cierta gloria.

Fue al acudir a mi biblioteca habitual cuando caí en la cuenta de que en España se destruyen anualmente tantos libros como pudieron destruir los nazis, la Inquisición o Shi Huandi juntos. La diferencia con aquellos aniquiladores de textos es que ahora no se acarrean los ejemplares hasta una plaza y se les prende fuego, dando un espectáculo de barbarie sumamente fotográfico, sino que se trituran en algún almacén de las afueras, calladamente, para hacer luego con la pulpa de papel productos nuevos y útiles, como servilletas, cajas de palomitas o posavasos de edición limitada.

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