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¿A quién le importa la Feria del Libro de Madrid pudiendo ir de fiesta?
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Alberto Olmos

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¿A quién le importa la Feria del Libro de Madrid pudiendo ir de fiesta?

La cara oculta de la Feria del Libro de Madrid es un itinerario de fiestas espléndidas que reúnen a las gentes del libro alrededor de todo lo que no tiene nada que ver con la literatura

Foto: Feria del libro de Madrid. (EFE)
Feria del libro de Madrid. (EFE)

Normalmente yo tendría que inventar un artículo sobre la Feria del Libro de Madrid aprovechando que anda abierta. Ya saben: que hace mucho calor y que siempre llueve; ya saben: que vende más un youtuber (hace diez años diríamos un cocinero) que un escritor de verdad; ya saben: que no hay placer comparable al de conocer a tus lectores. Dado que todo esto ustedes ya lo saben, convendrán conmigo en que la Feria del Libro de Madrid es un coñazo.

También está muy propagada la especie de que el escritor sufre en este evento. Sufre si va a firmar y no firma y sufre mucho más -la muñeca, ay- si ha escrito un bestseller. Pareciera que la feria es como la vendimia de los novelistas, ese mes feraz donde se juegan el pan de sus hijos y se acuestan a las cinco de la mañana después de estar todo el día despachando en un tabuco achicharrante.

No digo yo que los escritores no se acuesten a las cinco de la mañana, ni que el tabuco de la feria no dé calor; pero, oigan, que también hay mucha fiesta.

Fiestas de guardar

Yo, que también soy novelista aunque ustedes no me lo tengan en cuenta, he estado en fiestas de feria desde comienzos de este siglo. La cosa ha empeorado mucho, y ahora tienes que pagarte muchas más cervezas que antes, lo que no deja de proponer vínculos a estudiar con la caída de ventas de los libros y hasta con lo malos que son casi todos ellos hoy en día.

La fiesta que entonces daba inicio a la Feria del Libro de Madrid era la de La Esfera de los Libros, también conocida como “la de El mundo”. Se ofrecía normalmente en la sede del periódico, aunque su última posta fue en el Casino de Madrid. Desde la lujosa terraza de este lujoso antro palaciego pudimos ver, amén de la espectral marcha del proyecto Canalejas, el fin de los buenos tiempos del mundo editorial.

Penguin Random House Grupo Editorial ganó una editorial, pero perdió una fiesta. ¡Menudo negocio!

Cerrado este festejo oficiosamente inaugural, la compra de Alfaguara por Penguin Random House acabó con otra fiesta que gustaba mucho: la de (irónicamente) Random House. Celebrada normalmente en clubs oscuros con cortinajes de terciopelo, y muy inclinada a proponer noches inolvidables cuyo relato luego algún autor nos asestaría en sus memorias, fue subsumida por la fiesta de Alfaguara, que se daba en unos jardines del Retiro con pavos reales. Penguin Random House Grupo Editorial ganó una editorial, pero perdió una fiesta. ¡Menudo negocio!

A la fiesta de Alfaguara me invitan últimamente (hasta que he escrito el párrafo anterior, al menos), así que puedo decirles que este año tuvo lugar en el museo Lárazo Galdiano, en el jardín. No había pavos reales pero fue Antonio Resines, amén de que el bigote de Martín Caparrós también tiene su vuelo.

La fiesta de Alfaguara se aprovecha para dar el premio de tal nombre (este año, a Ray Loriga) y fue un éxito descomunal: casi nadie parecía saber de qué le hablabas si le hablabas de libros.

Colarse y fiestas indies

Una figura digna de mención en este artículo feriado es la del colón, el colante o el colizonte, que no sabe uno cómo decirlo. Gente que se cuela en las fiestas, vamos.

Colarse en una fiesta de ringorrango, donde el vino se abre sólo y los canapés te los obligan a comer de dos en dos, tiene mucho predicamento en el medio literario español. Vale más decir: “me colé en la fiesta de Alfaguara” que “me invitaron a la fiesta de Alfaguara”. Todo sea por eludir la puntería de las viejas palabras de Eugenio D´ors, dedicadas al escritor principiante: “No eres nadie. No tienes muchos amigos. Los que tienes, poco lucidos. Tú esperas a tener otros para abandonarlos. Porque eres cruel, a fuerza de estar martirizado. Porque no tienes corazón, a fuerza de tener una sensibilidad excesiva. Tampoco aquí sabes la medida de las cosas. Ni muy bien lo que dices. A veces quieres hacer un cumplido, para ganar una amistad. Lo haces, y resulta que se toma como una ironía de mal gusto, que hiere a alguien. Te dejan, te aíslan. Hay fiestas, pero a ti no te invitan. Pasan en esta ciudad cosas importantes, cosas alegres. Y tú no estás. Tú no eres nadie.”

Colarse en una fiesta de ringorrango, donde el vino se abre sólo, tiene mucho predicamento en el medio literario

Mucha pillería para tratar de no ser nadie, amigos.

A mí a la que no me invitan es a la fiesta de Contexto, y por eso no voy. Esta fiesta es ya una fiesta indie, crítica, donde los escritores se pagan sus propias bebidas en un bar acordado de antemano, o en un hotel. Dependiendo del año -me dicen-, va todo el mundo o no va nadie.

Creo que el grupo Planeta también tiene su fiestón, pero como no me invitan nunca -y, por tanto, no voy-, no sé si es legendaria.

Suele cerrar la feria la fiesta más entrañable de todas, cuyo nombre da vergüenza ajena, de tan cuñado: La osa moña. Este es un encuentro informal a la manera del drac party barcelonés organizado por la infantería del mundo editorial, y a la que solo acude, lógicamente, la infantería del mundo editorial. Escritores poco conocidos (yo he ido, claro), gente de prensa, editores independientes que le deben dinero a todo el mundo y periodistas a los que acaban de despedir o deberían hacerlo pronto. En esta fiesta no se fragua el destino de la industria editorial, nadie lleva chaqueta, quizá nadie lleve ni las ganas de ir, después de tantos días atendiendo una caseta (el escritor/librero es cada vez más común) o proveyendo de bolígrafos al divo de turno. La fiesta no tiene pavo real y no puedes colarte: es el futuro de la literatura y todos están invitados.

Normalmente yo tendría que inventar un artículo sobre la Feria del Libro de Madrid aprovechando que anda abierta. Ya saben: que hace mucho calor y que siempre llueve; ya saben: que vende más un youtuber (hace diez años diríamos un cocinero) que un escritor de verdad; ya saben: que no hay placer comparable al de conocer a tus lectores. Dado que todo esto ustedes ya lo saben, convendrán conmigo en que la Feria del Libro de Madrid es un coñazo.

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