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Manolete, biografía de un sinvivir
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Manolete, biografía de un sinvivir

Manolete, biografía de un sinvivir. Fernando González Viñas / 328 páginas; 25,00 euros. Comprar libro.El libro de González Viñas es una interesante aproximación a la vida de

Foto: Manolete, biografía de un sinvivir
Manolete, biografía de un sinvivir

Manolete, biografía de un sinvivir. Fernando González Viñas / 328 páginas; 25,00 euros. Comprar libro.

El libro de González Viñas es una interesante aproximación a la vida de un mito, uno de los más grandes de la tauromaquia, Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete (1917-1947), a través del cual me inicio en la vida del diestro. No soy aficionada a los toros, es más, no entiendo nada, solo quizás atisbo la nostalgia de un tiempo en el que la actualidad estaba marcada por las crónicas taurinas.

Manolete nació en Córdoba en junio de 1917, un mal momento para venir al mundo. En España la situación política y económica amenazaba con un estallido de proporciones desconocidas y en el mundo la gran guerra entraba en su cuarto año. Sin embargo, en la Córdoba de Manolete las preocupaciones eran otras: se luchaba por la subsistencia diaria. Su familia de estirpe taurina y la escasez de alternativas de su entorno le empujan a introducirse paulatinamente en el ambiente del toreo, del que formaban parte todos sus familiares cercanos desde hacía generaciones.

Al morir su padre en 1923, cuando Manolete apenas había cumplido los cinco años, entra como mediopensionista en el colegio de los Padres Salesianos de Córdoba y después como interno, cuando su madre, Doña Angustias, trata de poner coto a las continuas escapadas que su hijo efectúa en compañía de sus primos para hacer los primeros pinitos en cortijos y haciendas cercanos. Con esta decisión solo trataba de retrasar la llegada de su hijo al mundo del toreo, no de oponerse a ello, en opinión del autor, ya que con el tiempo ella misma le buscaría el primer apoderado y le animaría a no dejarse ganar la partida por nadie dentro de la plaza.

A los doce años termina sus estudios, pero como es demasiado pequeño para contribuir al sustento familiar, se entrega sin cortapisas a capeas y  escuelas taurinas de su ciudad. En 1931 en Cabra mata sus primeros novillos, y cuatro años más tarde torea en Tetuán de las Victorias, plaza próxima a Madrid. La crítica no fue demasiado benévola y un aficionado lo resumió así: “¡Qué lástima que matando tan bien realice el toreo tan mal!”.

En 1937 su madre y su cuñado ven la necesidad de contratar a un apoderado que ayude al joven Manolete a asegurar su futuro  Entra así en su vida Camará, que también había sido torero aunque tuvo que retirarse con tan solo 29 años -“los tres años de servicio militar se llevaron mi carrera en el toro”- y que, como su pupilo, estaba emparentado con todos los toreros cordobeses. Probablemente desde el primer momento vislumbró las inmensas posibilidades de Manolete a nivel artístico y económico y su apuesta por él fue total, con lo que “se acababa de poner en un mismo vaso los ingredientes de un cóctel que arrasaría en todas las plazas de España y América”.

“Camará ha pasado a la historia como el creador de la figura moderna del apoderado, también como el chivo expiatorio de los males de la fiesta. Se le acusó de traer el toro chico, de afeitar a los toros y poco menos que de matar a Manolete” por sus exigencias para satisfacer las demandas del público.

Los comienzos de su carrera prácticamente coinciden con el estallido de la Guerra Civil, durante la cual forma parte de las brigadas taurinas, y aunque resulte inimaginable no le faltaron ocasiones de continuar toreando. Al finalizar el conflicto toma la alternativa, en medio de las dificilísimas condiciones de vida que atenazan con el hambre y muchas otras insuficiencias a toda España, llegando a convertirse en el arquetipo de la posguerra.

Tierno Galván en una obra publicada muy poco después de la muerte del diestro, Los toros acontecimiento nacional, describe perfectamente este arquetipo manoletino: “El toreo ha ido estilizándose, convirtiendo los lances en pura línea y perfil de modo que la aventura con la muerte se cumple dentro de una canónica de líneas y ascesis del movimiento. Hoy la quintaesencia del toreo consiste en templar y templar es precisamente la subordinación del lance al estilo”.   

Es el momento álgido de la carrera de Manolete. Triunfa dentro y fuera de España, pero el mito que levantó grandes pasiones y que a su vez tuvo grandes detractores, el torero que elevó la tauromaquia a la categoría de arte tuvo poca fortuna en su vida sentimental. Se enamoró de Lupe Sino, actriz reconocida en el momento que frecuentaba los ambientes de moda, pero que nunca fue admitida en el entorno familiar del maestro, pues la consideraban una mala influencia. Pocos días antes de que un toro negro y bragao segase su vida el 28 de agosto de 1947, Manolete había expresado su intención de retirarse y casarse.

Con su muerte nace el mito que ha dado lugar a multitud de libros, artículos, adhesiones y juicios que han mantenido viva su figura  hasta nuestros días. En un momento en el que la fiesta de los toros se sitúa en el debate público, dividido entre los detractores y los que la consideran bien de interés cultural -recordemos que Manolete en plena posguerra llenaba la Monumental de Barcelona, que una entrada para el espectáculo llegó a costar sesenta pesetas de la época, y que en la actualidad se ha cerrado esta plaza y se ha prohibido la celebración de corridas en su coso-, me parece oportuno y relevante adentrarnos en el mundo del toreo para recordar y comprender mejor el significado de la fiesta nacional por excelencia que tantas pasiones desata.

Manolete, biografía de un sinvivir. Fernando González Viñas / 328 páginas; 25,00 euros. Comprar libro.