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'I love Dick': el deseo y la creación no son solo cosa de hombres
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Henar Álvarez

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'I love Dick': el deseo y la creación no son solo cosa de hombres

Soloway, creador de 'Transparent', se vale de un triángulo de obsesiones y egos para reivindicar la sexualidad femenina y la visibilización de la mujer en el arte

Foto: Imagen de 'I love Dick'
Imagen de 'I love Dick'

El deseo es la mayor fuente de creatividad que dispone el ser humano. Truffaut dijo “nueve de cada diez películas son historias de amor, y me parecen pocas”. La historia del arte se resume en relaciones personales entre creadores y musas, y la palabra musa no tiene masculino. La mujer, su cuerpo más bien, siempre ha sido objeto de inspiración. Nuestros desnudos copan las salas de las pinacotecas más importantes del mundo, pero rara vez encontramos nombres femeninos firmando esas obras. Por poner un ejemplo, tuvieron que pasar 200 años para que el Museo del Prado se dignara a dedicar una exposición a una mujer, el nombre de Clara Peeters ya forma parte de su historia. De todo esto trata la nueva apuesta de Amazon, 'I Love Dick'.

Después del éxito de 'Transparent', Jill Soloway ha convertido en serie de televisión la novela homónima de Chris Karaus. Kathryn Hahn interpreta a Chris, una mujer casada con un escritor, Griffin Dunne, unos 20 años mayor que ella - porque “fue el primero al que no le importó mi inteligencia” - que se emboba de Dick, un artista contemporáneo con facha de cowboy, machista, grosero, sociópata y con ínfulas de genio solitario. Soloway utiliza este triángulo de obsesiones, paternalismos y egos para reivindicar la sexualidad femenina y la invisibilización de la mujer en el arte. Vamos allá.

¿Son buenas las pelis dirigidas por mujeres?

Aunque Chris es una mujer inteligente y con dotes para el arte y la escritura, en vez de centrarse en su carrera profesional -es directora de cine- se muda con su marido a Marfa (Texas), un pueblucho de pocos habitantes en donde a él le reclaman para cerrar los detalles de lo que será su próximo libro. ¿Por qué ella renuncia, en parte, a mejorar profesionalmente? Pues porque a una mujer no le basta con desear algo para serlo y, a veces, es fácil que la frustración le gane la batalla a la pasión. Eso es lo que Chris escupe a la cara de Dick, cuando este durante una cena le suelta un discursito absurdo sobre la meritocracia y, para colmo, un mansplaining como un piano sobre las ganas de ser de las que carece el género femenino y ella en particular. Según Dick, si ella realmente quisiera ser directora de cine, ya lo sería: “Si fuera una cuestión de deseo, Dick, habría una montaña de películas increíbles dirigidas por mujeres”.

Esta escena, una conversación a tres en un restaurante, representa estupendamente las dificultades a las que tiene que someterse una mujer cuando intenta sacar adelante una película. En un mundo en el que todos los puestos que deben tomar decisiones sobre cuáles serán producidas están ocupados por hombres, contar el argumento, sobre todo si la protagonista va a ser una mujer, ya es toda una heroicidad.

Teniendo en cuenta cuáles han sido los arquetipos e historias que han conformado el discurso cultural imperante -chicos incomprendidos, deportistas de élite, hombres soldados, vaqueros, indios, astronautas que conquistan el espacio, músicos, hombres que se enamoran, Don Juanes, profesores, detectives, cacos, aventureros que conquistan tierras, superhéroes, villanos, hombres de negocios, asesinos en serie, mafiosos, reyes que defienden sus patrias, médicos a los que se les mueren los pacientes o que descubren curas, artistas de todas las disciplinas, magos, obreros que luchan por sus derechos, policías, y un largo etc. -para hacer entender que una mujer puede liderar un guion hay que echarle ganas.

Techo de acero para ellas

No es que se cierren en banda de manera premeditada a hacer películas con nosotras, es que como no tienen el referente no son capaces de identificarse ni con la historia ni con el personaje que se les propone. No lo ven. Consideran que no interesa y, por lo tanto, no apuestan por ella. Es la cola de la pescadilla que se muerde la cola. La falta de mujeres en los puestos superiores interfiere sin remedio en la producción audiovisual. El techo de cristal se torna de acero y nos deja cifras tan lamentables como la de la cartelera española que en lo que va de año solo ha estrenado dos películas nacionales dirigidas por mujeres: 'Teresa y Tim' de Agurtzane Intxaurraga y 'Análisis de sangre azul' de Blanca Torres.

Es la cola de la pescadilla que se muerde la cola. La falta de mujeres en los puestos superiores interfiere sin remedio en la producción audiovisual

Conseguir financiación solo es el comienzo de la cadena. Para que una película tenga éxito, la repercusión que obtenga de los medios es vital. Eso se consigue con una buena distribuidora, una importante partida de marketing y un recorrido exitoso por festivales de cine de todo el mundo. Cuando una película es seleccionada empieza su recorrido publicitario. Los periodistas que cubren los festivales pueden incluirlas en sus crónicas, se compartirán las primeras impresiones e incluso una buena recepción puede conseguir que vuelvas a casa con un distribuidor para tu peli. Es aquí donde volvemos a encontrarnos con el mismo problema de antes: los programadores de los festivales también son en su mayoría hombres.

El pasado festival de Cannes, por ejemplo, solo contó con tres películas dirigidas por mujeres en su sección oficial. La crítica también tiene género masculino y con mucha soltura catalogan estos filmes como “para mujeres” o los encuentran demasiado intensos o demasiado superficiales o la actriz no es lo suficientemente guapa y así lo plasman en sus textos. No hace mucho, Jessica Chastain animaba a las jóvenes cinéfilas y con talento para la escritura que lo intentaran en el mundo de la crítica. Se necesita como el comer su punto de vista:

El distribuidor, también hombre, escoge el film del que adquirirá los derechos para que se vea en los cines de su país y, de nuevo, es más sencillo que empatice con historias que le son cercanas. El problema que plantea Jill Solaway a través de su protagonista es sí una mujer puede, o le merece la pena, desvivirse por crecer profesionalmente en un terrero como el de la producción artística.

Lo femenino como subgénero

La escena de la cena continúa con un sin fin de humillaciones hacía la persona de Chris. Dick pregunta a su compañero por la película que ha dirigido su esposa y empiezan a charlar sobre ella como si no estuviera presente. Para colmo, se jacta de que “cuesta encontrar una película buena dirigida por una mujer”. Al día siguiente, a solas, el personaje de Kathryn Hahn reflexiona sobre si hay algo de verdad en las groserías del cowboy. El paternalismo que destilaban las palabras de esos dos artistas de éxito, que cuestionaban no solo su obra si no la de todo su género, se produce también en el proceso de producción, rodaje y montaje de una película.

Si una mujer saca su carácter cuando está al mando dirán que es una histérica, pero si lo hace un hombre es respetable

Julie Delpy reconoció que con 'Lolo' había sido la primera vez que había cobrado algo por dirigir, producir, escribir el guion y componer la banda sonora, que nunca había conseguido el presupuesto total para rodar y que al final debía conformarse con la mitad de lo estimado. Además, había tenido que enfrentarse a las ideas afianzadas en la sociedad sobre el comportamiento de una fémina en un ambiente laboral: “Si una mujer saca su carácter cuando está al mando dirán que es una histérica, pero si lo hace un hombre es respetable.” Aunque hablemos de una directora con experiencia, el trato que se le otorga es como si fuera amateur. La sombra de la duda siempre planea sobre ellas, como si hubieran dejado los mandos a cargo de un chiquillo. Ante este panorama, ¿cómo es posible conseguir sacar adelante una buena película?

Todas estas circunstancias han acabado convirtiendo muchas actividades públicas realizadas por mujeres en un subgénero. Hay cine y cine de mujeres, fútbol y fútbol femenino o literatura y literatura femenina. Ellos son lo neutro y nosotras una ramificación. Así, Dick regenta una sala de exposiciones y constantemente niega a su comisaria la posibilidad de exponer obras firmadas por una mujer. En el capítulo quinto, mi favoritísimo de la serie, India Menuez (Toby) rememora sus tiempos en la facultad de Historia del arte y como un profesor le sugirió que se pasara a Estudios de Género cuando ella explicó el tema de su tesis: la mujer en escenas de sexo anal en pornografía. Ella insiste en que es parte de la Historia del arte y que no quiere trabajar para ningún otro departamento. El profesor se queda con cara de pez ante su respuesta, como si no fuera capaz de entender que el deseo y la creación no son solo cosa de hombres.

Objeto de deseo masculino

Existe cierta relación entre que se haya negado a las mujeres la posibilidad de desear y sentir placer, sin que sean tachadas de indecentes, con que se nos aparte de la creación artística. Nuestro lugar es el de las musas. El deseo inspira. Sin deseo, sin pasión, no se puede producir ninguna obra de arte. Dick, a pesar de sus fanfarronerías, se instala en las fantasías del matrimonio y les alienta la vida sexual y artística: Chris encuentra en su imagen la inspiración para escribir epístolas cargadas de flujo vaginal y oxitocina.

Roza la parodia la manera en que la cámara nos presenta a Kevin Bacon como objeto de deseo: planos del paquete, de su pecho, de su culo prieto y desnudo. Ella lo imagina sin camiseta, montando a caballo o esquilando una oveja a cámara lenta. Es ridículo. Igual de ridículo que cuando presentan así a las adolescentes de larga melena, solo que en ese caso hemos hecho callo y ya no nos sorprende.

En 'I Love Dick' no solo se incide en la sexualidad femenina, el capítulo quinto reúne los testimonios de las protagonistas de la serie que explican mirando a cámara cómo empezaron a sentir deseo (siempre he pensado que cuando una mujer habla de sexo en público está haciendo activismo) e ilustra las consecuencias de ser el objeto admirado: Dick se siente acosado -lo está- y que no tiene el poder de manejar la situación -no lo tiene-. El personaje de Griffin Dunne le espeta en una ocasión: “Los hombres han usado a las mujeres como objetos durante siglos. ¿No te gusta ser musa?” A lo que este responde: “Es humillante”. Y ciertamente lo es. Quien lo probó lo sabe.

La serie retrata una realidad que no avanza o lo hace a un paso demasiado lento. El debate sobre la invisibilización de los logros del género femenino está en los medios de comunicación y eso es bueno porque pone el foco sobre el problema, pero no consigue, al menos de momento, que la situación mejore. Continua sin haber apenas cuadros de mujeres colgados de las paredes de los museos, sin programar grupos o solistas femeninas en los festivales de música -los carteles de este año son absolutamente insultantes- o películas dirigidas por nosotras en la cartelera o los festivales de cine -si llegan a cuatro en las secciones oficiales todavía tenemos que dar las gracias-. Jill Soloway ha vuelto a hacer su magia y ha transformado lo invisible en materia. 'I love Dick' es aliento, es una razón más para seguir trabajando por el espacio que nos pertenece.

El deseo es la mayor fuente de creatividad que dispone el ser humano. Truffaut dijo “nueve de cada diez películas son historias de amor, y me parecen pocas”. La historia del arte se resume en relaciones personales entre creadores y musas, y la palabra musa no tiene masculino. La mujer, su cuerpo más bien, siempre ha sido objeto de inspiración. Nuestros desnudos copan las salas de las pinacotecas más importantes del mundo, pero rara vez encontramos nombres femeninos firmando esas obras. Por poner un ejemplo, tuvieron que pasar 200 años para que el Museo del Prado se dignara a dedicar una exposición a una mujer, el nombre de Clara Peeters ya forma parte de su historia. De todo esto trata la nueva apuesta de Amazon, 'I Love Dick'.

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