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'The Keepers': ¿quién mató a la joven monja Catherine?
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Aloña Fernández Larrechi

Desde Melmac

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Aloña Fernández Larrechi

'The Keepers': ¿quién mató a la joven monja Catherine?

Netflix estrena mañana la docuserie que transcurre en Baltimore, la ciudad que David Simon retrató en ‘The Wire’. El nuevo 'Making a Murderer' es una siniestra historia de muertes y abusos

Foto: El asesinato de la hermana Cathy ocupó las portadas en los años 70
El asesinato de la hermana Cathy ocupó las portadas en los años 70

A ocho kilómetros del lugar en el que Roland 'Prez' Pryzbylewski cambió las patrullas en las calles de Baltimore por la enseñanza, en la cuarta temporada de ‘The Wire’, se encuentra el instituto Seton Keough High School. El centro educativo católico y exclusivamente femenino, pertenece a la Archidiócesis de Baltimore y cerrará sus puertas el mes que viene. El inevitable desenlace de una institución fundada en 1988, como resultado de la fusión del Seton High School y el Archbishop Keough. Este último fue, en los años setenta, la máxima aspiración de las hijas de los trabajadores de “cuello azul”, que veían en el centro un lugar en que encontrar la educación necesaria para luchar por su futuro. Con un claustro de profesores compuesto únicamente por monjas, las alumnas aprendían rodeadas de unas instalaciones que eran la envidia de la ciudad.

A pesar de que, como alguna de las antiguas alumnas afirma en la actualidad, el instituto “se suponía un lugar seguro” entre aquellas puertas tuvo lugar el mayor escándalo de abusos que ha vivido hasta la fecha Baltimore. La misma ciudad que ostenta el honor de ser la primera diócesis que la iglesia católica estableció en suelo estadounidense. Los hechos que tuvieron lugar en el Keough durante los años 70, bien podrían haber sido parte de la historia que el mejor cronista de la ciudad nos contó en 'The Wire'. Probablemente la habríamos disfrutado más que la regulera quinta entrega. Pero David Simon, que como cualquier reportero de Baltimore seguro que conocía la historia, probablemente la descartó por morbosa. O porque sus protagonistas eran mujeres blancas de familias de clase media. Un inconveniente que no encajaba con el universo que Simon creó en HBO.

Casi una década después de que el exitoso creador terminase su retrato sobre Baltimore, la ciudad volverá a ser el centro de atención del universo televisivo. La culpa de ello la tendrá ‘The Keepers’, la docuserie de siete episodios que mañana estrena Netflix y que se centrará en las diferentes incógnitas que rodearon la muerte de Catherine Cesnik. Una monja que desapareció sin dejar rastro a finales de 1969, con tan sólo 25 años, y cuyo cadáver fue encontrado meses después en el vertedero de una localidad cercana.

Los escuderos de Cesnik

La personalidad y el carisma de Cesnik, de la que sus antiguas alumnas continúan hablando maravillas, han hecho posible que casi medio siglo después de su desaparición, todavía haya gente dispuesta a encontrar al culpable de su muerte. Como Abby y Gemma, dos mujeres de mediana edad que en su adolescencia fueron alumnas de Cesnik y todavía hoy trabajan para que su muerte no caiga en el olvido. O como Gerard Koob, un antiguo cura con el que la monja mantenía una relación de amistad en la época en la que desapareció. El veterano Tom Nugent un periodista que conoció el caso en los noventa, y desde entonces trabaja para esclarecerlo, completa la lista de ángeles de la guarda de Cathy. Hombres y mujeres que no están dispuestos a dejar pasar un suceso que escondía más hechos de los que, a primera vista, evidenciaba.

Pero como la propia Gemma aclara frente a las cámaras “esto no es Abby y Gemma jugando a ser investigadoras y descubriendo el misterio”. Gracias a un grupo de Facebook ambas han podido sumar nuevos testimonios a su particular archivo de pruebas. El mismo en el que también se encuentra un amplio informe sobre la muerte de Joyce Malacki, una joven que desapareció cuatro días después que Cesnik, en unas circunstancias bastante parecidas a las de la religiosa. Ambos crímenes ocuparon las páginas de la prensa de la época, pero las fuerzas de seguridad asignadas a ambos casos no lograron encontrar a los culpables. O no quisieron, porque como declara una de las exalumnas de Cesnik, lo peor de Baltimore era “su nivel de corrupción”.

El testigo desconocido

Tras la exposición de los hechos, el primer episodio de ‘The Keepers’ añade antes de su cierre final, un personaje a esta historia, Jane Doe. La denominación que se otorga a los testigos que se quiere proteger en un caso. “Jane Doe tiene una historia que contar. Pero nunca llegamos a oírla” dice el periodista Robert Erlandson antes de que la pantalla se tiña de negro. Un cierre efectista que impulsa al espectador a continuar, aunque la historia que le espera en el siguiente episodio resulte mucho más cruel y difícil que lo que acaba de ver.

Los cuatro escuderos de la memoria de Cesnik que vemos en el primer episodio, dejan paso a una sucesión de mujeres que en los setenta acudieron “con gran emoción” al Archbishop Keough. Allí fueron alumnas de severas monjas con años de profesión a sus espaldas, pero también pudieron disfrutar de la comprensión y el cariño de Cathy Cesnik. Una profesora de lengua que no tenía problemas en proponer a sus alumnas lecturas como ‘La Letra Escarlata’ y que “a veces te aconsejaba, y otras veces se limitaba a escucharte”. Virtudes que le sirvieron para descubrir los abusos que el capellán de la escuela, Joseph Maskell, llevaba a cabo en su propio despacho.

El capellán poderoso

En ‘The Keepers’ lo que comienza siendo un asesinato sin resolver, se convierte pronto en una especie de ‘Spotlight’ con pocos periodistas pero muchos testimonios. De personas que conocieron a Cesnik y quedaron encadilados por su personalidad. Y de mujeres que, además de ser alumnas suyas, fueron víctimas de abusos cuando estudiaban en el Keough. Señoras que a la luz del día, y mirando a cámara, son capaces de contar que estaban entre las jóvenes que aleatoriamente eran llamadas al despacho de Maskell. Aunque para ello tengan que reconocer que, por aquel entonces, eran criaturas inocentes a las que el poder que el capellán tenía en la institución y en ellas mismas, les impedía ver la realidad que sufrían.

Un relato sobrecogedor, y no exento de detalles, en el que el máximo representante de la iglesia en la institución se descubre como un hombre abominable y sin escrúpulos que conocía perfectamente el riesgo al que se exponía. Y las armas que podía utilizar para mitigarlo. A sus víctimas, las amenazaba a sangre fría, jugando la carta de ser el representante de Dios. Más allá del Keough, el poder de Maskell residía en las conexiones que su parentesco con un cargo policial podían ofrecerle. Además de gozar de gran popularidad en el cuerpo de policía o las fuerzas aéreas, donde ejercía también como capellán.

Caso sin resolver

La referencia más cercana en el género documental dentro del catálogo de Netflix es la exitosa ‘Making a Murderer’. Pero a diferencia de esta, ‘The Keepers’ se parece más a los programas propios del género que a su predecesora. La docuserie criminal no abusa de las recreaciones, y los testimonios se suceden entre fotografías y recortes de periódicos, a través de la narrativa propia de cualquier programa de investigación de crímenes. Personas normales que frente a una cámara, narrando sus experiencias y tratando de contener sus emociones. Una propuesta que no desborda originalidad, pero que permite al espectador concentrarse mejor en la apabullante sucesión de hechos y testimonios que le espera.

Los planos aéreos de un suburbio, en el que las casas se extienden hasta donde alcanza la pantalla y las calles parecen desiertas, son una de las inevitables similitud entre ambas producciones. Pero las particularidades que el paso de los años ha otorgado a la trama que narra ‘The Keepers’, lleva a los espectadores a la intimidad de los salones de los entrevistados, y les evita interminables horas de juicios en la corte. Cambio que en realidad sólo evidencia el sistema corrupto en el que, como en ‘Making a Murderer’, se desarrollan los abusos de Maskell y la muerte de Cesnik.

El incansable trabajo de aquellos que no se rindieron ante el silencio que rodeaba la muerte de la religiosa, ha tenido efecto más allá de la docuserie de Ryan White. El departamento de policía de Baltimore no ha podido permanecer ajeno a las evidencias, y en los últimos días ha llevado a cabo una acción que podría tener la respuesta a muchas preguntas. Una coincidencia temporal, quizá involuntaria, que tal vez sea el epílogo a la truculenta historia que Netflix estrenará mañana y que, después de cuatro décadas, aún no ha encontrado su desenlace.

A ocho kilómetros del lugar en el que Roland 'Prez' Pryzbylewski cambió las patrullas en las calles de Baltimore por la enseñanza, en la cuarta temporada de ‘The Wire’, se encuentra el instituto Seton Keough High School. El centro educativo católico y exclusivamente femenino, pertenece a la Archidiócesis de Baltimore y cerrará sus puertas el mes que viene. El inevitable desenlace de una institución fundada en 1988, como resultado de la fusión del Seton High School y el Archbishop Keough. Este último fue, en los años setenta, la máxima aspiración de las hijas de los trabajadores de “cuello azul”, que veían en el centro un lugar en que encontrar la educación necesaria para luchar por su futuro. Con un claustro de profesores compuesto únicamente por monjas, las alumnas aprendían rodeadas de unas instalaciones que eran la envidia de la ciudad.

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