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Carlos Collado Seidel

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España no existe

Para ser tenidos en cuenta seriamente es necesario algo más que meritorias expresiones de consumo cultural como la práctica de autoafirmación triunfalista conocida como 'Marca España'

Foto: España serbia
España serbia

Si el eslogan “¡Teruel existe!” fue un grito de desesperación de los turolenses en demanda de un trato justo por parte del Ejecutivo, lo mismo cabría decir de España, vista desde Alemania. Con esta afirmación no me refiero a la representación de un patrimonio cultural único y riquísimo que ha ido abriéndose paso en la sociedad alemana a lo largo de las últimas décadas, y esto en buena medida gracias a la gestión turística y sobre todo a la red de Institutos Cervantes establecidos en este país.

Otra cosa muy distinta es la percepción de España. En lo que respecta a su consideración como parte esencial e intrínseca de la Unión Europea, España no ha logrado penetrar en el mapa mental de los alemanes.

Como historiador afincado desde hace décadas en Alemania no he podido leer sino con estupor acerca de las sesiones del “Historikertag”, unas pretigiosas jornadas historiográficas de intercambio profesional que reúnen bienalmente a lo más relevante de la historiografía en lengua alemana, con el cometido de presentar nuevas tendencias y establecer balances.En el encuentro del pasado año hubo sesiones dedicadas a la historia contemporánea de Europa occidental. Sin embargo, los protagonistas fueron Gran Bretaña y Francia. Es decir: en la historiografía sobre Europa occidental no hay cabida para España.

De entre las más de 400 ponencias que se impartieron a lo largo de las jornadas, sólo hubo una que tuvo a España como referente. Se hallaba en una sesión dedicada a las migraciones judías durante el siglo XX.

No hay interés

Un segundo ejemplo: Francia, la gran revista de historia para el ámbito francófono, editada por el Instituto histórico alemán en París, tiene como subtítulo: "Investigaciones sobre Europa occidental”. Se salta olímpicamente la existencia de unos 600.000 kilómetros cuadrados de territorio habitado allende los Pirineos.

Esta situación se explica por la inexistencia de la península ibérica en la historiografía universitaria institucionalizada: mientras que en Alemania hay un buen número de cátedras y titularidades dedicadas a la historia contemporánea de Europa occidental, todas, sin excepción alguna, lo son o bien para la historia de Francia o de Gran Bretaña. Dicho claramente: no existe una única plaza universitaria dedicada a la Historia contemporánea española.De Latinoamérica existen siete u ocho.

Las investigaciones que van surgiendo sobre la historia de España son fruto del capricho de doctorandos y de la disposición de sus directores a aceptarlas.No extrañe pues, que ante el atractivo cultural y lúdico que ejerce España, haya surgido recientemente un prolijo trabajo de investigación sobre la labor propagandística durante el franquismo de actuaciones en el exterior de bailaoras de flamenco, anclado, eso sí, en las corrientes actuales de lahistoriacultural. Existen otros muchos que ante el imperativo de las condiciones del mercado laboral universitario, no les dan continuidad y profundización.

La dedicación a la Historia contemporánea de España se considera como un campo un tanto exótico, que con vistas a la consecución de una permanencia en la Universidad rápidamente puede derivar en un callejón sin salida, si no se compagina con investigaciones que tengan como referente un ámbito cultural considerado más cercano al sentir alemán.

El único tema de la historia española contemporánea que despierta cierto interés sea la Guerra Civil. Eso sí, sólocomo reflejo de la luchas entre las ideologías predominantes en la Europa de entreguerras y como la intromisión masiva alemana conla Legión Cóndor.

Valga como ejemplo adicional del desconocimiento de la historia española que entre los resultados de las investigaciones sobre los movimientos fascistas europeos no aparece la Falange. El historiador Ernst Nolte, en su libro pionero al respecto, publicado por primera vez en 1963 y reeditado un buen número de veces, se limita a una comparación entre el nacionalsocialismo, el fascismo italiano y Action française, sin entrar en el caso joseantoniano.

La dictadura de Franco se minimiza al atribuírsele una “ligereza doctrinal”, supuestamente característica de los países románicos

Pero quizás extrañe más que esta situación no haya cambiado sustancialmente desde entonces, y que la historiografía alemana no se haya hecho eco de forma adecuada de los resultados de las investigaciones sobre España. Así, en un estudio acerca de las tendencias historiográficas sobre el fascismo, publicado recientemente por el prestigioso Institut für Zeitgeschichte de Múnich, el caso español nuevamente brilla por su ausencia.

Sigue predominando aquello que hace algunos años constataría el filósofo, historiador y ex-ministro de culto y cultura bávaro, Hans Maier, al resaltar que la diferencia entre la dictadura de Franco -considerada como autoritaria- y las de Hitler y Stalin -calificadas como totalitarias-radica en la falta de un programa de exterminio premeditado. De esta forma, la España de Franco sigue percibiéndosecomo aquel país que fue el “baluarte” y la “sana conciencia” de Occidente, una imagen que tuvo gran arraigo en la Alemania conservadora de Adenauer. Así, la dictadura de Franco se minimiza al atribuírsele una “ligereza doctrinal”, supuestamente característica de los países románicos.

El no de Alemania

El desinterés generalizado por la historia contemporánea de España tiene sin duda que ver con la intensidad de una experiencia histórica incomparablemente mayor en las relaciones de Alemania con otras naciones como Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Rusia o incluso Italia.

Así, como reflejo de una expresa voluntad política baste con mencionar por orden de su creación los institutos históricos alemanes existentes en otros países: el de Roma, fundado en 1888, frutode una pasión romántica por la Roma clásica; el de París en 1958, como reflejo de la reconciliación franco-alemana; el de Londres se estableció en 1976 en pleno proceso de integración europea; el de Washington, en 1987 como reverencia a la potencia mundial líder de la alianza occidental.

En los años del gran entendimiento entre el canciller Helmut Kohl y Felipe González se rumoreó acerca de la creación en Madrid un instituto para la investigación histórica, tal y como incluso lo tienen los austriacos, portadores del legado histórico de la Casa de Austria. La caída del muro de Berlín, sin embargo, abrió nuevas perspectivas y prioridades con lo que la opción española se dejó caer a favor de Varsovia, en 1993, y de Moscú, en 2005.

placeholder Visita de los reyes a Alemania. (EFE)
Visita de los reyes a Alemania. (EFE)

Aún cabría argumentar, no sin razón, que precisamente la lengua española, en lo que respecta a la demanda en las universidades alemanas, ha experimentado un auge impresionante a lo largo de las últimas décadas, superando al francés como idioma tradicionalmente privilegiado. Este dato, reconfortante en vista de lo dicho anteriormente, pierde parte de su peso si tenemos en cuentaque, en los centros de enseñanza secundaria, el españolsigue ocupando el cuarto lugar después del inglés, del francés y muy por detrás del latín.

Hace unos años, el periódico liberal Süddeutsche Zeitung incluso se mofó de que en un colegio de Hamburgo se había osado a ofrecer la opción de elegir el español como primera lengua extranjera, considerándolo expresamente como una decisión irrisoria e incluso nociva al ir en detrimento del francés.

En resumen, España sigue sin estar presente en la conciencia de los alemanes en todo lo que va más allá de los ámbitos lúdicos y las atracciones turísticas. ¿Es esto una fatalidad ineludible? ¿Qué han hecho los Gobiernos españoles?

España sigue sin estar presente en la conciencia de los alemanes en todo lo que va más allá de los ámbitos lúdicos y las atracciones turísticas

La cultura no se mueve en un campo de abierta competencia que permite elegir libremente entre diversas ofertas, sino que es también fruto de una política determinada. Esto explica la reticencia a incorporar el sector cultural al tratado de libre comercio entre la UE y Estados Unidos. Y así también fue la creación de la red de Institutos Cervantes a comienzos de los años noventa.

La acción cultural exterior, más allá de lo que representa actualmente la práctica de autoafirmación triunfalista en lo que es la Marca España, debería prestar mayor atención a las bases en que se forma la personalidad para, en el día de mañana, cosechar los gérmenes crecidos con los años. Para ser tenidos en cuenta seriamente es necesario algo más que meritorias expresiones de consumo cultural que por lo demás tienen un eco reducido al gozar de la aceptación de un público ya de por sí adepto y que, en Alemania siguen teniendo un cierto aura romántica y exótica. De lo contrario, España y con ello su Marca seguirán ancladas allende de los Pirineos, eso es al margen de Europa.

* Carlos Collado Seidel es profesor de historia contemporánea en la Universidad de Marburg. Autor de diversos libros sobre historia de España y las relaciones hispano-alemanas contemporáneas.

Si el eslogan “¡Teruel existe!” fue un grito de desesperación de los turolenses en demanda de un trato justo por parte del Ejecutivo, lo mismo cabría decir de España, vista desde Alemania. Con esta afirmación no me refiero a la representación de un patrimonio cultural único y riquísimo que ha ido abriéndose paso en la sociedad alemana a lo largo de las últimas décadas, y esto en buena medida gracias a la gestión turística y sobre todo a la red de Institutos Cervantes establecidos en este país.

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