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Ruinas y ausencias: ¿cuáles son los límites de la restauración artística?
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Juan Miguel Hernández de León

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Ruinas y ausencias: ¿cuáles son los límites de la restauración artística?

Escribió Diderot que "es necesario arruinar un monumento para que llegue a ser interesante". Las últimas intervenciones polémicas en nuestro patrimonio arquitectónico abren el debate

Foto: Castillo de Matrera (Cádiz), antes y después de la polémica restauración.
Castillo de Matrera (Cádiz), antes y después de la polémica restauración.

William Hogarth, aquel pintor satírico del siglo XVIII, realizó un grabado, editado por los Boydell en 1761, en el que representaba al Tiempo como un viejo con alas, empuñando una guadaña que atraviesa la pintura situada ante él, sobre un caballete, al mismo tiempo que la 'envejece'con el humo de la pipa que está fumando. 'Time Smoking a Picture' es su título. Una alegoría de cómo el tiempo mejora al arte, un Tiempo que contemplamos sentado sobre fragmentos de antiguas esculturas, ahora reliquias en su condición de ser la ruina de una unidad ya perdida para la obra original, sin más utilidadque le otorga el anciano alado.

Nada, en la pintura, queda libre de la pátina, ese barniz temporal que contiene la vasija situada junto a la figura que representa el Tiempo manipulando la materia del cuadro, sobre el que se afana en una tarea sin descanso. Es fácil entender el significado de la alegoría: por un lado, la toma de postura ante la polémica sobre los límites de la intervención restauradora, que tendrá su eclosión en el siglo XIX, cuando se considera que esas huellas de la vejez forman parte del núcleo irreductible de su verdad histórica. Por otra, más sutil, la idea de que la ruina pierde su condición original, y queda como un vestigio de la grandeza memorial que tuvo; ahora destinada a soportar, como asiento, el trasero desnudo del anciano Cronos.

La polémica continúa en nuestros días; solo hay que referirse a la originada con la intervención reciente sobre la fortaleza de Matrera, en Villamartín(Cádiz). Denunciada por Hispania Nostra, yposteriormentemerecedora del reconocimiento internacional que supone el premio Architizer A+. No es, por supuesto, el único caso en que la valoración popularo de algunas asociaciones de criterio conservadorno coincidecon la de los expertos, o con la de las administraciones responsables de la gestión y cuidado del Patrimonio Cultural.

En algunos casos, la valoración popular o de algunas asociaciones de criterio conservador no coincide con la de los expertos

Con características distintas, pero con el mismo trasfondo, podemos considerar la originada en el caso de Las Atarazanas de Sevilla, o en el casi ya olvidadodel Teatro de Sagunto. Este, incluso con la sentencia condenatoria del Tribunal Supremoal entender que se trataba de una reconstrucción, cuestión proscrita por la vigente Ley del Patrimonio Histórico Español.

Cuando memoria e historia se confunden

Lo fundamental de esta controversia, o si queremos, de esta distinta sensibilidad, parece residir en un desplazamiento del énfasis puesto en la condición documental, es decir, histórica, del bien cultural, y aquel valor que responde a la pulsión sentimental que recibe de la ciudadanía(o al menos de algún sector de esta); la que se siente afectada por su desaparición, e incluso por su modificación. Memoria e historia confunden sus espacios propios, facilitando con ello la sustitución del conocimiento por el compromiso sentimental, ese rumor espeso donde todo resulta equivalente.

Dicho de otro modo, no podemos ignorar que en su origen el término 'monumentum' se refería a las fuentes escritas que reunían los anticuarios, y solo con un papel secundario se van aceptando los vestigios de la escultura y la arquitectura por su poder de 'recordatio', en cuanto que evocan los acontecimientos que tuvieron lugar en torno a ellas. Y algo de esto se traduce en la legislación patrimonial actual, cuando el atributo exclusivo de históricosustituyó a la anterior denominación de histórico-artístico, con el objetivo indudable de dar prioridad a los valores que facilitan el saber históricosobre aquellos que se entendían susceptibles de estar contaminados por lo subjetivo.

placeholder El Teatro de Sagunto: ¿restauración o reconstrucción?
El Teatro de Sagunto: ¿restauración o reconstrucción?

Un caso especial, para todo el pensamiento que gira en torno a la idea de Patrimonio Cultural, es el caso de la ruina. "Intérprete de la edad" para Ruskin, la ruina se expresa en el deterioro, en la pátina, o en la pérdida de su entidad física, y en todo caso parece resultar incompatible con la idea de recuperar su unidad original.Y, sin embargo, puede constituir una unidad distinta, la de la evocación de la ausencia. Esta singularidad, tan evasiva para poder definirla en términos objetivos, fue señalada por Diderot en el sentido de que en el fragmento de una ruina hay más vida que formas, y a medida que se introducen las formas, desaparece la vida.

Según Diderot, en el fragmento de una ruina hay más vida que formas, y a medida que se introducen las formas, desaparece la vida

Los esbozos inconcretos de la forma, entiende este autor, afectan de manera más fuerte que aquella completa que desapareció, ya que al dejar libertad a la imaginación, nos permite ver lo que deseamos. Es lo que le lleva a su conocida afirmación de que "es necesario arruinar un monumento para que llegue a ser interesante". Una frase que no disimula desde la ironía la realidad a la que corresponde: la diferencia entre la fuerza sentimental de la memoria y el relato lineal de la historia.

El límite extremo de la materia

Cesare Brandi, todavía referente de magisterio en toda teoría de la restauración, definía la ruina como el límite extremo en el que la materia puede definirse como monumento histórico; es decir, cuando su soporte físico se ha reducido de tal manera que queda relegado a la categoría de material grosero, incapaz de conservar la suficiente energía para recuperar su entidad original, por lo queda reducida a una huella diluida de su historicidad.

La ruina quedaría, por tanto, como una forma específica de reliquia, y cualquier intento de reconstrucción solo conduciría a una nueva y falsa realidad en cuanto a su verdad histórica, pero también sería la negación de la distancia temporal que evoca. Las reliquias, como desecho de lo que fue vida, catalizan el sentimiento de una lejanía ya inalcanzable, al mismo tiempo que no renuncian a ser datos de un relato histórico, al que aportan su significado.

Las reliquias, como desecho de lo que fue vida, catalizan el sentimiento de una lejanía ya inalcanzable

Solo es necesario ver las imágenes del castillo de Matera para comprender que era -que es-una ruina. Y, sin embargo, la intervención realizada no podía ser de otra manera, a menos que se asumiera la renuncia a la posibilidad de restaurarlo, aceptando la admonición de Ruskin de que recuperar lo que "fue grande o bello en la arquitectura"es una tarea tan imposible como la de "resucitar a los muertos".

Lo que, con toda posibilidad, ha producido el rechazo popular ha sido el lienzo blanco sobre el que se han situado los restos del aparejo pétreo original; pero cualquier experto en restauración sabe que ese 'fondo'neutro como soporte de la 'figura' responde a una técnica canónica de cualquier restitución, tanto en la pinturacomo en la arquitectura monumental. Y que, mal que le pese al sentimentalismo de la memoria, Brandi había escrito algo que resultaba el resumen de sus tesis sobre la restauración: "Por ello, el añadido será tanto peor cuanto más se aproxime a la reconstrucción, y la reconstrucción será tanto más aceptable cuanto más se aleje de la adición y tienda a constituir una unidad nueva sobre la antigua".

*Juan Miguel Hernández de Leónes catedrático de Composición en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM). Actualmente es presidente del Círculo de Bellas Artes. Director de las revistas 'Pasaje de Arquitectura y Crítica' (Premio Santiago Amón de la difusión arquitectónica) e 'Iluminaciones'.

William Hogarth, aquel pintor satírico del siglo XVIII, realizó un grabado, editado por los Boydell en 1761, en el que representaba al Tiempo como un viejo con alas, empuñando una guadaña que atraviesa la pintura situada ante él, sobre un caballete, al mismo tiempo que la 'envejece'con el humo de la pipa que está fumando. 'Time Smoking a Picture' es su título. Una alegoría de cómo el tiempo mejora al arte, un Tiempo que contemplamos sentado sobre fragmentos de antiguas esculturas, ahora reliquias en su condición de ser la ruina de una unidad ya perdida para la obra original, sin más utilidadque le otorga el anciano alado.