Es noticia
Emilio Lledó ante la España que más aborrece
  1. Cultura
  2. Un Prado al día
Peio H. Riaño

Un Prado al día

Por
Peio H. Riaño

Emilio Lledó ante la España que más aborrece

El filósofo, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, destaca 'El fusilamiento de Torrijos' por mostrar "un país dominado por tiranos y por el desprecio hacia la vida de los contrarios"

Foto:

Anda ultimando el discurso que dará al recoger el Premio Princesa de Asturias de Comunicación Humanidades. “Será una defensa de las humanidades”. El agosto de sus 87 años no ha sido tan veraniego como le hubiese gustado. Es víctima de una lluvia de premios -siete en unos meses-, que reconocen el valor de un filósofo que evita esterilizar la palabra para coserla a una reflexión sobre lo humano. “Estoy palizado”, dice entre risas lanzando una provocación a sus compañeros académicos en la RAE. “No la aceptarán, pero debemos crear lenguaje”.

Emilio Lledó (Sevilla, 1927) da la bienvenida a las mañanas en un paseo paradisíaco que le lleva del Retiro al Prado. “El arte acompaña y es compañero. Al salir del museo me cuesta mirar a la realidad”. Quizá sea porque el museo es más humano que la humanidad, a pesar de estar sembrado de muertos, traiciones, sufrimientos y fusilamientos. Lo humano no es tan ingrato.

Para mí es un símbolo de lo que es la traición a la libertad, que está latiendo siempre en nuestro país

Y recuerda a Elena, su hija doctora en Historia del Arte en los EEUU a la que quiere ir a visitar en breve y también habla de sus tebeos con ocho años, mientras este país se agrietaba en guerra civil. “No teníamos dinero así que yo me pintaba mis tebeos”, cuenta. Eran hazañas bélicas, claro. Sonaban las alarmas y les echaban a todos a las eras, el único lugar donde parecían estar a salvo de los bombardeos, lejos de los edificios. “Tú no has vivido eso...”, dice con una humildad sobrecogedora.

Esta mañana ha comprado una postal en El Prado para un amigo: El fusilamiento de Torrijos (1887), del pintor Antonio Gisbert (Alcoy, 1834-París, 1925), emigrante como Lledó. “Este cuadro evoca en mis pedazos mi vida”. Forma parte del Patronato del museo al que su adoración le arrastra -excepcionalmente- a los tópicos: “El Prado es una joya, por mucho que sea una definición retórica y tonta”. Reconoce que se para en Tiziano, en Van der Weyden, Tintoretto y Botticelli. En esto rompe con el cliché: ni mu de Goya, ni de Velázquez.

Un país de tiranos

El liberal José María Torrijos (1791-1831), junto a sus compañeros, es traicionado, apresado y fusilado por las tropas de Fernando VII en las playas de Málaga. Gisbert recrea ese momento, en la que es considerada la obra maestra del siglo XIX español, encargado en 1886 durante la regencia de María Cristina de Austria como memoria de la defensa de las libertades.

Gisbert muestra el ataque a la libertad, el momento de la cobardía más infinita. Esa es la España que me desagrada

“Este cuadro me impresiona tanto. Tan dramático. Es un cuadro maravilloso. Hay un paralelismo evidente con Goya, son los nuevos fusilamientos. Me impresiona la belleza dramática de los personajes. Para mí es un símbolo de lo que es la traición a la libertad, que está latiendo siempre en nuestro país. Un país dominado por tiranos y por el desprecio hacia la vida de los contrarios. Gisbert muestra el ataque a la libertad, el momento de la cobardía más infinita. Esa es la España que me desagrada y yo soy muy de mi país”, explica el autor de Palabra y Humanidad, que acaba de publicar la editorial KRK.

Para Lledó las humanidades son un elemento esencial en la formación de las personas, como la justicia, el bien, la belleza o la solidaridad. “Por encima de todo está la educación en libertad”, dice para subrayar el papel de los museos en la sociedad. “Los seres humanos somos historia de nuestro lenguaje y somos la historia de nuestro país”. Y los museos nos observan.

Anda ultimando el discurso que dará al recoger el Premio Princesa de Asturias de Comunicación Humanidades. “Será una defensa de las humanidades”. El agosto de sus 87 años no ha sido tan veraniego como le hubiese gustado. Es víctima de una lluvia de premios -siete en unos meses-, que reconocen el valor de un filósofo que evita esterilizar la palabra para coserla a una reflexión sobre lo humano. “Estoy palizado”, dice entre risas lanzando una provocación a sus compañeros académicos en la RAE. “No la aceptarán, pero debemos crear lenguaje”.

Torrijos