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Javier Molina

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¿Gestión activa o pasiva?

Una vez que el inversor ha definido su perfil de riesgo, el siguiente paso será empezar a definir qué estrategia y disciplina asumirá como modo de búsqueda de la rentabilidad

Foto: Gestor de fondos (iStockphoto)
Gestor de fondos (iStockphoto)

Una vez que el inversor ha definido su perfil de riesgo y ha entendido lo que significa el tomar una posición en un tipo de activo u otro, así como la necesidad de “re-balancear” cuando sea necesario, el siguiente paso será empezar a definir qué estrategia y disciplina asumirá como modo de búsqueda de la rentabilidad perseguida.

Sin duda que en la formación está el éxito del inversor. Me sigo asombrando cada vez que veo como, por ejemplo, los fondos garantizados actuales son capaces de captar 300 millones de euros (el último del Santander) cuando ellos mismos te dicen esto:

La probabilidad de NO ganar nada en casi 6 años es del 64,65% y el de obtener una TAE igual o INFERIOR al 0,52%, es del 90%. No me creo que los que han comprado este fondo son conscientes de esos datos. Si hasta los bonos del mismo Santander, con similar riesgo crediticio, a 5 años pagaron más del 1% anual en su última emisión...

No todos los fondos garantizados son malos, hay un público y un tiempo para ellos, pero no con los tipos y condiciones actuales.

Igualmente, fíjense en esto que les dicen:

De lo que sacan por invertir “su dinero aportado” y lograr la garantía de capital a vencimiento, que según ellos es de un 4,93%, se retienen para los gastos y comisiones un 73%... y sólo dejan para “proponer algo de rentabilidad al partícipe” un 27% de lo obtenido. Vamos, que tiene más posibilidades de ganar la BonoLoto que de cobrar algo con ese planteamiento.

Repito que esos fondos, en su momento oportuno si cubren un perfil de inversor determinado pero, hoy en día, no veo lógica la captación de miles de millones de euros en esos fondos. Salvo por un tema de formación. Por eso es muy importante que destine tiempo a estudiar. A leer, aprender y practicar. Cuesta acumular unos ahorros serios y debe dedicarle tiempo si quiere que crezcan y le den un mínimo de rentabilidad.

Así las cosas, volviendo al tema de hoy, existen varios tipos de estrategias que un inversor puede seguir y que marcarán un tipo de gestión u otra. Los dos grandes bloques se pueden englobar en las activas y en las pasivas. El debate a ese respecto es grande y a buen seguro que encontrará defensores y críticos de ambos tipos.

La gestión Pasiva

Si como inversor piensa que los precios de los activos ya incorporan toda la información disponible en el mercado, es un inversor pasivo. Se trata del “comprar y mantener” de acuerdo al peso de cada activo en su mercado. De esa forma, si es inversor en acciones mundiales, establecerá una cartera que contenga cerca de un 53% en acciones USA y un 47% en acciones del resto del mundo. Lo comprará esperando replicar la rentabilidad de esos activos de referencia.

La idea de esta estrategia es la de que no se puede, a largo plazo, superar al mercado de referencia y, por tanto, es mejor buscar una buena cartera que nos dé exposición al mercado objetivo. Si quiero incorporar activos de renta fija, en función de ese perfil que vimos semanas atrás, entonces lo puedo lograr de igual forma con una serie de ETFs que repliquen el comportamiento de los bonos. Para darle un poco de chispa (y dentro del perfil más agresivo), podemos incorporar oro o cualquier otro activo. Ya sabe que, a mayor búsqueda de rentabilidad (con mayor riesgo) deberé invertir más en los fondos de acciones. Utilizo estos fondos cotizados pues, sus gastos, liquidez y simplicidad son óptimos.

Veamos 3 ejemplos distintos utilizando 4 ETFs. El SPY para replicar el S&P500 y el ACWX para replicar una cartera de acciones del mundo sin USA. Para renta fija el AGG y para Oro el GLD.

La cartera 1 sería solo renta variable. La 2, reparte 50% en bonos y 50% en acciones mundiales. Por último, la 3 incorpora algo de oro.

Los resultados, de un back testing desde el 2009 hasta hoy, sería estos:

Es decir, la cartera de renta variable pura (la 1) es la que mejor resultados nos da. Una inversión de 10.000 dólares serían hoy unos 21.000. La que reparte entre renta fija y variable, proporciona 16.855 dólares. Y la que mete un poco de alegría con el oro, (la 3) renta 17.000 dólares. Obviamente, el nivel de riesgo no es el mismo en los 3 casos. La desviación estándar de la cartera 1 es del doble que las otras dos. La máxima pérdida que llega a tener en un año es del 5,6% frente a 0,9% de la mixta de renta fija y variable o de 2% de la que tiene oro.

El inversor pasivo, simplemente busca una cartera de ese tipo acorde a su perfil, la compra y la mantiene sin intentar superar al activo de referencia. Puede llevar a cabo re-balanceos de porcentajes y punto. De esta forma, si los mercados fueran efectivamente eficientes, no habría mejor posición que la de pegarse a un índice y no hacer nada.

Gestión activa

Pero, no siempre tenemos mercados eficientes. Por ejemplo, ya conté hace un tiempo que existe el llamado “momentum” que supone que las acciones que subieron el año pasado, tienen muchas más posibilidades (estadísticamente hablando) de seguir subiendo este ejercicio. Este efecto, de ser eficiente el mercado, no debiera darse pero sí se produce. Fíjese cómo el MSCI Usa Momentum Index supera al MSCI Usa. De facto, en más de un 5% anual desde 1975.

Sin embargo, esos nombres son realmente una excepción y se necesita mucho tiempo para demostrar que la gestión activa puede superar en el tiempo a la pasiva. Las comisiones y costes de esos fondos gestionados son una de las razones que explican el por qué no puede batirse, de forma global, el índice de referencia.

En algunos momentos de mercado, como los de alta volatilidad, sí se ha demostrado que la gestión activa puede resultar interesante y deseable. Al tener sectores que se pueden comportar mejor (o menos mal) que otros, la selección del gestor puede significar una diferencia clara. Por ejemplo, aquel gestor que no haya tenido acciones del sector energía en Estados Unidos hasta febrero de este año, seguro ha obtenido una mejor rentabilidad que el gestor pasivo que sí tenía esas acciones en cartera.

Dentro de esta gestión activa, podemos encontrar a su vez una selección de activos en base a principios tácticos, estratégicos o de cualquier otro tipo. La idea es, como decía, intentar superar a la gestión pasiva y, de ese modo, poder justificar unas comisiones más altas (que en caso de ser cierta ese extra de rentabilidad, pagaría muy gustoso).

El problema, sin embargo, es que no se consigue en el medio plazo esa diferencia entre los 2 tipos de gestión. Morningstar así lo demuestra en sus informes semestrales que va publicando al respecto. En las siguiente tabla se comparan, para los fondos activos y pasivos sobre blue chips americanas, el número de fondos de ambas estrategias y su rentabilidad alcanzada en función del tipo de ponderación que utilizan los fondos.

Lo primero que vemos es que, en tasa de supervivencia de los fondos, los Pasivos “permanecen” mucho más en el tiempo. A continuación vemos que, para todos los plazos estudiados sin excepción, la gestión pasiva supera a la activa por rentabilidad.

Si tomamos los fondos sobre acciones de pequeña capitalización, donde tal vez pareciera que la pericia del gestor puede dar más rentabilidad, nos encontramos con estos datos:

Exactamente lo mismo en términos de rentabilidad, donde la pasiva supera en todos los plazos contemplados a la activa y la única diferencia es que los ratios de supervivencia de los fondos es similar.

Como conclusión diremos que cada inversor puede tomar un camino u otro. Y que dentro de esos caminos, se abren un montón de posibilidades alternativas. El debate entre un tipo de gestión y otro está siempre caliente en el sector y, a pesar de que las rentabilidades históricas demuestran que la gestión pasiva supera (de media) a la activa, los actuales momentos del mercado con correlaciones a la baja entre los activos, hacen que no podamos descartar la utilidad puntual de la gestión activa.

En este punto ya sabe usted cómo definir su perfil de riesgo, cómo seleccionar los activos a utilizar y las posibilidades de gestión que puede llevar a cabo. Nos tocará ahora avanzar en la definición e implementación de esa gestión seleccionada.

Una vez que el inversor ha definido su perfil de riesgo y ha entendido lo que significa el tomar una posición en un tipo de activo u otro, así como la necesidad de “re-balancear” cuando sea necesario, el siguiente paso será empezar a definir qué estrategia y disciplina asumirá como modo de búsqueda de la rentabilidad perseguida.

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