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"Yo soy español, español, español", pero, no mientan, antes madridista o culé
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Kike Marín

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"Yo soy español, español, español", pero, no mientan, antes madridista o culé

España es y será siempre un país más de clubes que de selección, de ahí que el partido que el equipo de Lopetegui juega este viernes contra Isreal apenas haya suscitado interés

Foto: Iniesta, Busquets, Ramos, Piqué y Carvajal, durante un entrenamiento de la Selección. (EFE)
Iniesta, Busquets, Ramos, Piqué y Carvajal, durante un entrenamiento de la Selección. (EFE)

Por si no se habían enterado, la selección española de fútbol juega este viernes (20:45 horas y en Gijón) un partido de clasificación para el Mundial 2018. Sin llegar al nivel de ninguneo a los deportes olímpicos, de los que, admitámoslo, los medios de comunicación nos acordamos cada cuatro años y siempre que haya medallas de por medio, la Selección suele ser un estorbo. Sus compromisos son casi siempre inoportunos porque obligan a parar LaLiga y, al igual que hacen el resto de combinados nacionales, ponen el riesgo la salud de los jugadores. El llamado 'virus FIFA', ya saben.

Además, la llamada Roja suele ser más noticia cuando pierde y sólo engancha si gana. Y no un partido, pues los hay como el de El Molinón contra Israel en los que poco hay que ganar, sino títulos. Claro que esto lo hemos podido comprobar en la era reciente, con esos exitosos cuatro años que fueron de la Eurocopa 2008 a la de 2012, con el Mundial de 2010 en medio. Entonces la gente no dudó en pintarse la cara, echarse a la calle y entonar el famoso "yo soy español, español, español".

Foto: Piqué, junto a Arturo Canales, en el palco de Wembley con Cazorla y Lucas Pérez detrás

Más allá de otras circunstancias y connotaciones sociopolíticas que también podrían analizarse, sabido es que futbolísticamente hablando España es un país de clubes. Aquí no sucede lo que, por ejemplo, en Argentina o Brasil, donde la selección está muy por encima de unos equipos cuya rivalidad es tanto o incluso mayor. Aunque sea caer en una dicotomía que molesta -y con razón- a los aficionados de otros clubes que tienen identidad propia y donde no se admite tener un segundo equipo, la España futbolera se divide mayoritariamente entre madridistas y culés. Una división acrecentada en los tiempos de Mourinho como entrenador del Real Madrid y que provocó problemas de convivencia en el seno de la Selección.

Como quedó demostrado especialmente tras ganar el Mundial de Sudáfrica y así lo destacó el propio Vicente del Bosque, un éxito de la Selección sirvió para cohesionar a una sociedad disfrazada de plural, pero que en realidad cada vez está más dividida. Y no de manera espontánea, sino una radicalización sibilinamente dirigida. Prueba de ello es el desprecio que, salvo en esos puntuales momentos de gloria, se le tiene al equipo que ahora dirige Julen Lopetegui. Lo mismo desde ciertos sectores madridistas que parecen verla como una rival mediática -y no precisamente porque a España también la vista Adidas-, como desde otros culés, donde se mezclan cuestiones políticas de todos conocidas y con las que han tenido que lidiar desde Puyol a Piqué, pasando por Xavi.

Lo he contado más veces, pero creo que en esta ocasión viene bien recordarlo pues sirve para demostrar que el desprecio a la Selección también procede de ilustres -o ilustrados, según se prefiera- aficionados. En vísperas de la Eurocopa 2008, Javier Marías escribió un artículo en el que confesaba que "como con España es imposible ilusionarse, y más aún con Aragonés y sus medianías, yo suelo ir con Italia e Inglaterra, por ser los países en los que más he vivido después del mío". Cuesta creer que esto mismo lo escribiera el académico Marías en referencia al Real Madrid, equipo del que es hincha declarado.

Mi indignación por la falta de respeto hacia la mejor generación de futbolistas que ha dado España me llevó a escribir una columna que a la postre resultó profética, pues llevaba por título 'Las medianías de Luis serán campeonas de Europa'. Y, sí, lo fueron. Después, ya con Del Bosque al frente, esas mismas "medianías" ganaron un Mundial y una segunda Eurocopa. Y, claro, entonces todo el mundo se hizo de España FC, empezando por Javier Marías, un claro ejemplo de oportunismo.

"La Selección española nunca ha levantado grandes pasiones en su país, lo cual es la postre una señal de salud", había asegurado el mismo articulista unos años antes. "Sería sin embargo demasiado ingenuo u optimista pensar que esa falta de entusiasmo se debe sólo a que los españoles han sabido desterrar el patriotismo y el nacionalismo, esas plagas antiguas y modernas", añadió.

En vísperas de la final del Mundial de Sudáfrica, un todavía incrédulo Marías escribió que "el tradicional pesimismo de los españoles ha dado paso, por una vez, a lo que podríamos llamar ‘la confianza de los inocentes' (...) Nada cambia en la vida real de las personas, no digamos en la de un país, por ganar o perder un Mundial de fútbol. Nos seguirá yendo igual de bien o de mal pase lo que pase. Pero las alegrías simbólicas no son nada desdeñables, y el ánimo de un país puede mejorar, misteriosamente, por un acontecimiento así”. No es de extrañar que su conclusión fuera que ganar la Copa del Mundo sería “algo tan insólito que ni siquiera sabemos bien cómo vivirlo”.

Foto: Carles Puyol, exjugador del Barça y de la Selección española, en una imagen reciente. (EFE) Opinión

A diferencia del díscolo Luis Aragonés -por no remontarnos al disparatado y cavernario Javi Clemente- y el diplomático Del Bosque, estigmatizado por el florentinismo como enemigo del Madrid, Julen Lopetegui transmite indiferencia a la opinión pública. El entrenador guipuzcoano mide tanto sus palabras y es tan políticamente correcto, que no es polémico, algo que hoy en día es sinónimo de aburrido. Es decir, que si al poco interés que salvo en momentos puntuales levanta la Selección se le une el hecho de que al frente esté un técnico de lo que se conoce como perfil bajo, lo cierto es que se antoja complicado revertir esta situación.

Y no, no miremos más allá. Tal y como escribió el uruguayo Eduardo Galeano en su magistral libro 'Fútbol a sol y sombra', "el fútbol y la patria están siempre atados y con frecuencia los políticos y los dictadores especulan con esos vínculos de identidad". Sin embargo, en España esto pudo suceder antiguamente, aunque no en la actualidad. Y la razón, además de que ser un país más de clubes que de selección, es que cuando la Roja levanta una copa en seguida se escucha el "yo soy español, español, español", pero cuando fracasa como en el Mundial de Brasil o la Eurocopa de Francia, la mayoría reniega de ella y, si te he visto, no me acuerdo. Suele decirse que la Selección es el equipo de todos, aunque muchas veces en realidad sea el equipo de nadie.

Por si no se habían enterado, la selección española de fútbol juega este viernes (20:45 horas y en Gijón) un partido de clasificación para el Mundial 2018. Sin llegar al nivel de ninguneo a los deportes olímpicos, de los que, admitámoslo, los medios de comunicación nos acordamos cada cuatro años y siempre que haya medallas de por medio, la Selección suele ser un estorbo. Sus compromisos son casi siempre inoportunos porque obligan a parar LaLiga y, al igual que hacen el resto de combinados nacionales, ponen el riesgo la salud de los jugadores. El llamado 'virus FIFA', ya saben.

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