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El atletismo tras los Juegos de Río: Centrowitz como síntoma
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Ramón Trecet

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El atletismo tras los Juegos de Río: Centrowitz como síntoma

Sirva la carrera final de 1.500 metros hombres como ejemplo de la compleja situación que vive la actividad más representativa de lo que el ser humano es

Foto: Matthew Centrowitz celebra su medalla de oro en 1.500. (EFE)
Matthew Centrowitz celebra su medalla de oro en 1.500. (EFE)

Inicio aquí una serie de artículos hablando de la situación de algunos deportes tras Río 2016, comenzando por el que está más ayuno de credibilidad y ha sido hasta ahora el más importante deporte de los Juegos Olimpicos: el ATLETISMO.

Sirva la carrera final de 1.500 metros hombres como ejemplo de la compleja situación que vive la actividad más representativa de lo que el ser humano es; hemos corrido, andado, lanzado objetos desde hace millones de años. Lo hemos hecho como especie, atreviéndonos, pero resulta que ahora los que representan el correr, lanzar, saltar, han perdido la iniciativa porque les han convencido racionalmente de que la iniciativa la tienen otros mejores, que plantearán la carrera de manera tan superior, que lo mejor es plegarse, obedecer, acabar el primero de los segundos. Es parte del problema general del atletismo, junto con los saltos mal medidos, el dopaje, la negativa a aceptar nuevos sistemas de entrenamiento, la prevalencia de la carrera frente a los saltos y los lanzamientos porque así lo aconseja 1984, es decir, la TV.

Foto: Bolt volvió a ser la cara del olimpismo con tres oros. (EFE)

Matt Centrowitz tiene 26 años y forma parte del equipo que, patrocinado por Nike, ha formado en Oregón el antiguo maratoniano Alberto Salazar. Partiendo del aliento de dos figuras indelebles, el entrenador Bill Bowerman y el corredor Steve Prefontaine, que a finales de los sesenta y comienzos de los setenta revolucionaron la manera de entender las carreras de fondo y medio fondo. Bowerman creó la primera zapatilla Nike y el antiguo dueño del emporio, Phil Knight, decidió, primero, apoyar a Prefontaine hasta su muerte y, más tarde, crear un equipo bajo la dirección técnica de Alberto Salazar.

Es papel Biblia en el arco de creencias de los entrenadores y atletas profesionales de estos tiempos, que la hegemonía es:

Velocistas:jamaicanos.

Medio fondo: keniatas.

Fondo y maratón, con el 3.000 obstáculos: keniatas y etíopes. Se reparten los récords, algunas medallas y en los mítines dicen cómo se corre. El resto de atletas, obedecen, no sabemos muy bien por qué.

Luego volvemos a Salazar.

Milqui, final. Pum.

Al tran tran, se agrupan los finalistas, hola Don Pepito, hola Don José. Al frente, un atleta estadounidense, mira qué gracia, en vez de ir en el grupo, obediente, pastueño, se pone al frente, bien es verdad que flojito, casi de trote suave tras carrera. Se llama Centrowitz. Y allá van. Bustos, nuestro Bustos, va al lado de Matt y el superfavorito, Kiprop, piernas interminables, va el último como tiene por costumbre. Piensa que nadie se va a sublevar.

Foto: David Bustos en la semifinal de los 1500 metros (Marcelo Sayão/EFE)

¿Centrowitz el primero? Pues vale. Kiprop el último. El que se mueva no sale en la foto. Lo que no sabe Kiprop es que Centrowitz tiene un plan y ha entrenado durísimamente para llevarlo a cabo. Tiene pensado no perder la cabeza en toda la prueba, pero solo lo sabe él. Transcurridos 600 metros, Kripop abandona la última posición y se pega una galopada para coger posición al lado de Centrowitz, aunque todavía sin intentar pasarle, pensando "que se desgaste". En su intento de seguir al jefe, se cae un atleta keniata, Musagala, y se monta ligero barullo en la cola del pelotón, pero no pasa nada, porque van tan lentos... Quedan dos vueltas, todos miran a Centrowitz con cara de "este está loco", se aumenta el ritmo ligeramente. Matt, a lo suyo.

Cuando llevamos 900 metros, primer ataque serio en la entrada a la recta: Souleiman, cambio brutal y se pone el primero... Durante medio segundo, porque Centrowitz inmediatamente se mete por dentro empujando el brazo izquierdo del etíope. Mientras, hemos llegado a los últimos 400 metros, pandemónium total. Centrowitz alarga la zancada, pero por detrás viene Kiprop como un rayo. La velocidad es tan alta, que Kiprop, a pesar de ir al lado como un ángel, tarda toda la recta de enfrente en llegar a la altura de Centrowitz y se frena un poco para no tener que pasarle en curva, al tener Matt siempre el interior. Cuenta con que casque el americano y ahí es donde se equivoca gravemente. Matt Centrowitz está entrenado desde hace años por Alberto Salazar con sesiones extenuantes. Es norma de la casa que si corres por ejemplo un 800 en carrera oficial a 1:47.00, cuando termina el mitin, vuelves a correr dos 800 más, uno a 1:49.00, tres vueltas a la pista trotando y un último 800 a ser posible a 1:47.00, toma entrenamiento fraccionado.

Últimos 100 metros, como en el cuento de la tortuga y la liebre, todos los favoritos comienzan a asimilar que Centrowitz no va a ceder. Kiprop vuela, pero cansado por los dos arreones anteriores, no consigue alcanzarle. Lo intentan todos los demás, pero Centrowitz no rebaja la velocidad y, lo que es más tremendo, no se crispa. Hace 50 segundos en los últimos 400, termina agitado pero entero y solo se postra en el suelo cuando le aterriza en la cabeza que es campeón olímpico.

El atletismo es el deporte que peor acepta la falta de valentía. Durante los últimos años, se ha impuesto una mentalidad funcionarial según la cual "es imposible ganarles a estos" los que sean. En fondo, primero fueron los fineses, luego los rusos, luego los keniatas, luego los etíopes. Pero es posible. Hace cuatro años ya hablé de ello referido a Mo Farah y al equipo de Salazar. Naturalmente, hay rumores de todo tipo, faltaría más. Hay que desprestigiar como sea al que me gana y demuestra que mis métodos no son óptimos.

Ganan muchos mítines etíopes y keniatas, sí. Tambien baten récords en tiempos de asombro en 5.000, 10.000 y obstáculos, pero cuando alguien se prepara a fondo, extenuantemente, y además desarrolla una táctica con arreglo a sus condiciones, pasan estas cosas. Kiprop podía haber hecho lo que su compatriota Rudisha en la final de 800. Ir a muerte desde el primer momento, reventar a la competencia... Pero prefirió jugar a la ruleta rusa de la última vuelta. Alguien lo había previsto, se había preparado y tenía un plan.

Alberto Salazar tiene en Portland, Oregón, todo lo que necesita, porque tiene el apoyo material de Nike y el espiritual de Bowerman y Prefontaine. De esa manera de entrenar, han surgido:

Mo Farah, doble campeón olímpico, 5 y 10.000, Londres y Río.

Centrowitz, campeón olímpico 1.500.

Evan Jager, medalla de plata, 3.000 metros obstáculos.

Galen Rupp, maratón, bronce.

Que comience la fiesta, todos a sospechar y haciéndolo sin pruebas demostrables, el atletismo va perdiendo credibilidad sin pausa.

Inicio aquí una serie de artículos hablando de la situación de algunos deportes tras Río 2016, comenzando por el que está más ayuno de credibilidad y ha sido hasta ahora el más importante deporte de los Juegos Olimpicos: el ATLETISMO.

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