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Kareem Abdul-Jabbar, latir alto
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Ramón Trecet

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Kareem Abdul-Jabbar, latir alto

El mejor pívot de la historia para mí. Alto, con poco peso, pero capaz de hacer mates tan tremendos que obligaron a la NCAA a prohibirlos durante seis años. Así es Abdul-Jabbar

Foto: Abdul-Jabbar en un entrenamiento de los Lakers en 2009. (John G. Mabanglo/EFE)
Abdul-Jabbar en un entrenamiento de los Lakers en 2009. (John G. Mabanglo/EFE)

Tenía 42 años, su equipo se había quedado sin creación frente a un 'backcourt' de los más creativos de la historia, Isiah Thomas-Joe Dumars. Era 1989, final NBA Lakers-Pistons, 0-4, Magic y Scott lesionados; Pistons inaugurando Auburn Hills. Me pasé años viendo como corría la pista, consciente de su papel secundario en el equipo que dirigía Magic desde que llegó. En aquella final jugó sus últimos minutos como jugador.

Kareem Abdul-Jabbar, nacido Ferdinand Lewis Alcindor Junior, es el mejor pívot de la historia para mí.

Todavía tiene el record de anotación total NBA, 38.387 puntos, tras haber jugado 20 años. Antes, tres títulos universitarios en UCLA con el entrenador más mitico de la historia del baloncesto universitario, John Wooden, que luego tuvo otro pivot mítico, Bill 'El Hippy' Walton, pero eso fue más tarde. Antes, Kareem, en un instituto de Nueva York, Power Memorial, donde le pusieron el mote: 'The Tower of Power'. Seis anillos de campeón NBA, el primero con Milwaukee, cuando los Bucks pudieron al fin completar el axioma NBA de aquellos años: "Con un uno y un cinco, eres campeón". Claro, le pusieron nada menos que a Oscar Robertson.

Luego Lakers, porque pidió ser traspasado a Nueva York o a Los Ángeles para "poder seguir su evolución intelectual". Os podéis imaginar cómo sentó eso en Milwaukee. La estrella de tu equipo dice que no puede desarrollarse intelectualmente en tu ciudad. Un insulto, pero Kareem siempre fue así. Una mezcla de orgullo, dolor, responsabilidad y malas relaciones con los medios, lo que le ha llevado a no ser considerado durante años sobre otros con más carisma, es decir, carisma por encima de hondura, que es lo que ofrecía Kareem. Cuando llegué a la NBA el comentario era: "Sí, ha sido muy bueno, pero siempre tan distante...". Y como era distante, pues mejor que él había sido fulano y mengano.

El prejuicio es la más importante estadística deportiva.

Kareem Abdul-Jabbar, al que hemos visto jugar poco y al que tuve ocasión de ver en mis frecuentes viajes a EEUU antes de comenzar "Cerca de las Estrellas", era distante y sobre todo conflictivo, en el sentido más peyorativo del término. Figuraos el panorama:

Power Memorial, el instituto de Manhattan donde empezó a dar que hablar, era un colegio católico.

UCLA, la universidad a la que fue, era uno de los centros educativos de la élite de California y al poco tiempo de llegar, Kareem comenzó a protestar porque no se estaban cumpliendo las condiciones de su acuerdo para estudiar allí. Kareem estuvo a punto de dejar UCLA porque quería tener tiempo para estudiar la carrera que había elegido, Historia, que años más tarde tuvo una importancia decisiva en su carrera como escritor.

En 1968 se negó a ir a los Juegos Olímpicos en México, como simbolo de protesta por la discriminación racial en Estados Unidos, en un episodio menos conocido que el de John Carlos y Tommie Smith, pero de enorme repercusión, porque Kareem era mucho más conocido que Carlos y Smith. Kareem nunca ha hecho un espectáculo de nada, ni siquiera de jugar, pero que quede claro que fue el primer matador con consecuencias serias. Tan serias que la NCAA prohibió los mates durante una serie de años para eliminar la ventaja de Kareem en ese apartado del juego. Todo así con Kareem. Todo, siempre, sin dar tres cuartos al pregonero. Una persona educada, intelectualmente brillante, conocedor profundo de la Constitución de su país, escritor de artículos sobre los padres de la Constitucion de EEUU, polemista de primer nivel, autor de libros, el último de los cuales acaba de aparecer, 'Writings on the Wall', que describe el daño que le ha hecho a su pais "la discriminación institucionalizada", con frases como esta:

"Mis padres siempre esperaban la excelencia de mí porque sabían lo duro que es triunfar cuando eres de raza negra. Era muy malo jugando al principio, pero fui mejorando".

En estos aspectos, analizando y estudiando este tipo de problemas, Kareem se parece y sigue la línea de Arthur Ashe, el tenista que denunció prejuicio racial de la manera más profunda, mesurada y certera durante años publicando libros sobre el camino de muchos deportes y su tratamiento de las minorías raciales.

Ashe murió de SIDA, contagiado por una transfusión de sangre en mal estado.

Kareem, tras su renuncia a formar parte del equipo de baloncesto que fue a México 68, comenzó a sufrir claramente los efectos de la no aceptación social. Su respuesta no fue quejarse, sino encerrarse. Durante años, a pesar de su impacto masivo como jugador en la NBA, concedió escasas entrevistas y en ellas se mantenía distante, puntilloso; a veces el entrevistador, poco informado, se creía que estaba ante alguien con poca capacidad intelectual, poco leído... Eran las mejores para Kareem. De manera inteligente y concisa, dejaba al entrevistador con el culo al aire de sus prejuicios y eso no era bien recibido por los medios. Durante años hubo un boicot en la glosa de la excelencia de Kareem y ese proceso/berbiquí continuó durante décadas. A más prejuicio y boicot, más impavidez, más distancia, más frialdad. Naturalmente, la procesión iba por dentro.

Kareem era un jugador muy alto, muy técnico y muy rápido. Pesaba poco y no tenía el poder físico para machacar a sus adversarios. Todo lo resolvía de manera técnica maravillosa, sobre todo con el famoso 'sky hook' que practicaba con ambas manos. A lo largo de su carrera recibió leña a los niveles de la época, y os puedo decir que ver a Kareem contra Bill Laimbeer repartiendo ha sido algo de lo más duro que he podido presenciar. No se quejaba nunca y sus famosas gafas son consecuencia de dos graves lesiones en la córnea en batallas cercanas al aro en las que en ataque conseguía cosas maravillosas y en defensa leía perfectamente para colocarse en el lugar preciso y calzar un tapón magnífico. Consciente, repito, de su poco peso, lo pasaba muy mal ante gente como Artis Gilmore, pero tal vez la batalla que más definió su calidad fue el enfrentamientode los enfrentamientos: Kareem contra Walton, 'playoffs', 1977, final de la Conferencia Oeste. Los números dicen que ganó Kareem, pero los Trailblazers ganaron la serie 4-0 en su camino al título y Walton dirigió perfectamente los contraataques de Portland. Fue el enfrentamiento entre los dos pívots dominantes que John Wooden había tenido en UCLA, irrepetible período.

Solo considero un jugador en posición de pívot con mejor juego de pies que Kareem: Hakeem Olajuwon.

Pero Kareem fue más consistente en la excelencia.

Un jugador, un ser humano de profunda hondura, Kareem Abdul Jabbar.

Tenía 42 años, su equipo se había quedado sin creación frente a un 'backcourt' de los más creativos de la historia, Isiah Thomas-Joe Dumars. Era 1989, final NBA Lakers-Pistons, 0-4, Magic y Scott lesionados; Pistons inaugurando Auburn Hills. Me pasé años viendo como corría la pista, consciente de su papel secundario en el equipo que dirigía Magic desde que llegó. En aquella final jugó sus últimos minutos como jugador.

Xenofobia