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La pesadilla sin fin del Balón de Oro que se convierte en plomo
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José Félix Díaz

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José Félix Díaz

La pesadilla sin fin del Balón de Oro que se convierte en plomo

Años atrás, lo que importaba era la conquista de títulos, el nombre de los equipos que salían campeones como dicen en Argentina. Ahora, no. Los jugadores

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La pesadilla sin fin del Balón de Oro que se convierte en plomo

Años atrás, lo que importaba era la conquista de títulos, el nombre de los equipos que salían campeones como dicen en Argentina. Ahora, no. Los jugadores están más pendientes de las listas de candidatos a los premios, que a cualquier otra cosa que pueda suceder alrededor de su equipo. Es el triunfo de lo individual sobre lo colectivo. Estamos ante el nacimiento de una nueva estirpe de jugadores: el egoísta, el que piensa antes en sus éxitos que en los del grupo.

Está de moda el jugador que incluye en sus contratos cláusulas por las que ganaría más y mejor si suma condecoraciones a manera militar en la bocamanga de su camiseta. Y es que alguno, si les dejaran, jugaría con su títulos y reconocimiento a cuestas. Lo llamarían márketing, cuando en realidad es una estrategia que está atacando al espíritu del fútbol como tal.

La prensa no hace más que alimentar el ego de los jugadores, elevando los premios a la categoría de algo que más allá del aguante de la paciencia humana. Me extraña que todavía, sin conceder el Balón de Oro 2012, no estemos hablando ya de los méritos de unos y otros para la conquista de la edición 2013. Los debates se prolongan durante horas, días y semanas. 

Unos y otros dan sus motivos y razones para dar con el nombre del triunfador, cuando son los capitanes, técnicos y un periodista por país, los que votan. Se intenta condicionar los votos de los protagonistas, que saben que antes o después su decisión se hará pública y llegará el juicio sumarísimo sobre sus elegidos, sobre el orden de los mismos y la relación que mantiene con sus favoritos. 

Antes, en los primeros años del siglo XXI, del premio se empezaba a hablar a finales de noviembre, momento en el que 'France Football' daba a conocer la lista de los 50 posibles vencedores hecha por sus redactores y que hasta los últimos días del mes de diciembre no tenía a un vencedor. Ahora, cualquier gol, un pase en profundidad, un control o una parada, llevan consigo el apelativo de 'Balón de Oro'. Hay que parar ya. Primero por insoportable y segundo porque hay generaciones de jóvenes aficionados que dan más importancia al balón dorado que a la conquista del título de Liga.

Reproduzco conversación con mi sobrino Iván de diez años y culé hasta la médula para desgracia de su padre. "Vaya castaña de equipo que tienes porque te recuerdo que el campeón es el Real Madrid", le pincho esperando respuesta, que por cierto me deja helado. "No importa porque el Balón de Oro es Messi y ya tiene tres". Lo dicho, nos cargamos el fútbol.

Años atrás, lo que importaba era la conquista de títulos, el nombre de los equipos que salían campeones como dicen en Argentina. Ahora, no. Los jugadores están más pendientes de las listas de candidatos a los premios, que a cualquier otra cosa que pueda suceder alrededor de su equipo. Es el triunfo de lo individual sobre lo colectivo. Estamos ante el nacimiento de una nueva estirpe de jugadores: el egoísta, el que piensa antes en sus éxitos que en los del grupo.