Es noticia
Sergio Ramos se pone a cien en la semana en la que Mourinho se mete en un charco más
  1. Deportes
  2. Es lo que hay
Antonio Sanz

Es lo que hay

Por

Sergio Ramos se pone a cien en la semana en la que Mourinho se mete en un charco más

La controversia en los medios de comunicación entre quienes contemplan a Mou como el nuevo profeta del madridismo y los que lo sacuden sin dolor por

Foto: Sergio Ramos se pone a cien en la semana en la que Mourinho se mete en un charco más
Sergio Ramos se pone a cien en la semana en la que Mourinho se mete en un charco más

La controversia en los medios de comunicación entre quienes contemplan a Mou como el nuevo profeta del madridismo y los que lo sacuden sin dolor por todo lo que hace o deshace coloca a Florentino Pérez en un nuevo brete, tras las últimas manifestaciones del portugués. Mientras se desconoce si continuará o no al frente del equipo -cuyo enigma sigue sin despejarse pese a disponer de tres años más de contrato-, el presidente debe apagar el nuevo foco de incendio en que se ha colocado el propio entrenador y por extensión el escudo de la sociedad. Esta vez el desafío es a la mismísima FIFA, tras cuestionar el sufragio en la elección del mejor entrenador del curso. Si sus relaciones con Del Bosque o Guardiola se demostraran excelentes pensaríamos que el técnico luso habría perdido el juicio. Sin embargo, la distancia habilitada con los colegas de cargo provoca que esas manifestaciones a la televisión de su país suenen de manera grotesca a pataleta infantil. Esencialmente porque su no asistencia a la gala jamás se puede justificar por el recuento. Mou no se personó en Zurich sencillamente porque no quiso o porque sospechaba que no ganaría en votos al seleccionador español, el gran favorito y vencedor final. Después, Mourinho si pudo recibir comunicaciones diversas de algún capitán o entrenador que le debieron infundir la sospecha del presunto pufo que denuncia tras hacerse pública la lista de votantes. El enésimo charco que ha pisado provoca en Florentino el enésimo regusto amargo. ¿Será el causante definitivo para ponerlo de patitas en la calle? Llueve sobre mojado y ahora más que nunca el fin justifica los medios (o los títulos) en Concha Espina.

Entretanto, Sergio Ramos García cumple en el estadio de El Molinón en Gijón el centenario como jugador de la Roja. El defensa sevillano abraza la efeméride a punto de cumplir 27 años, todo un récord para un joven y experto futbolista que debutó con 16 años en Segunda B y con 17 en Primera división. Manolo Jiménez lo rescató del juvenil para hacerlo debutar en Jaén junto a una camada de imberbes que crecían en sexta velocidad en el distrito de Nervión -Jesús Navas, Antonio Puerta, Lolo, Kepa o Fernando Vega-. Casi doce meses después, Caparrós mezclaba la savia nueva de los críos con la veteranía de los Pablo Alfaro, Javi Navarro, Esteban o Martí más el estrellato de Alves, Baptista, Darío Silva o Adriano para gestar lo que sería un Sevilla campeón que heredaría Juande Ramos. Sergio sólo vivió un partido de aquel proceso porque el Real Madrid se lo arrebató a los hispalenses diez meses antes de que sus compañeros levantaran la Copa de la UEFA. El de Camas lo sintió también de blanco, pero con el dibujo de otro escudo en el pecho.

Mucho ha cambiado Ramos en la casi década que acumula en el Santiago Bernabéu. Secuencias diversas de variantes en el banquillo partiendo de ese Madrid post galáctico hasta el presente, pero siempre resultando indispensable. Ninguno de los siete entrenadores –Luxemburgo, López Caro, Capello, Schuster, Juande, Pellegrini y Mourinho- lo ha reservado. Algunos lo han ubicado en la banda y otros en el medio de la zaga, pero con todos ha sido indiscutible. Hoy es el único capaz de presentarle un pulso a Mourinho con capacidad de éxito. Esa madurez lo ha situado como epicentro del vestuario. La personalidad le cosecha ser un espejo donde mirarse. Ese carácter frontal, díscolo y reivindicativo en ocasiones lo conduce a ser admirado por propios y extraños… es el compañero que anhelan sin debate en el camerino del Camp Nou. Y como a Mou le va la marcha y Sergio no se calla, los roces son habituales en la convivencia externa del Real Madrid. El último se lo guardaba el sevillano desde la noche de Old Trafford y lo descubrió en la Cope. Nadie entendió entonces, alguno lo acusó de granjearse de manera pueril la voluntad de Ferguson, el análisis del pase de ronda realizado por el luso. Más tarde, el técnico explicó que era un discurso motivador para lo que resta de año porque aún no han logrado nada. La lectura para buena parte del grupo resultó ser un mensaje de peloteo hacia quien sueña con reemplazar en Inglaterra. Ramos vuelve a abanderar el sentimiento de extrañeza de un vestuario que celebró el triunfo en el olvido para pasar a escuchar la consigna del error arbitral y que el mejor se había quedado en el camino. Esta es una muesca más en la tormentosa relación entrenador-segundo capitán que arrancó con aquellos careos donde se cuestionaron el desconocido pasado como futbolista de José y las reiteradas acusaciones, dedo al frente, que Sergio ha sufrido en el lomo tras algún error en el césped. El alma de torero que lleva dentro el jugador centenario lo hace atreverse a lanzar un penalti de la manera más inverosímil cuando nadie lo imagina o a colocarse la camiseta de un colega debajo de la suya para realzar la oscurecida y castigada figura del perseguido. ¡Un grande este Ramos!

La controversia en los medios de comunicación entre quienes contemplan a Mou como el nuevo profeta del madridismo y los que lo sacuden sin dolor por todo lo que hace o deshace coloca a Florentino Pérez en un nuevo brete, tras las últimas manifestaciones del portugués. Mientras se desconoce si continuará o no al frente del equipo -cuyo enigma sigue sin despejarse pese a disponer de tres años más de contrato-, el presidente debe apagar el nuevo foco de incendio en que se ha colocado el propio entrenador y por extensión el escudo de la sociedad. Esta vez el desafío es a la mismísima FIFA, tras cuestionar el sufragio en la elección del mejor entrenador del curso. Si sus relaciones con Del Bosque o Guardiola se demostraran excelentes pensaríamos que el técnico luso habría perdido el juicio. Sin embargo, la distancia habilitada con los colegas de cargo provoca que esas manifestaciones a la televisión de su país suenen de manera grotesca a pataleta infantil. Esencialmente porque su no asistencia a la gala jamás se puede justificar por el recuento. Mou no se personó en Zurich sencillamente porque no quiso o porque sospechaba que no ganaría en votos al seleccionador español, el gran favorito y vencedor final. Después, Mourinho si pudo recibir comunicaciones diversas de algún capitán o entrenador que le debieron infundir la sospecha del presunto pufo que denuncia tras hacerse pública la lista de votantes. El enésimo charco que ha pisado provoca en Florentino el enésimo regusto amargo. ¿Será el causante definitivo para ponerlo de patitas en la calle? Llueve sobre mojado y ahora más que nunca el fin justifica los medios (o los títulos) en Concha Espina.

José Mourinho Sergio Ramos