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Garrido apura sus últimas horas en un Betis que se desangra hacia Segunda
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Antonio Sanz

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Garrido apura sus últimas horas en un Betis que se desangra hacia Segunda

Garrido comenzó a perder peso el 22 de diciembre. Esa mañana se despedía a Stosic. El técnico tiene las horas contadas en un Betis rodeado de problemas

Foto: Garrido, en el Betis-Almería (Efe).
Garrido, en el Betis-Almería (Efe).

Con las maletas hechas siguió Juan Carlos Garrido el partido matinal entre el Betis y el Rayo Vallecano sintiéndose ya entrenador verdiblanco. Por momentos, pensó que debía deshacerlas. El último suspiro del entonces equipo de Mel provocaba a todos morir de pie. Pero como a perro flaco, apareció Bueno, el goleador rayista, para anotar el empate en el descuento. Dos puntos más que volaban en una hemorragia sin solución. Garrido recibía esa misma tarde la confirmación de que al día siguiente viajaba a Sevilla para hacerse cargo del Real Betis Balompié.

Meses antes de ese otoñal frío de diciembre, el cambio de cara que sufrió la caseta desde los despachos alteró la frecuencia. Si se acostaron atravesando Europa, se levantaron con un grupo ciertamente debilitado. Jugadores como Adrián, Cañas, Pozuelo o Beñat, con óptimo rendimiento, salieron del ecosistema. Con ellos, los refuerzos prestados como Rubén Pérez, Pabón o Campbell. Para el reemplazo, se posicionaron en Sevilla dos porteros de dudoso presente -Sara y Andersen-, extranjeros de corte bajo a los que persigue la incógnita del rendimiento -Reyes, Steinhöfer o Rodríguez-, futbolistas que actuaban en inferior categoría -Chuli, Cedrick o Juanfran- o jornaleros con dotada pero discutida experiencia -Verdú, Figueras o Torres-. Demasiados semblantes nuevos como para armar un nuevo puzle de éxito. En descargo, Stosic, el responsable, y su departamento deportivo trabajaron sin presupuesto.

Mientras que externamente el Betis caminaba con seguridad, en la Liga únicamente Valencia y Villarreal sucumbieron a las nuevas fuerzas vivas verdiblancas. Tras ocho partidos domésticos sin ganar, se acabó la paciencia ante la irritación de los seguidores que expusieron en público que la crisis no debía acabar con el entrenador por los aires. Pero sí, Mel saltó por los aires y las refrescantes ideas de Garrido no han conseguido mejorar el presente: tres derrotas en cuatro partidos en Liga -dos en el Villamarín- y eliminados por el Athletic, pese a ganar la ida, de la Copa del Rey. Por eso, todo lo sucedido en las últimas semanas arrinconó al técnico. El valenciano optó por cambiar el manoseado discurso de unidad para girar a una dialéctica más agresiva ante lo que presumía que viene: la destitución.

Garrido comenzó a perder peso el 22 de diciembre. Esa mañana se despedía a Vlada Stosic. Previamente, el entrenador consintió a la misma plantilla que ocupa hoy el vestuario. Es más, ante la dirigencia halagó los fichajes realizados en verano. Eso fue durante los primeros días de diciembre, nada más aterrizar en el cargo. Sin embargo, tras las primeras sesiones comenzó a reprochar el exceso de grasa en algunos jugadores, con lo que la báscula tomaba fuerza diaria como vibrante protagonista. En el grupo se le observaba con recelo porque se instaló en el vestuario, tras la primera derrota en San Sebastián, que había solicitado refuerzos de carácter inmediato.

Tras la frustración de algunos fichajes no realizados -Andújar o Bryan Ruíz- el mensaje interior se modificó: “los de aquí dentro somos los que tenemos que sacar esto”. No ayudaron escenas como la vivida tras perder con el Almería, esa misteriosa reunión silenciosa de los jugadores en el centro del campo esperando la reacción de la afición. El foco de crítica quedó explicado porque se importó desde Bélgica. Pese al aviso previo del técnico, la historia supuso el primer arañazo a la intrigante excelsa convivencia. Stosic, que llevaba en el cargo desde diciembre de 2010 de la mano del entonces presidente Rafael Gordillo, salió escopetado con el parón navideño. Era la segunda víctima de los resultados del mismo curso. Entonces, el primer apoyo del entrenador saltaba al Guadalquivir.

placeholder Stosic, en la rueda de prensa de despedida (Efe).

El Consejo de Administración del Real Betis decidió que el administrador concursal, José Antonio Bosch, abandonara sus funciones como consejerode la entidad, señalando a sus relaciones con proveedores del clubcomo motivo principal del rechazo. “A Bosch le reprobamos sus actuaciones, no por ser ilegales, sino porque no son acordes con un consejo altruista”, manifestó el máximo dirigente, Miguel Guillén. Esta polémica en los despachos también afectó a Garrido. Era el 13 de enero y en poco menos de tres semanas caían los dos sostenes del casi recién estrenado míster. Sus dos interlocutores eran despojados de los puestos de trabajo. Los cuatro millones de euros presupuestados para fichajes en esta ventana de invierno bailaban de gestor. Si Garrido era el máximo responsable, también en esta faceta tras la salida de Stosic, ahora la entidad daba marcha atrás y optaba por consensuar la acción. Quizá la información adelantada por la Cadena Ser, donde se denunciaba el cobro de comisiones por parte de la agencia de representación del preparador en el fichaje de Leo Baptistao, influyó en la determinación del Consejo.

El Real Madrid se presenta en el Benito Villamarín con aroma de verdugo. Una tercera derrota consecutiva en su estadio -Almería y Osasuna, las precedentes- alterará a una afición soliviantada y contraria a Garrido desde el minuto uno. Con tiempo de análisis, ya no hay partido la próxima semana, las horas del valenciano están contadas en el banquillo. Algún consejero ya quiso provocar el despido tras la eliminación en el nuevo San Mamés. Pero por qué quemar una bala, defendían los más fríos. Para que sacrificar al que venga, sentenciaban. Tambores de cambio nuevamente en la Sevilla verdiblanca. Garrido entró con mal pie y saldrá con peor paso.

P.D.:

A todo esto, la situación en los despachos atraviesa un cruel momento. La magistrada Mercedes Alaya analiza el destino inminente del club. Entre las opciones suena la devolución de las acciones al primitivo dueño. Sí, a Lopera. Parece rocambolesco. Pero lo que la jueza debe apremiar es a considerar el relevo de Bosch, ‘despedido’ por “actividades comerciales incompatibles con la entidad”. La deriva de la sociedad verdiblanca, frágil en lo deportivo, es quebradiza en lo institucional. Los béticos sufren y padecen, pero el pesimismo los persigue sin rumbo. Nadie suma. El naufragio del Betis, salvo milagro, acabará en Segunda división. Una pena.

Con las maletas hechas siguió Juan Carlos Garrido el partido matinal entre el Betis y el Rayo Vallecano sintiéndose ya entrenador verdiblanco. Por momentos, pensó que debía deshacerlas. El último suspiro del entonces equipo de Mel provocaba a todos morir de pie. Pero como a perro flaco, apareció Bueno, el goleador rayista, para anotar el empate en el descuento. Dos puntos más que volaban en una hemorragia sin solución. Garrido recibía esa misma tarde la confirmación de que al día siguiente viajaba a Sevilla para hacerse cargo del Real Betis Balompié.

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