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Pep Guardiola se juega su crédito en el Bayern de Múnich en la final de la Copa alemana
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Antonio Sanz

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Pep Guardiola se juega su crédito en el Bayern de Múnich en la final de la Copa alemana

A ojos de la afición y de una parte de la dirigencia del club alemán, su credibilidad está en juego tras el descalabro sufrido en la eliminatoria frente al Madrid

Foto: Guardiola, con Ancelotti al fondo, durante el Bayern-Real Madrid (Reuters)
Guardiola, con Ancelotti al fondo, durante el Bayern-Real Madrid (Reuters)

La suerte está echada para Pep Guardiola. El próximo 17 de mayo, en el estadio Olímpico de Berlín, se van a medir el Bayern y el Borussia Dortmund. Se disputa la DFB Pokal, o lo que es lo mismo, la final de la Copa de Alemania. El técnico catalán peleará por algo más que un título. A ojos de la afición y también de una parte de la dirigencia del club, su credibilidad está en juego tras el descalabro sufrido en la eliminatoria frente al Real Madrid. Pep, con dos años más de contrato por cumplir, mantendrá el cargo con seguridad. Sin embargo, el crédito ante terceros es el botín a dirimir en esos noventa minutos. Una victoria ahogará las penas. Una derrota cimentará aún más las dudas que planean sobre su figura.

La llegada de Guardiola al Bayern resultó una decisión unilateral de Uli Hoeness, el verdadero motor de una entidad manejada fundamentalmente por ex futbolistas legendarios de la casa. El precipitado anuncio público, obligado por una filtración que alteró los planes previos que forzaron a modificar la hoja de ruta, desencadenó una doble lectura en Múnich. Por una parte, Hoeness y su entonces leal colaborador Rummenigge se sentían orgullos porque lograban captar al entrenador más demandado y deseado del continente. Desde otra perspectiva se discutía la acelerada salida de Heynckes, quien maniobraba hacia una campaña histórica. La leyenda que habita libre y habla más claro en esta animosa galería de ídolos del pasado, Beckenbauer, cuestionó el paso dado al entenderlo un tanto atolondrado. Pero los dirigentes del Bayern actuaban contra el reloj y con suma celeridad. En Nueva York, en la residencia sabática de Guardiola, ya se habían celebrado encuentros con Ferguson, Emenalo y Beguiristain. O dicho de otro modo, Pep escuchó a tres pretendientes ingleses: Manchester United, Chelsea y Manchester City.

Hoeness y Rummenigge mantuvieron a Jupp Heynckes en el cargo tras la dolorosa derrota sufrida en la final de la Liga de Campeones de 2012 entre el Bayern y el Chelsea jugada en Múnich. Entonces, decidieron prescindir de Christian Nerlinger, el director deportivo -también fue jugador del Bayern- que acumulaba tres temporadas en el cargo. El primer cambio de rumbo estaba tomado y Matthias Sammer -sin ninguna conexión con el club hasta esa fecha- se incorporó al 'staff' como máximo responsable deportivo. Beckenbauer, presidente de honor, y el sector más crítico que le sigue cuestionaron el adiós de Heynckes, y más tras la esplendorosa temporada en la quese ganó todo. Pero Guardiola ya había firmado, el compromiso estaba anunciado y el cambio de entrenador era innegociable.

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El Bayern 2013/14 arrancó con sobresaltos. La inesperada derrota ante el Dortmund en la Supercopa germana se compensó un mes después con una victoria in extremis en la misma competición pero de sentido continental. El Chelsea dejaba escapar en el último minuto de la prórroga un trofeo que aliviaba el arranque de Guardiola. Dos derrotas en dos finales hubieran sido una tormentosa puesta en escena. Después llegó un paseo en el torneo doméstico, celebrando el título cuarenta y cinco días antes del término del campeonato. Pero las críticas del gurú muniqués no se hicieron esperar. El juego de toque y posesión choca con la filosofía alemana más conservadora. Los toques, esta vez, de atención se mezclaron con la ausencia del escudo perfecto. Ya no estaba Hoeness para ordenar y reprender a la cúpula de mando.

Hoeness era alguien más que el experto y diligente presidente de la entidad. Era el referente de todos: de los que en la grada lo exponían como un ídolo y así se lo agradecieron con pancartas en su despedida; y de aquellos que dentro de la estructura de la sociedad, básicamente ex futbolistas del Bayern junto a ejecutivos del máximo nivel empresarial -Adidas o Audi-, lo respetaban acatando sus decisiones sin fisuras. Sin embargo, la situación ha cambiado después de los problemas que Uli ha suscitado con la justicia germana por evasión fiscal. El destino del empresario a vivir los próximos meses en la cárcel de Landsberg para cumplir una pena superior a tres años le obligó a ceder el sillón presidencial a otro de sus hombres de confianza, Karl Hopfner, ex director de finanzas del club. Con el líder privado de libertad, las directrices ya no se aglutinan sobre la figura del dirigente mandamás. Ahora todo el personal es más libre para opinar y criticar.

El durísimo correctivo que el Real Madrid ha endosado al equipo de Pep ha dejado tocado al entrenador. A velocidad supersónica y en caliente, Rummenigge, cabeza referente desde su posición de director general, ha exclamado que está más que ratificado. Primer mal síntoma para el técnico. El Bayern, como entidad, se siente fuerte y convencido de que la apuesta no fue arriesgada. Para la dirigencia del día a día todo sigue igual. Para los más pesimistas, la facción que lidera el presidente de honor, la Copa de Alemania es el mejor punto de inflexión posible. Perderla es acabar mal y empezar peor. Ganar es tomar un respiro con vistas a la renovación que Guardiola pretende para el próximo curso. Curiosamente, en Berlín es donde Pep se acostó como ganador de su primera Bundesliga. Es en Berlín dónde dispone ahora de la ocasión para recuperar el orgullo que le arrebató en noventa minutos el Real Madrid. Eso sí, con permiso de Klopp y su Dortmund.

La suerte está echada para Pep Guardiola. El próximo 17 de mayo, en el estadio Olímpico de Berlín, se van a medir el Bayern y el Borussia Dortmund. Se disputa la DFB Pokal, o lo que es lo mismo, la final de la Copa de Alemania. El técnico catalán peleará por algo más que un título. A ojos de la afición y también de una parte de la dirigencia del club, su credibilidad está en juego tras el descalabro sufrido en la eliminatoria frente al Real Madrid. Pep, con dos años más de contrato por cumplir, mantendrá el cargo con seguridad. Sin embargo, el crédito ante terceros es el botín a dirimir en esos noventa minutos. Una victoria ahogará las penas. Una derrota cimentará aún más las dudas que planean sobre su figura.

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