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James Rodríguez, el improvisado galáctico colombiano de Florentino Pérez
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Antonio Sanz

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James Rodríguez, el improvisado galáctico colombiano de Florentino Pérez

Nadie había reparado en el colombiano, pero el Madrid valoró geoestratégicamente el fichaje. Y el improvisado fichaje galáctico de Florentino está sacando buena nota

Foto: Florentino Pérez junto a James Rodríguez durante la presentación oficial del colombiano (EFE)
Florentino Pérez junto a James Rodríguez durante la presentación oficial del colombiano (EFE)

Se había convertido en la revelación del campeonato del Mundo, escaparate ideal para determinar el futuro de jugadores que habitan en torneos secundarios. James Rodríguez caminaba dispuesto a batir el legendario récord de goles de Pelé, cuando su agente, también lo es de cabecera del Real Madrid tras salvar los aprietos a los que le sometió Mourinho, comunicó con la entidad: “es el momento de firmarlo. El mejor jugador de este Mundial debe vestir de blanco. Puedo convencer a Rybolovlev y sacarlo por algo menos del doble de lo que pagó el Mónaco. Díselo a Florentino”. El receptor, el más alto ejecutivo de la entidad merengue. El precio de salida, marcado: 90 millones de euros. La operación, en marcha.

Hasta esa fecha del mes de julio, nadie en el Real Madrid había reparado en un atacante colombiano que jugaba en el club de moda de Europa, más por las últimas inversiones en fichajes que por su historia, más por el glamour de cómo entienden la vida sus habitantes que por el reclamo futbolístico. A la dirigencia le hastiaba escuchar el nombre de otro compatriota que por esas fechas enfilaba la recta final de su recuperación. Sin embargo, esta vez no era Falcao el elegido sino James, un chico de perfil bajo que al frente de la selección colombiana abría los ojos de los ojeadores de los grandes clubes europeos. Un año antes se vestía a la sombra de Falcao y Moutinho. La grave lesión de su compañero y compatriota le obligó a dar un paso al frente, asumir la responsabilidad de liderazgo y a invertir su suerte. La moneda, para él, se estampó de cara.

Unos meses antes, en ese Mónaco construido a base de talonario, Claudio Ranieri, quien fue entrenador en España de Valencia y Atlético, dudaba de las condiciones del sudamericano. Públicamente explicó que no consideraba a James titular porque observaba en él debilidad mental. El italiano exigía mayor rigor táctico al jugador, especialmente en labores defensivas donde el esfuerzo del atacante era menor. El arranque de curso en el Principado se convirtió en un pequeño cadalso para quien con solemnidad trabajaba para ser una estrella. Porque pese a fichar como secundario, James había conseguido en sólo tres años ser uno de los mejores negocios en la historia del Oporto, un club caracterizado por la ganancia en sus inversiones. Quizá sea la entidad que mejor pesca en Sudamérica con múltiples beneficios como posteriormente cotiza frente a la Bolsa de Lisboa.

El Banfield argentino recibió en el verano de 2010 algo más de cinco millones de euros por el setenta por ciento del pase de Rodríguez. Seis meses después, el Oporto vendió la mitad de la propiedad que había comprado (el 35%) a un fondo de inversión luxemburgués por dos millones y medio. Este dinero lo invirtió en adquirir el treinta por ciento restante del pase a la empresa ‘Convergence Capital Partners’. La ganancia llegaría con el rendimiento del colombiano en el césped. Unos meses antes de afrontar la operación de venta al Mónaco, el club luso recompró el treinta y cinco por ciento vendido al fondo luxemburgués por casi nueve millones de euros. En poco más de dos años, el beneficio se había triplicado. En unos meses, el Oporto, tal y como declaró ante la Comisión del Mercado de Valores de Portugal, traspasó al jugador por 45 millones de euros. El gasto total, sueldos al margen, rondó los 14 ‘kilos’. El negocio para la entidad superó los 30 millones de euros.

James siempre fue un chico tímido. Cuentan en Argentina que apenas hablaba forzado por una incipiente tartamudez. Sin embargo, se revelaba cuando lo llamaban por su nombre en inglés. “Me llamo como se escribe”, apuraba a quien soltaba el término anglosajón ‘Yeims’. Hijo de un ex jugador profesional colombiano, con quien no se crió, destacó en un modesto club de Antioquia que se apoya en fórmulas de cantera para formar jugadores. En Envigado recibió la propuesta de probar en otra entidad modesta. La llamada procedía de Banfield, la ciudad del histórico club fundado a finales del siglo XIX por emigrantes británicos ubicado en la provincia de Buenos Aires. Con 17 años afrontaba el reto de abandonar a la familia por un sueño. Los días en que la debilidad se apoderó de él no faltaron. Los desprecios de su entrenador argentino en las inferiores, que ‘olvidaba’ su nombre y lo citaba como ‘colombiano’, lo llevaron a desesperarse y a casi tirar la toalla planteándose regresar a Colombia. Pero el destino provocó la llegada al equipo de Jorge Burruchaga, quien convirtió a James en el extranjero más joven en debutar en la Primera división argentina. Unos meses después, con Falcioni en el banquillo, ganó el torneo apertura de 2009. La disputa de la Copa Libertadores lo mostró al viejo continente. El Espanyol, entre otros clubes europeos, se aproximó a firmarlo, pero sólo el Oporto arriesgó los cinco millones de euros que costaba el setenta por ciento de la figura de un talento de 19 años.

Rybolovlev, el magnate ruso dueño del Mónaco, se cansó pronto del juguete y decidió revertir el despilfarro de gasto acometido el curso anterior. El primer damnificado fue Víctor Valdés. El segundo, Radamel Falcao.La venta de James era segura y eso lo sabía quien un año antes lo había conducido a jugar a un campeonato menor, el francés. En poco más de quince días, el Real Madrid rebajó las pretensiones del propietario para cerrar el traspaso en bastante menos del doble de lo pagado al Oporto, tal y como había augurado el agente. La operación se cerró en 70 millones de euros más 5 millones más por objetivos. El colombiano firmaba por seis temporadas y volvía a dejar otros 30 ‘kilos’ de superávit en la caja.

James no pudo superar a Pelé, pero esos goles a Grecia, Costa del Marfil, Japón, Uruguay -2- y Brasil, anotó en todos los partidos, le cambiaron nuevamente la vida. Por delante de Muller, Neymar, Messi o Van Persie, el salto a un grande estaba consolidado. El Real Madrid valoró geoestratégicamente el fichaje. El Barça, con Neymar, Messi y Suárez, cuenta con una gran presencia en Sudamérica. James, posteriormente se sumaron Navas y Hernández, aportaría en el mercado más presencia latina para el club blanco. El tercer fichaje más caro en la historia merengue ha logrado que nadie recuerde al díscolo Di María. El efecto de empujar al argentino con la llegada de Rodríguez se cumplió. Hoy, el improvisado galáctico de Florentino, porque nunca estuvo en los planes de adquisiciones previo a Brasil, ha generado las expectativas previstas. Incluso, ha logrado que hasta Ancelotti se olvide de su petición de evitar la venta de aquél a quien consideró intocable.

Se había convertido en la revelación del campeonato del Mundo, escaparate ideal para determinar el futuro de jugadores que habitan en torneos secundarios. James Rodríguez caminaba dispuesto a batir el legendario récord de goles de Pelé, cuando su agente, también lo es de cabecera del Real Madrid tras salvar los aprietos a los que le sometió Mourinho, comunicó con la entidad: “es el momento de firmarlo. El mejor jugador de este Mundial debe vestir de blanco. Puedo convencer a Rybolovlev y sacarlo por algo menos del doble de lo que pagó el Mónaco. Díselo a Florentino”. El receptor, el más alto ejecutivo de la entidad merengue. El precio de salida, marcado: 90 millones de euros. La operación, en marcha.

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