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Guardiola se somete a la dictadura del Bayern
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Antonio Sanz

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Guardiola se somete a la dictadura del Bayern

Con la entrada en prisión de Uli Hoeness, el técnico catalán se despedía por un tiempo de quien era su perfecto paraguas, del hombre con quien construía mano a mano el nuevo Bayern

Foto: Hoeness saluda a Pep Guardiola, vestido con el traje típico de Baviera (Efe)
Hoeness saluda a Pep Guardiola, vestido con el traje típico de Baviera (Efe)

Lo meditaba en Nueva York. Pep no sabía cómo podría encajar su filosofía modernista en una entidad tan atávica. Esa tendencia a mantener costumbres arcaicas y a la vez cabalgar al paso ligero del momento contemporáneo es en esencia el Bayern de Múnich. Demasiado anclado en el pasado para algunas cosas, al tiempo que la locomotora deportiva -y comercial- lo convierte en una de las sociedades deportivas más saludables financieramente hablando del planeta. Había dado el sí en Estados Unidos tras ordenar ideas, despejar fantasmas y limar alguna que otra cuita con el pasado. Le emocionaba arrancar en un club tan histórico, manejado por leyendas del juego alemán. Por fin conocería por dentro un país tan robusto capaz de levantarse de dónde nadie lo hubiese logrado -y en dos ocasiones-. Acumuló confianza y proximidad en el proyecto tras los encuentros con Uli Hoeness. Por eso, el 2 de junio del pasado año vivió una jornada difícil. Guardiola se despedía por un tiempo de quien era su perfecto paraguas, del hombre con quien construía mano a mano el nuevo Bayern.

Hoeness ingresaba en prisión para cumplir condena por fraude fiscal. El verdadero referente de la entidad perdía el paso de la libertad. La grada le rindió homenaje en la jornada previa al desenlace, conscientes de su importancia. La sombra de su figura revolotea aún en la organización interna. Sólo ellos son conscientes de la ausencia diaria. También respiró alguna leyenda muniquesa apresada en su dictadura. Uli siempre ha sido el freno para las críticas y el encargado de encauzar y cimentar la consolidable línea de apoyo hacia quien él respeta. Por eso no le tembló el pulso para mantener a Heynckes tras perder la Champions en su propia casa o para largarlo al curso siguiente tras tener atado a Pep. Hoeness siempre confió en Guardiola. Era su apuesta frente a los versos sueltos como Beckenbauer, quien dudaba del entrenador que lo había alcanzado todo en el Barça. “Si lo pretenden el Manchester United, el Chelsea o el Manchester City, algo tiene”, solía rumiarle a su entonces inseparable Kalle Rummenigge.

Seguirá un año más en Múnich, por lo menos...

Guardiola seguirá un año más, al menos, en el Bayern. Las partes cerraron el acuerdo en la metrópoli norteamericana entendiendo que un trienio era el tiempo suficiente para darse a conocer. Previo a la consecutiva segunda caída en semifinales de laCopa de Europa, el técnico catalán lo aclaró tras verse solicitado a dar una explicación tras las noticias que lo acercaban a Manchester. La intención de Pep es regenerar el vestuario y comprobar si su discurso cala por tercera vez en el grupo. Si es así, todas las batallas emprendidas durante este curso serán positivas. Si percibe cualquier distancia con el camerino huirá antes de enfrentarse a nadie. Ya lo hizo en su propia casa -el Barça- y está decidido a repetir secuencia. En las últimas horas, sólo las palabras de Matthaus (más de una década defendiendo la camiseta de la entidad bávara) hicieron reflexionar a Pep. Ese “los jugadores han perdido la fe en el entrenador” es la gran preocupación que ahora somete al técnico.

La dirigencia del Bayern es consciente de que necesita un cambio generacional en la plantilla, tal y como adelantó el presidente de honor del club. Las palabras de Beckenbauer, un azote para Pep, son premonitorias. Las balas esta vez no acabarán en la piel del entrenador. Poco importa que se haya elevado el nivel de las críticas de algunos de los más carismáticos ídolos del pasado ante la ausencia del controlador. Al técnico no le queda otra que convivir con ellas. Si en Barcelona se sentía protegido por la leyenda culé, Cruyff siempre lo destacó como su alumno aventajado, ahora aquellos que vistieron la prenda del Bayern se sienten legitimados para cuestionar aspectos del juego. Sin ser cómodo para él, tampoco marcan tendencia en la opinión pública. El seguidor únicamente mostró su pesar la noche de la cruel derrota ante el Real Madrid. Algunos tímidos silbidos acompañaron acciones del equipo que rápidamente quedaron censuradas por la mayoría. La mentalidad alemana no permite fisuras en la relación, circunstancia que consiente un caminar más pausado en el sendero del fracaso.

Objetivo, ganar la Copa de Europa con el Bayern

Algunas aristas debe restablecer Guardiola en el que puede ser el curso del final de la aventura. Enterrado el asunto médico sin ninguna explicación pública, la escena mantuvo una doble lectura: los anclados en el atavismo y que se muestran contrarios a cualquier reajuste y los que aplaudieron la decisión de desenmascarar a quien aportaba lo justo al equipo. Pero el asunto que más controversia ocupa será el estilo de juego que emplee el Bayern para aspirar a volver a ganar la Champions, el verdadero objetivo del club. Por aquí, la mano de Sammer, el director deportivo ‘pelado’ que se ubica a dos asientos de su figura en el banquillo, será determinante para que las incorporaciones se encuentren en consonancia con los deseos del entrenador. Aquel tan arcaico como exitoso modelo de juego de conjugar la épica con el contragolpe ahora une la variante del gusto por la posesión. La renovación del vestuario impuesta por el ático del Bayern debe traer futbolistas que se ajusten al modelo. Por ahí, Guardiola medirá el grado de confianza puesto en él.

El Manchester City ha sido el último club con quien se le vinculó. Mientras siga la conexión española al frente siempre se tenderán puentes. Incluso se sueña con que al final sucumbirá a la tentación del calor árabe. Pero Pep es mucho Pep y su primer deseo pasa por lograr la Copa de Europa con el Bayern, y además jugando con su estilo de toque y velocidad. Esa degustación futbolística no acaba de encajar en Alemania, pero más pronto que tarde tendrá recompensa. Por eso, no sería nada extraño que Guardiola acabase renovando el compromiso con los bávaros. Es el deseo de Hoenness, la intención de Rummenigge y hasta han conseguido que Beckenbauer claudique. Quétendrá este Pep que enamora hasta a quien sólo observa en él a un filósofo de andar por casa.

Lo meditaba en Nueva York. Pep no sabía cómo podría encajar su filosofía modernista en una entidad tan atávica. Esa tendencia a mantener costumbres arcaicas y a la vez cabalgar al paso ligero del momento contemporáneo es en esencia el Bayern de Múnich. Demasiado anclado en el pasado para algunas cosas, al tiempo que la locomotora deportiva -y comercial- lo convierte en una de las sociedades deportivas más saludables financieramente hablando del planeta. Había dado el sí en Estados Unidos tras ordenar ideas, despejar fantasmas y limar alguna que otra cuita con el pasado. Le emocionaba arrancar en un club tan histórico, manejado por leyendas del juego alemán. Por fin conocería por dentro un país tan robusto capaz de levantarse de dónde nadie lo hubiese logrado -y en dos ocasiones-. Acumuló confianza y proximidad en el proyecto tras los encuentros con Uli Hoeness. Por eso, el 2 de junio del pasado año vivió una jornada difícil. Guardiola se despedía por un tiempo de quien era su perfecto paraguas, del hombre con quien construía mano a mano el nuevo Bayern.

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