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Piqué, de la huida... al consentido "ya sabemos cómo es Geri"
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Antonio Sanz

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Piqué, de la huida... al consentido "ya sabemos cómo es Geri"

El catalán sigue a lo suyo. Quién sabe hasta cuándo dejarán de reírle en el Barça sus chirigotas. Lejos del entorno azulgrana cada vez se aguantan menos. Y ya si vas de blanco, ni una más...

Foto: Gerard Piqué, en la rueda de prensa (Efe)
Gerard Piqué, en la rueda de prensa (Efe)

No lo dijo cualquiera. La frase, entre guasas, la pronunció Pep Guardiola en una rueda de prensa. Trataba de explicar a un periodista británico qué tipo de carácter arrastra a Gerard Piqué. "A veces no está bien de la cabeza. Ya sabes, es un chico gracioso". El entonces entrenador del FC Barcelona buscaba justificar la acción de su entonces jugador. No era sencillo exculpar al central, quien ayudado de Puyol había colocado a Cesc la camiseta del Barça durante la celebración de la victoria en el Mundial de Sudáfrica. Cesc, en esas fechas, seguía perteneciendo al Arsenal, si bien la rumorología veraniega lo aproximaba al Camp Nou. Aquella irreverente escena para el mundo anglosajón era otra más de la larga lista de chanzas de uno de los niños mimados del barcelonismo. Aquel a quien todo se le consiente por su destreza en el campo. Aquel a quien su personalidad traviesa y rebelde lo coloca al límite de la buena educación. Nada le impide pisar el charco. Es más, es capaz de salir aparentemente seco del mismo. Eso sí, nadie como él para irritar tanto al madridismo. Eso también, porque su libertad de expresión política, nada común en el mundo del deporte, ha soliviantado a una parte del aficionado medio español y/o madridista.

Si en León chirriaron los pitos, la repetición de secuencia en Oviedo ha obligado a cerrar filas desde la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) en torno al jugador que porta la camiseta roja. Tan es así que han decidido evacuar la sede del Santiago Bernabéu para evitar lo que se presumía una coral constante de música de viento contra Piqué. Es cierto que nadie había confirmado oficialmente el estadio del Real Madrid como alojamiento local para recibir a Inglaterra. Sin embargo, los dos periódicos deportivos más leídos habían coincidido en la misma información: algún patrocinador había deslizado a los medios de comunicación la decisión de Ángel María Villar. Con lo acontecido en Asturias, con el antecedente de León, la RFEF midió el grave problema y con urgencia optó por trasladar el partido a Alicante, adelantándolo incluso de día -todo siempre que se gane a Luxemburgo y se alcance la clasificación para Francia 2016-. El criterio ha variado con respecto a un asunto complejo. El mismo organismo alojó la final de su competición en un territorio donde era segura la pitada al himno y al rey.

¿Merece Piqué tanta consideración?

La opinión pública se pregunta si Piqué merece tanta consideración. Un futbolista que ha ofrecido algunos episodios, cuando menos, con escaso respeto siendo integrante de la disciplina nacional. El jugador, que expone su máximo compromiso en boca suya y respaldado por la de algunos de sus compañeros de club, se mostró decidido a abandonar la Roja tras el Mundial debido a sus diferencias con el cuerpo técnico. Recordado es su pose en el banquillo tomando el sol antes del partido ante Australia. Ni siquiera se calzó las botas de juego. Ni siquiera volvió con el resto de la expedición -pidió permiso para no regresar con la unidad del grupo tras la prematura eliminación-. Alguno tampoco olvida la acción de escupir a un directivo federativo por más que sucediese en un ambiente festivo. Pero donde se le descubrieron las vergüenzas al seleccionador fue tras la primera convocatoria posterior a Brasil. El verano se había vivido con ajetreo salpicado con diversas reuniones para reunificar el núcleo duro de jugadores. Entonces, la directora de la Selección optó por repartir papeles. A Piqué le concedió tiempo para meditar la renuncia. Sólo falló que Luis Enrique no quiso ser cómplice del enredo y lo alineó unas horas después, desmintiendo así a Del Bosque, que aludió a molestias musculares para dejarlo fuera del citación. La clave para aguantar su capricho es que ningún otro central ha dado un paso al frente para aparcarlo en el Camp Nou.

Piqué volvió a la Roja por convicción deportiva y económica. Los contratos comerciales -incluso también los del club- incluyen ciertas cláusulas que apostillan que siendo internacional se aumenta el caché que percibe. Y nadie está para perdonar. Ni Piqué. Un Piqué que para el madridismo ha cruzado varias veces la línea roja, tal y como desprende el capitán del Real Madrid. Sergio Ramos se tiñó de cordero en la víspera de Macedonia para transformarse en lobo tras los noventa minutos y pasar factura al barcelonista. La afrenta de Kevin Roldan y aquel "contigo empezó todo" no se olvida en el vestuario blanco. Gerard, así lo explica su entorno más íntimo, es un chico natural, una especie única en un mundo plano, aseveran. Sin duda, no es uno más de la vorágine futbolera. Si bien, termina por desesperar, tal y como le pasó a Guardiola, o bien como transita Del Bosque, a quien un lío tras otro terminan por hastiarlo. La escena captada del jugador saliendo de madrugada de un local de Gijón no gustó al cuerpo técnico, que hubo de justificarse gracias al beneplácito que la directora de la selección había alcanzado del propio seleccionador.

"Ya sabemos cómo es Geri”, justifican sus gamberradas en las instalaciones del FC Barcelona. Para lo bueno y para lo malo admiten que la celebridad del chico es innata, nada fingida. Que así hay que quererlo o no. Pero el sentimiento del vestuario se descubrió hace sólo unas semanas. La marcha de Xavi Hernández dejó vacante una capitanía en el camerino. Iniesta, Messi y Busquets atendieron a la petición de Luis Enrique de elegir al cuarto con el sufragio del grupo. En votación secreta se optó por Mascherano. Es cierto que no era, tal y como aclaró el entrenador, una competencia directa entre el argentino -el favorito del técnico, por cierto- y Piqué. Pero el canterano sí había promulgado su candidatura al cargo, además de ser más veterano en la caseta. Sin embargo, los votos de los futbolistas elevaron a uno por encima del otro. El resultado no parece afectar a Piqué. Él sigue a lo suyo. Quién sabe hasta cuándo dejarán de reírle en el Barça sus chirigotas. Lejos del entorno azulgrana cada vez se aguantan menos. Y ya si vas de blanco, ni una más.

No lo dijo cualquiera. La frase, entre guasas, la pronunció Pep Guardiola en una rueda de prensa. Trataba de explicar a un periodista británico qué tipo de carácter arrastra a Gerard Piqué. "A veces no está bien de la cabeza. Ya sabes, es un chico gracioso". El entonces entrenador del FC Barcelona buscaba justificar la acción de su entonces jugador. No era sencillo exculpar al central, quien ayudado de Puyol había colocado a Cesc la camiseta del Barça durante la celebración de la victoria en el Mundial de Sudáfrica. Cesc, en esas fechas, seguía perteneciendo al Arsenal, si bien la rumorología veraniega lo aproximaba al Camp Nou. Aquella irreverente escena para el mundo anglosajón era otra más de la larga lista de chanzas de uno de los niños mimados del barcelonismo. Aquel a quien todo se le consiente por su destreza en el campo. Aquel a quien su personalidad traviesa y rebelde lo coloca al límite de la buena educación. Nada le impide pisar el charco. Es más, es capaz de salir aparentemente seco del mismo. Eso sí, nadie como él para irritar tanto al madridismo. Eso también, porque su libertad de expresión política, nada común en el mundo del deporte, ha soliviantado a una parte del aficionado medio español y/o madridista.

Gerard Piqué