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El alocado verano de Messi
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Antonio Sanz

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El alocado verano de Messi

Ajeno a todo y con ánimo de revancha, Leo reapareció en la vida pública una semana antes de que le tocara. Decidió darle un giro a su apariencia y se tiñó el pelo de rubio

Foto: Messi, antes del partido de Argentina contra Uruguay de este verano. (REUTERS)
Messi, antes del partido de Argentina contra Uruguay de este verano. (REUTERS)

Su entrenador, con quien tuvo sus más y sus menos -diferencias hoy enterradas-, lo define como “el mejor jugador de todos los tiempos. ¿Por qué? Pues porque juega de todo y en cualquier posición que jugara sería el mejor del mundo. Por eso tiene absoluta libertad en el campo. Sería poco inteligente por mi parte si no aprovechara esta virtud”. Así enfatiza Luis Enrique la evolución futbolística del nuevo Messi. Un jugador total capaz de retrasar unos metros su posición para dirigir el juego. Cuando faltaba el ‘9’, él se disfrazaba de ariete. Cuando requería ser volante, por allí pasaba él. Ahora toca ser el ‘6’, pues a recordarnos al mejor Xavi. La exhibición goleadora y de fútbol mostrada ante el débil Celtic no la necesitaba ni él ni el Camp Nou. Sin embargo, tras un trimestre frenético y el adelantamiento anual de Cristiano Ronaldo -máximo candidato a levantar el próximo Balón de Oro-, observamos a un Messi con hambre. Un Leo que reivindica su trono tras vivir una rabiosa estación estival dónde le ocurrió de todo.

Foto: Cristiano volvió a marcar... y a hablar (Emilio Naranjo/EFE). Opinión

Messi arrancó el nuevo curso con las sobrecargas típicas de pretemporada, esta vez con un foco bien determinado: el pubis. Lejos de aminorar la carga de trabajo para que el repaso ayudara a restablecer su salud, el argentino contaba con una cuenta pendiente que le forzó a jugar renqueante un partido con la albiceleste. Se lo debía a la nación tras la metedura de pata vivida en Estados Unidos minutos después de perder la final de la Copa América. El torneo estaba marcado en rojo en el calendario del ‘10’ por las recurrentes derrotas en la hora de la verdad. Era la oportunidad para sacarse la dolorosa espina. Tan centrado vivía la gesta que un golpe en el amistoso previo frente a Honduras provocó la dosificación perfecta. El campeonato arrancó con su ausencia para reaparecer media hora ante Panamá y hacer tres goles en diecinueve minutos. En los cruces anotó ante Venezuela y ante la anfitriona, demostrando su cotidiana fiabilidad.

Y llegó otra final. La tercera en su historial de Copa América. La segunda consecutiva. Otra vez ante Chile. En el recuerdo imborrable, la también perdida en el Mundial de Brasil. El destino lo llevó a los penaltis. Falló el suyo y también lo hizo Biglia. Leo se derrumbó. Su cabeza no pudo soportar una nueva caída y estalló en la zona del Periodismo. En caliente soltó la frase lapidaria: “para mí se terminó la Selección. Ya lo intenté mucho, me duele no ser campeón con Argentina y me voy sin lograrlo”. Una huida hacia delante que conmocionó el planeta. De pronto, con la bajada de la calentura, ya estaba arrepentido. ¿Cómo dar marcha atrás? Eso era cosa de Bauza y de Mascherano.

“No se da, no se da. Tendrá que ser así”. El remordimiento planeaba por la cabeza del astro durante su estancia de vacaciones en las Bahamas. La cuarta final perdida quedó en el limbo y Leo ya vivía arrepentido. Se precipitó. Era consciente. Por tres razones: toda derrota merece un duelo que él ya había digerido, por el afán de revancha que lo consumía y por el cariño del pueblo argentino, poco dado a reconocer su figura debido a su crianza barcelonesa. Con todo, Messi contaba los días para volver a vestirse de corto. Tanto, que por primera vez en su carrera decidió reducir el periodo vacacional. Sin embargo, con el bañador puesto conoció la condena dictada por la Audiencia Provincial de Barcelona por defraudar a Hacienda. Otro mal trago que debía llevarse con suma paciencia, si bien, éste quedaba lejos de su ecosistema. La pena de veintiún meses de cárcel para su padre y para él provocó la campaña “Todos somos Messi”, auspiciada por el FC Barcelona. El miedo a un repentino cambio de aires del argentino forzó a la entidad a mostrar apoyo público. El club ponía voz al maltrato en palabras del dirigente Vives: “Leo está siendo tratado de manera injusta”. El Barça temía que se agotase la paciencia del futbolista y se dejara seducir por algún poderoso adversario capaz de tentarlo con inmunidades fiscales.

Ajeno a todo y con ánimo de revancha, Messi reapareció en la vida pública una semana antes de que le tocara. El alocado verano traería una nueva sorpresa. El menudo argentino se sumaba al ‘trend del platinum hair’. El chico decidía darle un giro a su apariencia y teñirse el pelo de rubio. Los expertos hablan de diferentes motivos para cambiar el ‘look’ capilar. Algunos hablan de variar por aburrimiento o por tendencia, pero los más profundos apuestan porque el motivo puede llegar para provocar un reforzamiento de la autoconfianza. Explican que las personas muy tímidas necesitan a veces un empujón con un cambio muy radical y atrevido para reafirmarse. Tras el susto inicial, resulta gratificante. Quizá la decisión de Messi no sea tan profunda, pero en su ánimo sí existía reforzar una condición: la de volver a ganar. Pronto recuperó esa sensación tras levantar la Supercopa nacional.

Foto: El nuevo 'look' de Messi (Foto: antoroccuzzo88) Opinión

Restaba sacarse la espina con Argentina. El nuevo seleccionador, el ‘Patón’ Bauza, apoyado en la compañía de Mascherano -uno de los pocos que guarda el respeto de Messi-, era consciente de las ganas de retorno y que se debían pocas explicaciones al vulgo. El ‘10’ quiso dejar claro que no engañó a nadie cuando pronunció las palabras del adiós porque entonces la desilusión cegaba cualquier horizonte. Tras anunciar vía comunicado el regreso, llegó una dolencia inoportuna. El partido de San Mamés, previo al choque de Mendoza con Uruguay, dejó secuelas que forzaban al reposo. Pero Leo no podía parar. Ahora no. Lo que algunos críticos tildaban de comedia tomaría poso si se ausentaba. Por eso, viajó, jugó y marcó, pese a la opinión contraria de los médicos del FC Barcelona. No quedaba otra que hacerlo así. Messi se vestía nuevamente la albiceleste, la misma que repudió en la amargura del fracaso. Tal vez, esos dolores en el pubis lo hicieron más fuerte. Incluso, pudo crecer su sentimiento. El caso es que Leo sigue con Argentina, con la mueca de disgusto que aflora en el Camp Nou. Para el Barça, sí era una buena noticia separarse de su país.

Su entrenador, con quien tuvo sus más y sus menos -diferencias hoy enterradas-, lo define como “el mejor jugador de todos los tiempos. ¿Por qué? Pues porque juega de todo y en cualquier posición que jugara sería el mejor del mundo. Por eso tiene absoluta libertad en el campo. Sería poco inteligente por mi parte si no aprovechara esta virtud”. Así enfatiza Luis Enrique la evolución futbolística del nuevo Messi. Un jugador total capaz de retrasar unos metros su posición para dirigir el juego. Cuando faltaba el ‘9’, él se disfrazaba de ariete. Cuando requería ser volante, por allí pasaba él. Ahora toca ser el ‘6’, pues a recordarnos al mejor Xavi. La exhibición goleadora y de fútbol mostrada ante el débil Celtic no la necesitaba ni él ni el Camp Nou. Sin embargo, tras un trimestre frenético y el adelantamiento anual de Cristiano Ronaldo -máximo candidato a levantar el próximo Balón de Oro-, observamos a un Messi con hambre. Un Leo que reivindica su trono tras vivir una rabiosa estación estival dónde le ocurrió de todo.

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