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Zidane y el efecto 'flor cadáver'
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Antonio Sanz

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Zidane y el efecto 'flor cadáver'

El francés resumió el año con un escueto "ha sido la hostia". No es para menos: tres títulos y el récord de imbatibilidad del club. La clave, su trato con los jugadores y un poco de suerte

Foto: En menos de un año como entrenador del Real Madrid, Zidane ha ganado tres títulos. (REUTERS)
En menos de un año como entrenador del Real Madrid, Zidane ha ganado tres títulos. (REUTERS)

Zidane resumió el año que termina, su primero al frente del Real Madrid, con un escueto pero sintomático “ha sido la hostia”. No es para menos. Desde que está al frente del equipo ha conseguido tres títulos de calado. Aquel a quien despectivamente se le calificó de entrenador con ‘L’ de conductor novato ha sumado consecutivamente la Liga de Campeones, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes. Con sufrimiento, pero ha integrado los trofeos en las vitrinas de Concha Espina. Ninguno conquistado durante los noventa minutos de juego, pero con aroma de arrimarse a la buena suerte. No se le conocen innovaciones tácticas ni movimientos modernistas en la pizarra, pero ha superado el récord de partidos sin perder de la entidad. Excepto la excepción que confirma la regla —James Rodríguez— se mantiene buena armonía y fornida convivencia en el vestuario. El carácter del francés ha terminado de arroparle a una sintonía confortable con la masa social, a quien reconforta un inmejorable recuerdo como jugador. ¿Cuál es el secreto de tanto éxito? Zidane responde: “Trabajo, solo trabajo. Por eso le doy las gracias a los futbolistas”.

Foto: Zidane ha ganado tres títulos como entrenador (Franck Robichon/EFE/EPA). Opinión
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Acosado por entrenar al Castilla sin la documentación obligatoria para hacerlo, Zinedine irrumpió con prisas en el despacho de Rafa Benítez. La estación de paso en que se convirtió la gris trayectoria en el filial pesó demasiado en su sencilla imagen de genio futbolístico. No encontró la tecla para llegar en corcel al primer equipo. Sólo el fracaso de Benítez posibilitó la solución de emergencia que masticó Florentino. Ni un pero para uno de los nuestros, replicaba el presidente a quien se atrevía a susurrar los traspiés del galo en la división inferior. El mandamás supo esperar el momento para auparlo a la dirección de un vestuario que ni entendía ni pretendía comprender a quien le salpicaba de lecciones tácticas e imploraba por una igualdad quimérica en la caseta. ¿Se trabaja ahora menos que antes? Pues no. Sencillamente, ahora observan al guía con admiración y respeto, algo que les faltó con el predecesor. La prontitud y las ganas hicieron que Zizou desembarcara en el despacho de Benítez sin que este hubiera desalojado sus pertenencias, o eso cuenta la gente cercana al técnico saliente. El detalle ético habla bien a las claras del deseo urgente de ejecutar el cargo.

El nuevo entrenador no engañó a nadie. Anunció la titularidad indiscutible de la sempiterna e intocable —aunque con algún ligero matiz oculto— ‘BBC’, prometió esfuerzo, dedicación y trabajo y durante el proceso ha repetido sin protocolo que es un hombre afortunado. Entre las principales medidas adoptadas: la titularidad innegociable de Casemiro, sin eco adverso ni mediático ni popular; la comprensión de Cristiano Ronaldo, quien ha logrado entender que la edad invita a rotar y a dosificar; o la buena actitud de los no habituales —Isco, Nacho, Morata, Kovacic—, que aprueban su rol con recelo, pero con respeto al técnico. Sólo un grano en este oasis de buen comportamiento. El que marca James. El colombiano es el único que hasta ahora se sale del carril. Si sus problemas arrancaron en la anterior etapa, con Zidane sólo se han acrecentado. Lejos de su mejor estado de forma, el francés castiga al chico con el banquillo como intento de reacción. Ni por esas. El buen jugador sudamericano sólo aspira a cambiar de aires frente a las dudas que asoman en Florentino Pérez, quien busca evitar desprenderse de él. Además, la imposibilidad de fichar en el próximo mercado hace más potente el enredo.

La gestión del grupo es una de las claves del buen curso anual que ahora acaba. Tras ganar en la tanda de penaltis la Liga de —con gol en fuera de juego y tras perdonar el rival una pena máxima—, Zidane reforzó las líneas en función de la necesidad del equipo. Los cambios fueron mínimos y eso ha permitido un refortalecimiento del camerino. La gente se conoce bien y todo es más fácil. Algunos se entienden sólo con mirarse y desde dentro aplauden el comportamiento de su entrenador. En esencia, concluyen que la metodología del galo incluye una apta respuesta anímica del grupo, una excelente gestión interna y el conocimiento para sacar las mejores virtudes de cada uno. En resumen, los jugadores le siguen observando como el gran jugador que fue. Aquel talento no se ha desperdiciado y el técnico sabe igualmente emplearlo en su nueva función. Con todo esto, el algodón no engaña: dos derrotas en 53 partidos —contra el Atleti en el Bernabéu y en Wolfsburgo— y 37 encuentros sin perder, la mejor racha de la historia de la entidad, por encima de la que logró Leo Beenhakker. A nadie extraña que desde la dirigencia se presuma que se ha encontrado entrenador para muchos años.

Foto: Zidane abraza a Benzema después de sustituirle. (Reuters) Opinión

Nadie discute el éxito de Zidane, a quien se atribuye todo el mérito tras recoger un equipo en descomposición y convertirlo en un equipo campeón. El tiempo determinará su estancia en el banquillo, pero algunos ya hablan de una secuencia vitalicia. Difícil saber si el marsellés aguantará lo que ya se le insinúa, pero a sus 44 años se encuentra en un momento único en su carrera. Arropado en un discurso sin sobresaltos, alejado de los grandes titulares y con tintes de cierta timidez ante los micrófonos, Zizou nunca ha ocultado que la fortuna también suma. Dicen los científicos que el aro gigante o la 'bunga bangkai', ‘flor cadáver’ en indonesio —en la clasificación científica Amorphophallus titanum—, es una planta herbácea tuberosa que produce una inflorescencia en espádice llamada ‘la flor más grande del mundo’. Otros biólogos defienden que se lo disputa con la Corypha umbraculifera. Al final recordaremos a Napoleón, quien exclamaba: “Dadme generales con suerte”. Creer en esto o no es de vía libre, pero la buena o la mala suerte también juega de corto y Zidane también presume de contar con la buena en su equipo.

Zidane resumió el año que termina, su primero al frente del Real Madrid, con un escueto pero sintomático “ha sido la hostia”. No es para menos. Desde que está al frente del equipo ha conseguido tres títulos de calado. Aquel a quien despectivamente se le calificó de entrenador con ‘L’ de conductor novato ha sumado consecutivamente la Liga de Campeones, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes. Con sufrimiento, pero ha integrado los trofeos en las vitrinas de Concha Espina. Ninguno conquistado durante los noventa minutos de juego, pero con aroma de arrimarse a la buena suerte. No se le conocen innovaciones tácticas ni movimientos modernistas en la pizarra, pero ha superado el récord de partidos sin perder de la entidad. Excepto la excepción que confirma la regla —James Rodríguez— se mantiene buena armonía y fornida convivencia en el vestuario. El carácter del francés ha terminado de arroparle a una sintonía confortable con la masa social, a quien reconforta un inmejorable recuerdo como jugador. ¿Cuál es el secreto de tanto éxito? Zidane responde: “Trabajo, solo trabajo. Por eso le doy las gracias a los futbolistas”.

Zinédine Zidane Florentino Pérez