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A 250 km/h en silla de ruedas
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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A 250 km/h en silla de ruedas

Virginia Williams estaba junto a su cama, en lágrimas. Acababa de conocer la parálisis definitiva de su marido, quien le dijo: “Ginny, tal y como lo

Virginia Williams estaba junto a su cama, en lágrimas. Acababa de conocer la parálisis definitiva de su marido, quien le dijo: “Ginny, tal y como lo veo, he tenido cuarenta años fantásticos de un tipo de vida, ahora tendré otros cuarenta años con otro tipo de vida”. Virginia, escribió posteriormente un libro para comunicar a su marido las emociones vividas desde el accidente, porque Frank Williams nunca preguntó a su esposa cómo se había sentido desde entonces. Y nunca quiso leer el libro.

 

Este episodio crítico de su vida define el carácter del fundador de uno de los equipos con más éxitos en la historia de la Fórmula 1. La mayoría de ellos logrados en una silla de ruedas, paralizado desde el cuello para abajo. Porque, efectivamente, Frank Williams ha vivido otro tipo de vida desde marzo de 1986. Fruto de su conducción a lo 'hooligan' -así definida por él mismo-, Williams volcó con un coche de alquiler cerca del circuito francés de Paul Ricard. Iba acompañado por Peter Windsor, miembro de su equipo, y uno de los artífices del proyecto de equipo americano USF1.

 

“Me importa una m…”

 

Frank Williams, extremadamente activo, era un fanático del atletismo y corría a diario. El equipo se encontraba en el mejor momento de su trayectoria. En colaboración con Honda, sus pilotos Mansell y Piquet dominaban a placer en 1986. De repente, ni siquiera podía llevar a cabo las actividades como cepillarse los dientes  o hacer sus necesidades. Desde su accidente necesita un asistente las 24 horas del día para absolutamente todo. Menos para su mente. Le preguntaron en una ocasión hasta qué punto le importaba su situación: “I don´t give a shit…”, (“me importa una m…") fue su respuesta.

 

Su pasión por la Fórmula 1, genuina, directa, brutal, salvó su espíritu, que se concentró en el equipo.“Desde el accidente, por la inmovilidad, no trabajo menos, trabajo más”. Y desde entonces, su experiencia se convirtió en un auténtico carrusel de éxitos y fracasos. Una montaña rusa que, a lo largo de los años, ha confirmado su tenacidad y determinación. No en vano, un retrato de Margaret Thatcher ha ocupado un lugar preferente en su despacho. El “we will never surrender” de Churchill encarnado en un inválido que gracias a sus fortaleza de espíritu acabo convirtiéndose en miembro del Imperio Británico con, además, el título de Sir.

 

“Estaremos aquí, en la Fórmula 1, mientras tengamos un motor para poner en la parte trasera del coche”. Pero en 1987, un año después de su accidente, perdió ese motor. Honda le abandonó para marcharse con Ron Dennis, McLaren y Ayrton Senna. Los japoneses le pidieron que convirtiera al lento Satoru Nakajima como segundo piloto. Se negó y Honda, que desconfió de su capacidad para gestionar el equipo, dijo adiós. Hoy, aprendida la lección, y para seguir con un motor en la parte trasera de su coche, cuenta con Nakajima hijo. Es una 'sugerencia' de Toyota, que le suministra sus propulsores en el presente.

 

Tras su resurrección de la mano de Renault en los noventa (ganó títulos con Mansell, Prost, Hill y Villeneuve) volvió a caer en medio del pelotón. Por el camino, Williams vivió uno de los momentos más  duros de su vida. El fue quien dio la primera oportunidad a Senna de subirse a un Fórmula 1, pero el brasileño debutó en otro equipo. Durante años quiso contar con él. Cuando Senna llegó en 1994 a su equipo, murió en la tercera carrera. Para Frank, perder al brasileño en uno de sus coches fue una tragedia. En el morro de sus monoplazas, desde entonces, lleva el logotipo de la fundación Senna.

 

El precio de la independencia

 

En 2000 Willliams se asoció con  BMW. Junto con su socio de toda la vida, Patrick Head, vivieron una relación tormentosa con los alemanes. Los títulos no llegaban, y BMW quiso hacerse con el equipo o intervenir más intensamente en su gestión. Williams se negó, aunque consciente de que se arrojaba al abismo. Quien había logrado nueve títulos de Constructores y siete de pilotos no iba a ceder su  independencia bajo ningún coste. Pero la orfandad de un fabricante en la Fórmula 1 actual significaba pasearse por un campo de minas. En los últimas tres temporadas, Williams ha quedado octavo en la clasificación de Constructores en dos ocasiones, el peor resultado de toda su historia. Hace dos años, Frank Williams vendió su avión privado, a pesar de resultar absolutamente necesario dadas sus condiciones físicas. Sirvió para pagar el segundo túnel de viento que el equipo ha utilizado hasta ahora. En los dos últimos años, el equipo ha entrado en pérdidas.

 

Cuando se conocen las extraordinarias instalaciones del equipo en Grove, se comprende la crisis actual de la Fórmula 1. Durante años, Head y Williams han invertido afanosamente en tecnología, con una nueva sede, dos túneles de viento, y más de cien millones de libras gastadas en la última década. Ajenos, eso sí, a los boatos de otros rivales. Williams nunca hubiera realizado una presentación como la de McLaren en Valencia en 2007. A pesar de ello, han navegado en los últimos años como  dos tripulantes en velero en torno a los acorazados de los equipos oficiales.

 

La pasada semana, uno de los obuses que semanalmente caen sobre los equipos de Fórmula 1 afectó de lleno a Williams: uno de sus patrocinadores, Royal Bank of Scotland,  anunció su retirada para 2010. Pero Williams recordó que, a su lado, y gracias una fantástica gestión comercial, le acompañan entidades del calibre de Phillips, ATT y Accenture. Cuenta con un magnífico equipo de gente extremadamente brillante. Han conseguido el contrato para el suministro de los monoplazas de Fórmula 2. Y, afortunadamente, la Fórmula 1 se encamina hacia las posiciones económicas de Williams, no al contrario.

 

Cuando las imágenes de las cámaras enfocan a Frank Williams en cada carrera, siempre veremos el mismo perfil gélido, inescrutable, con las manos tendidas sobre sus piernas. Pero, por dentro, late la misma pasión de sus inicios:  “Amo la velocidad y los coches. Es un trabajo fascinante cada uno de los días de la semana, y me gusta tanto como en el pasado. Disfruto acudiendo a las carreras, estando en torno a los mejores pilotos y los mejores coches del mundo”. Todo ello, con  67 años a cumplir en abril, y paralizado en silla de ruedas. En 2009 se cumplen cuatro décadas de su debut. Verdaderamente, en la Fórmula 1 hay gente muy especial. Frank Williams es uno de ellos.

Virginia Williams estaba junto a su cama, en lágrimas. Acababa de conocer la parálisis definitiva de su marido, quien le dijo: “Ginny, tal y como lo veo, he tenido cuarenta años fantásticos de un tipo de vida, ahora tendré otros cuarenta años con otro tipo de vida”. Virginia, escribió posteriormente un libro para comunicar a su marido las emociones vividas desde el accidente, porque Frank Williams nunca preguntó a su esposa cómo se había sentido desde entonces. Y nunca quiso leer el libro.