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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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Hijos de papá... piloto

Casi el quince por ciento de los actuales pilotos de Fórmula 1 son “hijos de”. Dos de ellos cuentan con sendos progenitores con títulos mundiales, Nelson

Casi el quince por ciento de los actuales pilotos de Fórmula 1 son “hijos de”. Dos de ellos cuentan con sendos progenitores con títulos mundiales, Nelson Piquet y Keke Rosberg. Frente a otros deportes, no deja de sorprender la amplia nómina de vástagos que han seguido la estela de sus ilustres padres.

Porque desde 1975 (a excepción de James Hunt, Alain Jones, Jody Scheckter y Ayrton Senna) la mayoría de los apellidos con título cuentan con vástagos que han seguido con distinto éxito la carrera de sus mayores a nivel internacional. Jack Brabham. ( Gary, Geoff, David) John Surtess (Henry, en la Fórmula 2). Mario Andretti, (su hijo Michael corrió junto a Ayrton Senna en 1993), Niki Lauda. (Mathias compite en el DTM alemán), Alain Prost, (Nicolas, corre en A1GP), Nigel Mansell (Greg y Leo que compiten en las World Series y el Le Mans Series), Graham Hill (Damon fue campeón en 1996) y Gilles Villeneuve (Jacques ganó el título en 1997). Y los ejemplos se multiplican si salimos del terreno de los campeones del mundo de Fórmula 1.

El espejo de papá

Muy pocos deportes individuales, por no decir ninguno, ofrecen una estadística de continuidad padre/hijo semejante. A bote pronto, el asunto invita a explicaciones que pueden simplificar la cuestión: si estadísticamente existen tantos casos, es fácil deducir que convertirse en piloto no será una cuestión de talento. En este sentido, se podrá argumentar que los antecedentes familiares permitirán competir y escalar peldaños con la misma naturalidad que se termina una carrera universitaria si se “hincan los codos” de manera regular. Piloto podría serlo cualquiera.

¿Es posible que la genética contribuya a la continuidad de padres e hijos al volante, o se trata simplemente de la posición familiar? Obviamente, no podemos dar respuestas empíricas a la cuestión y para cada caso en particular. Aunque nadie negará que los hijos, en las primeras etapas de su vida, se miran en el espejo de sus progenitores. Conocer el singular entorno del padre primero, y tener la oportunidad de experimentar a corta edad un mundo tan trepidante, engancha a muchos retoños. Para un menor de diez años, las sensaciones que proporciona un kart son difícilmente superables por otros deportes.

Si el niño queda atrapado con la velocidad, los padres jugarán entonces un papel crucial. Para desenvolverse en la competición desde una edad temprana se requiere apoyo adulto. Para empezar, el automovilismo es una disciplina extremadamente costosa, y un padre con recursos obviará este punto. Sin embargo, para progresar en la durísima jungla del automovilismo, una figura paterna con experiencia, contactos y proyección mediática marcará la diferencia. Para qué vamos a engañarnos. Pero la realidad para abrirse paso en la vida no es muy diferente para un niño de Somosaguas o La Florida, si de oportunidades vitales hablamos.

Cada uno, en su sitio

Aceptando que un hijo de piloto cuenta con innumerables ventajas de partida, conviene no trivializar el tema. A partir de cierto nivel, el automovilismo es extremadamente duro, exigente y también ingrato. Requiere importantes sacrificios, y solo la pasión, la ambición y la determinación en los objetivos anima a seguir adelante. Quizás sea a partir de entonces cuando aquellas cualidades psicológicas que hicieron triunfar a sus padres, y quizás también estén presentes en sus hijos por la biología y la educación, inciten a estos a luchar, a competir y a triunfar. Carlos Sainz padre será una estrella consagrada y está proporcionando a su hijo los medios adecuados, pero muchas de las características de su personalidad y su enfoque de la competición están ya en Sainz junior quien, de seguir por este camino, llegará a la Fórmula 1 dentro de unos años, no lo duden.

Rosberg y Piquet no llegaron a la Fórmula 1 solo por su apellido. Tampoco Nakajima. ¿Les ayudaron el renombre de sus padres? No lo duden, pero hasta cierto punto. Cronómetro al margen, si no eres capaz de entender el comportamiento de un sofisticado Fórmula 1 y transmitirlo a un ingeniero con rigor y precisión, no tienes futuro. Por poner un ejemplo en el que el apellido no cuenta. Rosberg, por ejemplo, ha logrado la nota más alta de la historia de Williams en los tests técnicos que el equipo somete a sus pilotos.

Otro tema será el nivel de su talento y ambiciones, en comparación a sus padres o a sus rivales. Villeneuve y Hill no eran Senna ni Prost, pero nadie les regaló su carrera deportiva hasta proclamarse campeones del mundo. Mathias Lauda, Nicolas Prost o los hijos de Nigel Mansell no alcanzarán las cotas de éxito de sus padres porque estos condicionaron el apoyo a sus carreras deportivas al desarrollo de sus estudios. Empezaron a correr tarde, y sin el objetivo de igualar a sus progenitores. Igual que Vanina, la hija de Jacky Ickx, bióloga marina, pero también magnífica piloto ( ¿será “pilota”, señora ministra?…). Han contado con el apoyo y la aureola de sus padres pero, en este sentido, quizás tengan mayor merito que muchos jóvenes de su generación, porque han sido capaces de progresar en el mundo laboral y deportivo en paralelo, con los sacrificios que ello implica.

En el automovilismo, como en la vida cotidiana, la cuna influye. Pero en la pista, riesgos aparte, las décimas de segundo ponen a cada uno en su sitio. ¿Pueden decir lo mismo muchos hijos en las empresas de papá?

Casi el quince por ciento de los actuales pilotos de Fórmula 1 son “hijos de”. Dos de ellos cuentan con sendos progenitores con títulos mundiales, Nelson Piquet y Keke Rosberg. Frente a otros deportes, no deja de sorprender la amplia nómina de vástagos que han seguido la estela de sus ilustres padres.

Alain Prost Fórmula 1