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María de Filippis, la mujer que mandó a 'freír espárragos' al mismísimo Ferrari
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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María de Filippis, la mujer que mandó a 'freír espárragos' al mismísimo Ferrari

Si la leyenda es cierta, María Teresa de

Foto: María de Filippis, la mujer que mandó a 'freír espárragos' al mismísimo Ferrari
María de Filippis, la mujer que mandó a 'freír espárragos' al mismísimo Ferrari

Si la leyenda es cierta, María Teresa de Filippis no pudo participar en el Gran Premio de Francia de 1958 cuando el director sentenció la prohibición con aquel famoso “el único casco que una mujer debería llevar es el de la peluquería”. Aquel pobre hombre no sabía de quién estaba hablando. Ese mismo año, aquella pequeña mujer se metía en las calles de Montecarlo para tomar parte en el Gran Premio de Mónaco con un Maserati 250, cuando los Fórmula 1 eran auténticos 'morlacos'.

 Aquel cuerpo diminuto de mujer era capaz de romper cualquier molde, hasta incluso plantarse ante el mismísimo Enzo Ferrari para decirle a la cara que no quería competir con sus coches. “En aquellos días, cuando decía una cosa todo el mundo saltaba. Aquello no era para mí”.

"¿Cavallos?" Sí, los de dentro del coche...

Solo una mujer con semejante temperamento podía aventurarse en la Fórmula 1 en la década de los cincuenta. María de Filippis albergaba un espíritu indómito y orgulloso que la llevó a conducir por el desafío que le plantearon sus dos hermanos, quienes se atrevieron a apostar con ella que no sabría nunca llevar un coche. Ignoraban hasta qué punto se iban a equivocar. Habían despertado la fiera que aquella jovencita llevaba dentro.

Por  sus orígenes y posición social, María Teresa de Filippis pudo haber seguido un camino tradicional. Su padre, el Conde de Filipis, gestionaba un gran imperio empresarial y patrimonial. Con una educación esmerada y todas las posibilidades para elegir, decidió sin embargo alejarse del mundo de la hípica que había practicado y su padre le había inculcado. Fue atrapada por la velocidad. 

Consciente de que su hija María Teresa era una fuerza indomable, el conde no pudo negarle un Fiat 500 con el que empezó a competir. “Si no puedes con tu enemigo, únete él”, debió pensar su padre, hombre de mundo y buen conocedor de la naturaleza humana. Con su ayuda económica y moral, María Teresa siguió hacia adelante. En 1954, con 22 años, ganó su primera carrera con el aquel 'botijillo'. Le seguirían más, siempre a bordo de turismos.

Fangio, un padre y un caballero

“Puede ser hasta apasionadamente intolerante cuando alguien se pone en su camino o insulta su inteligencia”, decía de ella su marido en una entrevista para la revista británica Motorsport. Ella misma se organizó su propia carrera. Educada en un entorno de élite económica y social, “nadie decía a un De Filippis qué hacer”, y con este orgullo de sangre azul le plantó al mismísimo Enzo Ferrari. Para competir se fue a Maseratti, comprando sus propios coches. “Con ellos era más fácil hablar y, lo más importante, podía llevar mi propio coche al equipo”.

En 1958, María Teresa de Filippis finalmente se encontró junto a “mis héroes”, Fangio, Ascari y compañía. “Con los más grandes nunca tuve problemas, solo con los pequeños a los que no les gustaba que les ganara”. Especial fue la relación con Juan Manuel Fangio, “fue como un padre para mí, me decía que tuviera cuidado y no corriera tanto”. Escuchándola, el Chueco volvió a demostrar con ella aquella enorme grandeza humana que le hizo famoso, “le admiraba como persona y como piloto porque era un hombre sencillo que trabajó muy duro para conseguir el éxito que disfrutaba. Era un caballero”.

Décima en Spa

Debutó en Mónaco, en 1954, no pudo clasificarse. En su libro 'La Signorina F1' relató aquella experiencia. “Tenía coraje, quizás demasiado, no estaba asustada por la velocidad, y no siempre aquello era bueno”. La 'Pilotino', como luego sería conocida, sabía pisar "a tabla", pero en las curvas de Mónaco el esfuerzo físico llegó a ser descomunal, “al límite de mi resistencia física”. No fue un trauma En otros circuitos se clasificó sin problemas.

Aquel año participó en tres grandes premios y logró un décimo puesto en Spa, aunque no pudo terminar por problemas mecánicos las dos carreras restantes, en Portugal y en Monza, donde había llegado a rodar en quinta posición. Automovilísticamente hablando, si en aquella época los hombres eran de Marte y las mujeres de Venus, María Teresa de Filippis se convirtió en una marciana. Tenía el respeto de todos.

En 1959 se unió a Jean Behra, que había construido para ella un coche con motor Porsche. En Mónaco tampoco pudo clasificarse, ni pilotos como Hans Hermmans o Wolfgan Von Trips con el mismo coche. Pero antes de la carrera de Avus, en Berlín, Behra abandonó el equipo Ferrari con el que competía en malos términos. Para aquella ocasión De Filippis cedió su coche al piloto francés, ya que él lo había construido. Behra murió en un accidente.

"Demasiados amigos habían muerto"

“Demasiados amigos había muerto en poco tiempo”, recordaría después. “Hubo una sucesión de ellos, Luigi Musso (con quien la habían relacionado sentimentalmente), Peter Collins, Alfonso de Portago, Mike Hawthorn…” Pero la muerte de Behra la afecto particularmente, “para mí fue la más trágica porque fue en una carrera en la que yo debería haber tomado parte… No volví a los circuitos nunca más”. La 'Signorina F1' decidió retirarse. Al año siguiente se casó y nació su primera hija.

Hasta 1978 no tuvo contacto con la competición, cuando se unió al Club International des Anciens Pilotes de Gran Prix. Nadie como ella merecía formar parte del mismo: fue la primera mujer en pilotar en un gran premio de Fórmula 1. “Si pudiera empezar otra vez, haría exactamente lo mismo”, recordaba recientemente la hoy baronesa di Filippis, en una época donde los pilotos, según ella mismo reconocía, "tenían un coraje de leones".

“María Teresa es una mujer muy determinada, sin temor a nada, y nadie puede decirle qué hacer y no hacer”, dice de ella su marido. Qué mejor día para recuperar su figura. Porque  también hoy, otra mujer, otra María, nos recuerda que encarna el mismo espíritu y tanta o mayor determinación que aquella pionera de la Fórmula 1. Va por ti, María de Villota, porque tú también eres 'Signorina F1'.

María de Villota