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El Arrows A2: cuando el ingeniero dejaba su firma en el cuadro
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Javier Rubio

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El Arrows A2: cuando el ingeniero dejaba su firma en el cuadro

“Si ves el DTM (Campeonato Alemán de Turismos) distingues a un Audi de un Mercedes, pero si pintas todos los Fórmula 1 de negro, no puedes

Foto: El Arrows A2: cuando el ingeniero dejaba su firma en el cuadro
El Arrows A2: cuando el ingeniero dejaba su firma en el cuadro

“Si ves el DTM (Campeonato Alemán de Turismos) distingues a un Audi de un Mercedes, pero si pintas todos los Fórmula 1 de negro, no puedes encontrar la diferencia de un McLaren, un Ferrari o un Force India”. En su reciente entrevista en F1 Racing, Flavio Briatorese quejaba de esta Fórmula 1 actual tan uniformizada por las actuales tendencias aerodinámicas. Pero no siempre fue el caso.

Érase una vez un tiempo donde los ingenieros creaban monoplazas inconfundibles mientras buscaban dar un golpe de mano técnico que se convirtiera en una suerte de lotería primitiva. Y de entre los coches más singulares que han rodado por los circuitos destacaba aquel inconfundible Arrows A2 del británico Tony Southgate. Por concepción técnica y estética, nunca hubo nada parecido antes, ni tampoco después.

Una revolución total

Colin Chapman y Lotus provocaron una de las mayores revoluciones de la Fórmula 1: los 'wing car', o coches de efecto suelo. Además de los alerones, se utilizaban los pontones laterales para recrear un ala invertida por debajo del coche que le convertía en auténtica ventosa. Permitian un espectacular paso por curva, pero con suspensiones tan duras que a los pilotos se les caían hasta las muelas. En 1978, Lotus arrasó con el 79, Southgate vivió de primera mano en aquella experiencia al formar parte del equipo británico hasta finales de 1977.

El británico era considerado uno de los ingenieros más versátiles y polivalentes de la época. Con su imagen entre dandy y músico pop, su estilo y talento le permitieron diseñar coches capaces de ganar las 500 Millas de Indianápolis o el Gran Premio de Mónaco. Tras su estancia en Lotus, recaló en el pequeño Shadow, que abandonó para crear el modesto Arrows con otros miembros de aquel. Y para intentar posicionarle en lo alto de la parrilla, decidió en 1979 romper con todos los moldes. Si la flecha de Arrows daba en el blanco, el pequeño equipo británico podía reventar la banca.

La Fórmula 1 se había convertido en una 'jaula de grillos' creativa, y cada ingeniero intentaba recrear el 'efecto suelo' a su manera. En su caso, Tony Southgate decidió diseñar el 'wing car' más extremo posible. Buscó así convertir todo el monoplaza en un ala gigante que superar aquella definición que Mario Andretti diera sobre el glorioso Lotus 79: “¿Que cómo va el coche? “Hey man, runs like painted on the road...” (“Hey tío, rueda como si estuviera pintado en el asfalto…”).

¿Cuál era la base técnica del A2?

Hoy, literalmente, se invierten millones de dólares al año para diseñar el alerón delantero, eje aerodinámico de un monoplaza actual. Southgate decidió eliminarlo en el A2. “Intenté algo diferente”, recordaría después. “Hice un trabajo importante en el túnel de viento, y (el diseño) daba un apoyo aerodinámico enorme, un 50% más que un coche normal”. Con el alerón trasero convertido en parte de la carrocería, “el resultado era espectacular. Souhtgate quiso ir incluso más allá. Para mejorar el flujo de aire por debajo del coche inclinó el motor y la caja de cambios, una idea similar que luego utilizaría Ferrari con el F10 21 años más tarde. Con tal decisión posicionó al piloto en una postura totalmente inhabitual para los cánones de la época.

En teoría, el A2 rompería con todo lo visto hasta el momento. De hecho, estéticamente no hubo nada igual. Para colmo de la virtud, el equipo Arrows era esponsorizado por la cervecera alemana Warsteiner, que aportaba con su librea dorada una de las decoraciones más atractivas de la historia de la Fórmula 1.

Una pesadilla

Pero en 1979 no existían las herramientas de simulación del presente. El veredicto a la creatividad y el riesgo técnico lo daba directamente el asfalto. La brillante teoría se convirtió en amarga pesadilla. Para empezar, el A2 soportaba tales cargas aerodinámicas que doblaban el monoscasco como un espagueti, por lo que hubo de ser reforzado con el consiguiente aumento de peso que afectó a su centro de gravedad, también a su comportamiento y, por ende, a las gónadas de sus pilotos cuando intentaban domarlo…

El coche debutó en el Gran Premio de Francia de 1979. Fue un desastre desde sus primeros metros. Ricardo Patrese y Jochen Mass se sentaban mucho más inclinados, lo que rompía todas sus referencias, “pero ese no era el problema”, recordaría el piloto alemán, “el problema era su espantoso comportamiento”.

Para empezar, el A2 sufría con el fenómeno conocido como 'porpoising', en el que el centro de presión aerodinámica variaba en función de la velocidad del coche y la superficie del terreno, lo que al interactuar con la suspensión convertía a los monoplazas en pequeños potros salvajes… en plena recta. Su radical diseño acentuaba más si cabe el fenómeno. Si ya había problemas en la recta, a sus pilotos les entraba la risa al llegar a las zonas viradas. El alto centro de gravedad del monoplaza hacía el coche enormemente inestable. En algunas curvas se iba de atrás, y en otras subviraba. En las rápidas enlazadas giraba como un petrolero. Fue un milagro que consiguiera dos sextos puestos. El A2 ni siquiera terminó la temporada, sus pilotos pidieron el coche del año anterior y se fue al cubo de basura.

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Southgate siempre lamentó que el pequeño equipo Shadow no tuviera ni un duro para evolucionar un concepto que, a su juicio, hubiera funcionado. Porque el ingeniero británico no era ningún 'paquete'. De hecho, luego diseñaría los Jaguar ganadores en Le Mans y también el primer Audi que triunfo en la carrera francesa.

Un período mágico

A Arrows y a Tony Southgate no les tocó la lotería con el A2. Pero pudo expresar su talento y libertad creativa en una época única de la Fórmula 1. “Tuve la suerte de vivir en aquel período mágico que empezó con Chapman. Cogías un lápiz, una hoja de papel en el tablero, y dibujabas un coche. La idea iba directamente del cerebro al papel a través del lápiz, y el coche nacía a la vida mientras dibujabas. Y, bueno o malo, era tu coche. De nadie más”,explicaba a la revista británica 'Motorsport'.

"Cuando estaba en la Fórmula 1, siempre podía adivinar el diseñador de un coche, como la firma en un cuadro. Fueron otros tiempos, ya desaparecidos, ahora la individualidad no existe, todo el mundo utiliza la misma herramienta, salvoAdrian Newey, que todavía pone el lápiz en el papel”.

No ganó carreras, tampoco fue competitivo, pero Tony Southgate pudo dejar su personal firma en el cuadro que fue aquel único e inconfundible Arrows A2.

“Si ves el DTM (Campeonato Alemán de Turismos) distingues a un Audi de un Mercedes, pero si pintas todos los Fórmula 1 de negro, no puedes encontrar la diferencia de un McLaren, un Ferrari o un Force India”. En su reciente entrevista en F1 Racing, Flavio Briatorese quejaba de esta Fórmula 1 actual tan uniformizada por las actuales tendencias aerodinámicas. Pero no siempre fue el caso.

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