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¿Por qué la prensa extranjera se empecina en maltratar a Brasil?
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Valeria Saccone

Río por no llorar

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¿Por qué la prensa extranjera se empecina en maltratar a Brasil?

Diversos medios internacionales han realizado críticas que se han considerado como injustas por los brasileños. Un periodista del Hufftington Post australiano se ha hecho viral por todo lo contrario

Foto: Los cámaras, en una prueba (Reuters)
Los cámaras, en una prueba (Reuters)

Mucho se ha escrito en los principales periódicos del mundo contra el Brasil Olímpico: que si el virus Zika iba ha provocar una pandemia mundial y a amenazar la salud de los atletas; que si la violencia iba a empañar los Juegos Olímpicos; que si la corrupción iba a poner en peligro la correcta realización de las obras.

Los datos esgrimidos por la prensa internacional avalan estas afirmaciones. Río de Janeiro tiene una media de 16 asesinatos por día y ha sido necesario desplegar un dispositivo de 85.000 agentes y soldados para garantizar la seguridad durante este macro-evento deportivo. Además, Brasil figura en las listas de los países más corruptos del mundo. El Caso Lava Coches, que salpica a decenas de políticos, empresarios y dirigentes de la estatal Petrobras, es considerado el segundo mayor caso de corrupción del mundo, según la ONG Transparencia Internacional.

Los medios de comunicación han sido muy críticos con el país tropical y han decidido de antemano que la organización de los primeros Juegos que se celebran en Sudamérica sería un rotundo fracaso. Después de la elegante y comprometida ceremonia de apertura hubo una tregua, que enseguida fue rota por varios corresponsales y enviados extranjeros.

Primero fue The Wall Street Jornal que criticó el tamaño de los bikinis de las brasileñas. “Los trajes de baño minúsculos están invadiendo las transmisiones de la televisión en las playas de Río y espantando a algunos extranjeros”, escribió el prestigioso periódico el pasado 8 de agosto. “Los Juegos Olímpicos. acaban de empezar, pero algunos espectadores ya han visto más de lo que les gustaría”, añadió Paul Kiernan.

Después fue la vez de The New York Times, que se metió con uno de los símbolos más idolatrados de la cultura playera de Río de Janeiro: el Biscoito Globo, unas galletas típicas que el prestigioso periódico define como una especie de aire frito “sin sabor”. “Coloque uno en su boca y será como si sus dientes estuviesen en una fiesta para la que su lengua no fue invitada”, escribe David Segal, que critica la culinaria carioca en general.

Una avalancha de reacciones en apoyo a estas galletas ha inundado las redes sociales. “Los cariocas aceptan ser llamados de ladrones, corruptos o mentirosos, pero que nadie se meta con el Biscoito Globo”, bromea Bruno, carioca de pura cepa. El periodista de The New York Times, que ha sido incluso amenazado de muerte por sus posturas, se ha disculpado públicamente. Ha alegado que no era consciente de que estaba atacando algo tan trascendente para la cultura popular de Río. No obstante, el orgullo de los cariocas ha sido herido de gravedad.

Quizás por eso un desconocido periodista australiano de The Huffington Post se ha convertido en una estrella mediática tras visitar un barrio popular cerca del Sambódromo, donde la semana pasada se celebraron las competiciones de tiro con arco. Su foto en un bar con una frase graciosa – “No digáis a mi jefe qué bien me lo estoy pasando en #Rio2016” – se ha convertido en una fenómeno viral en Twitter.

Críticas muy hipócritas

“¿Por qué los brasileños han respondido tan positivamente a unas cuantas fotos de sus calles y de su gente hechas con el móvil por un amador?”, se preguntaba Anthony Sharwood en un texto del 11 de agosto. “Porque los brasileños quieren ser queridos. Y también quieren que se les respete y que el mundo deje de despreciarlos. Siempre hay historias negativas antes de los Juegos, pero esta vez ha habido muchas más que las habituales. La prensa extranjera ha publicado muchas, desde el Gobierno nacional disfuncional hasta los peces muertos en la Laguna donde se disputan las pruebas de remo, o la corrupción en la Policía de Río y otros cuerpos de seguridad que no han recibido su salario. Algunas de estas críticas son muy hipócritas. Estados Unidos, la nación que te llevó a unos Juegos a Los Ángeles, ha escrito sobre la polución en Río. Inglaterra, el país que te llevó al río Támesis, ha hablado de los restos humanos encontrado en la playa de Copacabana. (…) A través de la lente de una enorme metrópolis caótica (¿y qué ciudad in cualquier parte del mundo no lo es?), se han visto retratados como ciudadanos globales de segunda clase. Los brasileños odian sentir eso. ¿Quién no lo odiaría?”, añade Sharwood.

¿Es Brasil el único villano en la reciente historia olímpica? Dos casos que han saltado poderosamente a la actualidad en las últimas horas sugieren que no. Por un lado, la Policía brasileña está investigando el supuesto atraco a cuatro nadadores estadounidenses a punta de pistola. Las declaraciones contradictorias de los altetas han hecho sospechar a las autoridades del país tropical de la veracidad de esta historia. Al cierre de esta edición, la Policía Federal había impedido el embarque de dos nadadores, Gunnar Bentz y Jack Conger, que estaban a punto de viajar de vuelta a su país. Los atletas tendrán que prestar declaración ante la sospecha de que el atraco ha sido inventado.

Paralelamente, un miembro del COI ha sido arrestado por sospechas de tráfico ilegal de entradas a los JJ.OO. El irlandés Patrick Hickney, de 71 años, ha sido detenido ayer en un hotel de Barra de Tijuca. Es acusado de integrar una banda que vendía billetes a precios prohibitivos. No es la primera vez que altos cargos de prestigiosas organizaciones internacionales se ven envueltos en escándalos. La detención en Suiza de siete directivos de la Fifa, en mayo de 2015, demuestran que la corrupción no es una especialidad únicamente brasileña.

“Australia es el Brasil que funciona, me ha escrito un brasileño por el Twitter”, cuenta el periodista de The Huffington Post. “De todos los comentarios que he recibido, este es que más se ha quedado en mi cabeza. Creo que quería decir que nuestros pueblos tienen en común el mismo espíritu amigable y sociable, pero que las instituciones que gobiernan Australia funcionan mejor que las de Brasil. Esto probablemente se debe tanto a la suerte como a una buena administración. En todo caso, eso no nos hace mejor que ellos”, concluye Anthony Sharwood.

Mucho se ha escrito en los principales periódicos del mundo contra el Brasil Olímpico: que si el virus Zika iba ha provocar una pandemia mundial y a amenazar la salud de los atletas; que si la violencia iba a empañar los Juegos Olímpicos; que si la corrupción iba a poner en peligro la correcta realización de las obras.

Comité Olímpico Internacional (COI) The New York Times Prensa Brasil