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Simeone, Scolari, Del Bosque y el desastre de Curitiba
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Javier Gómez Matallanas

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Simeone, Scolari, Del Bosque y el desastre de Curitiba

Lo ideal sería compaginar el tiqui taca con el juego de contragolpe, el toque con el fútbol directo, la presión con el repliegue. Manejar distintas variantes tácticas

Foto: Vicente Del Bosque durante el partido ante Australia que cerró la participación de La Roja en el Mundial.
Vicente Del Bosque durante el partido ante Australia que cerró la participación de La Roja en el Mundial.

Una vez concluida la primera fase del Mundial, la FIFA se apresuró a hacer un balance que concluía que Brasil 2014 era la mejor Copa del Mundo de la historia por número de goles marcados (2,83 de promedio goleador) y por la asistencia de aficionados a los estadios y las ‘Fan Fest’. En ese análisis del máximo organismo del fútbol mundial, seguro que acertado, no se ahondaba en el tipo, en el estilo de fútbol que está predominando en el campeonato y que se puede convertir en el modelo a seguir.

En la historia de fútbol se comprueba que la manera de jugar de las mejores selecciones suele ser imitada por los clubes. Y el debate eterno sobre jugar bien y ganar o ganar sin importar la estética se suele repetir cada cuatro años. La prematura e inesperada eliminación de España, la selección que se convirtió en un referente del fútbol mundial con su juego de posición, de posesión y de toque denominado globalmente como tiqui taca, provocó dudas sobre ese modelo. Pero Alemania, con éxito, e Italia, sin fortuna, son dos de las grandes selecciones que han seguido el camino de La Roja que se inventó Luis Aragonés y mantuvo Del Bosque hasta que los egos y la falta de hambre provocaron el desplome general simbolizado en el desastre de Curitiba, lugar de concentración donde entró en barrena la edad de oro del fútbol español.

Al Mundial se llegó con una final de la Liga de Campeones a la que llegaron Real Madrid y Atlético de Madrid, dos equipos españoles cuyo estilo es muy distinto al tiqui-taca. El mayor exponente de ese tipo de juego ya se había desmoronado un año antes con el 7-0 que le metió el Bayern de Múnich en la Champions y había certificado su fin de ciclo perdiendo la Liga en su campo en el último partido ante el Atlético.

No había que renunciar ni al estilo que nos hizo campeones ni sacrificar prematuramente a los héroes que nos hicieron campeones. Con ese criterio realizó Del Bosque una lista de convocados que fue la menos discutida de la historia (no vamos a personalizar en jugadores que llevaban sin jugar varios meses y que se les notaba fuera de forma solo viéndoles vestidos de paisano). Pero si había que dar una vuelta y perfeccionar o buscar variantes al sistema. Y poner a los jugadores más en forma. No lo hizo con Torres, que estaba a ojos vista mejor que Diego Costa en cada entrenamiento, ni lo hizo con Koke, que se mostraba como el futbolista más fresco para el centro del campo. Igual que no puso a Javi Martínez en el centro del campo cuando su vigor y fuerza era muy superior a lo que mostraban Busquets y Alonso, mermados los dos claramente en el plano físico, especialmente el futbolista catalán. Ni aprovechó el gol de Juan Mata, que en los últimos meses de competición había marcado más tantos que todos sus competidores.

Todo debate futbolístico queda en un segundo plano cuando se busca a una explicación a por qué la Selección española no dio la cara y dejó tirado a los aficionados que fueron a recibirla al aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas. ¿Quién fue el responsable de esa decisión? ¿Fueron los jugadores que saben que todas sus propuestas son aceptadas por los responsables de la Selección sin el menor reproche? ¿No la pudo impedir o cambiar esta decisión Vicente del Bosque? ¿O Angel María Villar? La gente agradeció los servicios prestados, fue generosa en la crítica por los malísimos resultados ante Holanda y Chile, que fueron muy superiores, pero es imposible justificar esa decisión de regatear a los aficionados en la llegada a Madrid.

Una vez realizado este paréntesis sobre la marcha de España, continuamos buscando el modelo que se impondrá en este Mundial. Mediados los octavos de final se puede concluir que todos los equipos juegan por dentro, que ninguno juega con extremos y que son los laterales los que explotan el juego por las bandas. Scolari reconoció que se inspiraba en el Atlético del Cholo Simeone para sus planteamientos. Y mirando el juego de la mayoría de las selecciones casi todas se asemejan a la forma de jugar del Atlético. Un fútbol poco elaborado, que se siente a gusto sin el balón y que cuando roba se planta en tres pases, en un contragolpe diseñado y trabajado, en la portería rival. Pero también un tipo de juego que triangula en el último tramo del ataque. Y un fútbol directo, buscando montar la segunda jugada al ganar rechace.

Lo ideal sería compaginar el tiqui taca con el juego de contragolpe, el toque con el fútbol directo, la presión con el repliegue. Manejar distintas variantes tácticas y varios dibujos es a lo que aspira todo entrenador.Y para eso los técnicos trabajan a sus equipos. Brasil renunció al ‘jogo bonito’ del 70 después de sus fracasos en los mundiales del 82, 86 y 90. Se armó con el trivote Dunga, Mauro Silva y Mazinho para ganar de nuevo en el 94 (y fue imitada por todos los equipos que buscaban superioridad en el centro del campo para destruir más que para crear juego) y consolidó el 4-2-3-1 para lograr su quinto Mundial en 2002. A Scolari le da igual el cómo sólo quiere ganar el sexto título. España ganó su primera estrella jugando bonito y bueno. Ahora, tras el desastre de Curitiba, tiene cuatro años para buscar su modelo, para comprobar si sin Xavi Hernández se puede jugar de la misma forma, si Iniesta puede hacer esa función, si Casillas debe seguir siendo el portero… Son decisiones que ha decidido tomar Del Bosque con su continuidad al frente de la Selección. Vicente debe armar ahora un equipo campeón.

Una vez concluida la primera fase del Mundial, la FIFA se apresuró a hacer un balance que concluía que Brasil 2014 era la mejor Copa del Mundo de la historia por número de goles marcados (2,83 de promedio goleador) y por la asistencia de aficionados a los estadios y las ‘Fan Fest’. En ese análisis del máximo organismo del fútbol mundial, seguro que acertado, no se ahondaba en el tipo, en el estilo de fútbol que está predominando en el campeonato y que se puede convertir en el modelo a seguir.

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