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Sin Iniesta y Xavi, Leo Messi es un genio triste
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José Manuel García

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Sin Iniesta y Xavi, Leo Messi es un genio triste

La noche no le debió ir pegándole abrazos, porque a las primeras Leo Messi entregó un par de veces la pelota al contrario. Dos veces; como

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Sin Iniesta y Xavi, Leo Messi es un genio triste

La noche no le debió ir pegándole abrazos, porque a las primeras Leo Messi entregó un par de veces la pelota al contrario. Dos veces; como el que no quiere la cosa y arroja al suelo un billete de cien euros en lugar de una colilla. En la primera, al capi Albelda casi le da un soponcio de la impresión; en la segunda, Banegas casi sale corriendo a vestuarios. Nadie lo podía creer: Messi es humano.

El partido dejó taquicardia, olor a lija y el rancio sabor de los momentos heroicos del viejo fútbol. Valencia y Barcelona mordiendo, quemando gasolina y orgullo, pugnando por cada metro de hierba; un partido de los de vida y muerte, de esos que tiras al aire una moneda y te la devuelven rociada de tiros. El Barça ponía su toque, el Valencia el corazón. Y entre calidad y corazón, un fútbol raspón y atropellado, que tuvo descolocado durante muchos minutos al 10 azulgrana.

Por mucho que Cuenca sea un príncipe del regate, por mucho que Thiago Alcántara sea un virtuoso de la geometría y el toque, por muchos kilómetros que Alexis engullera, a Messi le faltaba algo; porque el argentino corría como nunca, realizaba diagonales como siempre, pero erraba más de lo preciso. A Leo le faltaba una tonelada de magia, pero sobre todas las cosas echó en falta la compañía de Xavi Hernández y Andrés Iniesta. Sin ellos, Leo es un genio triste.

En la segunda mitad, Dani Alves trató de hacerle compañía y entre ambos procuraron arruinar la noche al Valencia. Un pase diabólico de Leo a Dani y el zapatazo del brasileño se agarró a la cepa de un poste; un pase de cabeza del '10' a Gerard Piqué y éste remató una sandía.

Pero la noche iba a enloquecer por dos detalles: el primero anduvo a caballo entre la sangre de plomo de Diego Alves, que aguantó lo indecible y le paró un penalti a Leo, el segundo que el argentino falla en cuestión de meses; el otro detalle fue tan doloroso como grosero. Leo Messi apretó el acelerador, se cosió el cuero a su bota y corrió como alma que se lleva el diablo. Pero más corrió Víctor Ruiz, que tuvo tiempo de colocarle un cepo.

El partido consumió minutos, Messi agachó la cabeza y regresó al mundo de los humanos. En una, le lanzó una patada al tobillo de Tino Costa. Patada rabiosa e impotente y que se fue al aire, donde no andaban las musas de Leo. Este miró varias veces a Dani Alves y se vio rodeado de canteranos. Tello apunta a futbolista de los grandes. Pero será para más adelante. Anoche, los vientos corrían caprichosos y ajenos al fútbol.  Messi miró a Pep Guardiola y luego al banquillo. Allí estaba uno de sus socios, Xavi Hernández, ajustándose el chándal y departiendo con Adriano. No era noche de lobos y brujas. No era ni noche de parranda. Eso se vio en el gesto de Leo, más triste que un torero en invierno.

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La noche no le debió ir pegándole abrazos, porque a las primeras Leo Messi entregó un par de veces la pelota al contrario. Dos veces; como el que no quiere la cosa y arroja al suelo un billete de cien euros en lugar de una colilla. En la primera, al capi Albelda casi le da un soponcio de la impresión; en la segunda, Banegas casi sale corriendo a vestuarios. Nadie lo podía creer: Messi es humano.

Leo Messi